martes, 27 de abril de 2010

SRI AUROBINDO Y LA GÉNISIS DE LA NUEVA CONCIENCIA

SRI AUROBINDO


Y

EL GÉNESIS DE LA NUEVA CONSCIENCIA

I

Vieja y Nueva Consciencia

La Consciencia es Una. No puede ser ni mayor ni menor, ni más amplia ni más estrecha, ni nueva ni vieja. Según el saber antiguo y arcano de los místicos, la Consciencia es Una, eterna, increada, trinitaria: Ser absoluto, Energía absoluta, Deleite infinito. Para aquellos a los que la vieja hipocresía religiosa ha hecho aborrecer los términos Dios, Señor, Divinidad, etc., pero no ha conseguido extirpar la sensación o el presentimiento de que más allá de este mundo de fenómenos fugaces hay algo real, algo que se posee a sí mismo, Consciencia es, acaso, el concepto y la realidad llamada a substituir las palabras gastadas y vacías. La Consciencia es Una, el Tiempo es su dimensión subjetiva, el Espacio es su dimensión objetiva; el Universo es una realidad Espacio-Temporal-Consciente, el Universo es una realidad luminosa. La Consciencia es Luz.

Una. Y, sin embargo, nos sentimos justificados a utilizar este concepto: la Nueva Consciencia. Incluso más que justificados: obligados, empujados. Es imprescindible empezar a distinguir ya lo que hemos sido de lo que queremos ser y esa distinción requiere una nueva terminología. También el místico cambia de nombre con la iniciación a la vida espiritual: ese nuevo nombre no es una rareza ni un adorno superficial, es la señal de una nueva identificación, de una nueva dirección y horizonte, de un nuevo modo de concebir, enfrentar y responder al mundo. Eso es también la Nueva Consciencia.

Pero ¿qué es la Nueva Consciencia?, ¿qué la caracteriza, qué la define, qué la manifiesta, qué la distingue de la vieja consciencia? El hombre común del siglo XX no se distingue del hombre común de los siglos anteriores a Cristo más que por dos características: el mayor refinamiento de su ignorancia y la ingente acumulación en sus neuronas de información inútil. Por lo demás, sigue siendo una consciencia centrada al nivel de sus deseos y sentimientos subjetivos con una mente mercenaria dedicada a verbalizarlos, justificarlos y satisfacerlos; su conocimiento es el de “cómo lograr lo que deseo”; el hombre sigue siendo el hombre vital, el hombre-animal que quiere pero no puede disimular su parentesco con el simio. Entonces, eso que llamamos evolución ¿es una mentira piadosa que el hombre se cuenta a sí mismo?, ¿no se ha producido ni un solo cambio de consciencia substantivo desde el día en que dejamos los bosques y empezamos a contemplar el mundo erguidos? Los sabios de la antigüedad abrieron las puertas de los mundos interiores y con la verdad hallada empujaron a la humanidad a una consciencia ética, a una consciencia centrada en un bienestar más amplio que el exclusivo del individuo y a una conducta más compleja que la inspirada por el mero interés egoísta. Krishna vino y despejó el camino hacia la realización de la Consciencia Cósmica, desde la que se percibe la unidad viviente de todo lo creado. Buddha vino y mostró la senda del Nirvana, desde el que se percibe la irrealidad esencial de todo lo creado. Cristo vino a vencer a la muerte y trazó la ruta hacia un Reino que no es de este mundo donde gozar la inmortalidad conquistada. Ciertamente, ha habido evolución, la de unos pocos, la del Hombre, que sigue siendo una lejana posibilidad para el hombre en lugar de una actualidad. Hemos crecido hacia los cielos, pero continuamos caminando con pies de barro: paralelo a estos movimientos evolutivos, a este ensancharse progresivo de la consciencia del Hombre, el declive de la consciencia de los hombres. Tras el ocaso de los dioses, el crepúsculo de los hombres. El progreso material, la cultura de la pastilla y el botón han devuelto a los hombres a sus junglas y a sus deseos primarios y a sus sueños salvajes. Las de antaño eran verdes y soleadas e ingenuas. Las de ahora son de cemento, contaminadas y perversas.

¿Y ahora...?

II

La Nueva Dirección

O la extinción, el fracaso como especie, o un nuevo paso, un paso verdadero, un paso hacia la Verdad, hacia lo que verdaderamente somos. O la extinción o una Nueva Consciencia que haga al Hombre actual para el hombre y del Superhombre la desembocadura natural del Hombre. Pero ¿qué dirección seguir? La Consciencia Cósmica, el Nirvana y los Reinos que no son de este mundo pertenecen a los territorios que lograron nuestras viejas conquistas y son inútiles a la hora de operar transformaciones reales y permanentes en este plano de la experiencia o en el hombre exterior, en el hombre que sufre la luz de este sol violento. ¿Entonces?

“En primer lugar, recordad que lo que constituye los objetivos de los otros yogas no es para nosotros sino las primeras etapas, las primeras condiciones. En las vías anteriores del yoga, los hombres quedaban satisfechos si podían percibir la Consciencia Brahmica o la Consciencia Cósmica o algún descenso de Luz y Poder, cierta indicación del Infinito. Se consideraba suficiente el que la mente alcanzase ciertas experiencias

espirituales y experimentase una transformación parcial y el vital estuviese en contacto con ésta. Buscaban alcanzar la condición estática y consideraban la liberación la meta final, el objetivo último1“.

Sí, ¿y entonces?

“Es sólo la Consciencia-Verdad Supramental la que puede aportarnos el verdadero y completo Conocimiento de Sí y Conocimiento del mundo; sólo por medio de ella podemos alcanzar nuestro ser verdadero y lograr la culminación de nuestra evolución espiritual2“.

Pero ¿qué es la consciencia Supramental?

“En el Supramental, la Ignorancia que lleva a oponer la Materia al Espíritu, la vida material a la espiritual, desaparece. En él, el mundo deja de aparecer como una ilusión y es el Juego eterno de Dios, la manifestación eterna del Ser Esencial. Así, se torna posible conocer a Dios, poseerLo enteramente, lograr lo que dice el Gita: ‘ConocerMe integralmente, íntimamente’3“.

Una Consciencia-Verdad, una consciencia que arranque definitivamente de nuestro rostro el velo que nos impide contemplar lo que SOMOS, lo que ES el mundo, lo que ES la Manifestación. Una consciencia que no sea ignorancia a la caza de pálidos destellos de conocimiento parcial sino Conocimiento de la Verdad que se autoposee, que se autoexpresa, que es, al mismo tiempo, poder de autorrealización. Una Consciencia Divina. ¿Es ésta la dirección ideal o un sueño imposible?

III

El Arquitecto de la Nueva Consciencia

Para el náufrago arrojado a una isla desierta y lejana por el océano furioso, para el náufrago sin útiles, sin compañía, sin fuerzas, el retorno a la propia tierra se muestra como un sueño imposible. Una esperanza es un sueño imposible cuando no somos capaces de descubrir el modo de tender el puente entre esa realidad deseada y nuestra desesperanzada realidad actual. Pero entre lo que hoy somos y esa Consciencia-Verdad Supramental existe un puente, sólo hay que atravesarlo. Fue Sri Aurobindo el que descubrió ese territorio, trazó los mapas, sondeó las aguas, puso los cimientos, asentó la estructura y cruzó al otro lado. Luego, describió el paisaje, señaló las rutas, preparó el vehículo para que otros siguieran. La Consciencia Supramental no es un sueño imposible; es, acaso, la dirección inevitable.

Sri Aurobindo es, con seguridad, la personalidad más vasta y más compleja que la humanidad ha producido desde el gran Leonardo. Y más enigmática. Aunque creamos

1 Purani, Evening Talks pg.506.

2 Sri Aurobindo, Letters on Yoga I pg.47.

3 Sri Aurobindo, Lettres Bengalies pg.53.

saberlo todo de él -y existe al menos una docena de biografías suyas en diversas lenguas de Oriente y Occidente- lo que Sri Aurobindo ES escapa por completo a la comprensión de la mente ordinaria. Se acostumbra a presentarlo como Poeta, Dramaturgo, Filósofo, Pensador político y Yogui; pero, quizás, el mejor modo de definirlo sea el que emplea Satprem, uno de los primeros pioneros de la Nueva Consciencia, en su último libro: Revolucionario.

Revolucionario. Sri Aurobindo se iría de este mundo después de encender el fuego de cuatro revoluciones: la revolución social, la revolución artística, la revolución intelectual, la revolución espiritual. Cuando llegó a Pondicherry en 1910, era sobre todo un revolucionario perseguido por la amenaza de la cárcel, la horca o el exilio. Para entonces, la justicia británica lo había procesado tres veces y, aunque en la segunda ocasión lo había retenido en la prisión de Alipore durante un año, no había logrado demostrar su implicación en los atentados de los radicales independentistas que habían costado la vida a civiles y militares ingleses. En 1910, la administración británica se preparaba para extirpar de raíz el movimiento nacionalista; pronto sus líderes serían detenidos, exiliados o ejecutados. Sri Aurobindo, que dirigía por aquel entonces dos semanarios en Calcuta -el Karmayogin, en lengua inglesa, y Dharma, en bengalí-, era sin duda la voz más inspirada y la cabeza más iluminada del nacionalismo. Esta vez, acaso la justicia no necesitase pruebas demasiado precisas. Una noche de mediados de Febrero de aquel año, el revolucionario y yogui Aurobindo Ghose, poco antes de cerrar la redacción, recibió un Adesh, una orden inapelable de la Voz Interior: ‘Ve a Pondicherry’. Esa misma noche, abandonándolo todo, cruza a Chandernagore, India francesa, y un mes y medio más tarde llega a Pondicherry, una pequeña ciudad costera al sur de Madrás que miles de años antes había sido un importante centro de estudio védico. Sri Aurobindo no volvería a pisar la India británica. Sri Aurobindo no abandonaría ya su retiro de Pondicherry.

Revolucionario y yogui, una mixtura difícil de digerir para aquellos que contemplan el yoga desde el prisma budista, ilusionista o gandhiano. Es cierto que Sri Aurobindo siempre negó su vinculación con los actos terroristas de los que se le acusaba, pero no es menos cierto que siempre consideró el alzamiento armado del pueblo indio como una de las vías posibles -la última acaso, pero vía al fin y al cabo- para la conquista de la libertad. Shiva, Rudra, Kali, los aspectos terribles y destructivos de la Divinidad, deben perdurar mientras existan obstáculos y enemigos en la senda del progreso de los hombres y de las naciones. Aurobindo Ghose empezó su yoga en 1904 con un objetivo tan de tierra como éste: lograr poder para su lucha política. Sri Aurobindo acabó su yoga en la tierra en 1950 con un propósito aun más terreno: la iluminación espiritual de la Materia. Durante cuarenta y seis años había sido constante a su ideal y a la dirección de su ideal, sólo se habían ensanchado sus horizontes: en su consciencia, la revolución nacionalista india había crecido hasta convertirse en la revolución integral de toda la Tierra.

Los años de 1908 a 1910 constituyen, en cierto modo, el ecuador de la vida de Sri Aurobindo. ¿Antes? Su vida es la de un hombre corriente salpicada de esos acontecimientos, características personales y aspiraciones en las que los biógrafos creen descubrir los indicios del genio que un día se revelará y alcanzará plena manifestación; pero los biógrafos juegan con ventaja porque conocen el fin de la historia. “¿Sabes -escribía en 1905 Aurobindo Ghose a su mujer Mrinilani, con la que se había casado cuatro años antes- cómo llaman habitualmente las gentes a las ideas, tentativas o aspiraciones que se salen de lo común? Las llaman locuras. No obstante, si el susodicho loco logra el éxito en aquello que había emprendido, ya no se le trata más como a un loco; se ve en él un gran hombre o un hombre de genio. Pero ¿cuántos ven sus esfuerzos coronados por el éxito? Entre los diez mil que se salen de lo ordinario sólo uno alcanza su objetivo. Para mí el éxito está todavía lejos, ni siquiera he penetrado aún en el corazón de la acción; por consiguiente, puede considerárseme todavía un loco. Cierto, es una gran desgracia para una mujer caer en las manos de un loco...”4. Este loco tenía treinta y dos años cuando escribió una de las más tiernas cartas de su vida. Este loco había nacido en Calcuta, capital de Bengala, donde se habla una de las lenguas más dulces y musicales de la tierra, la lengua que Tagore elevaría a categoría universal y que Sri Aurobindo no aprendería hasta su retorno de Inglaterra en 1893. Este loco era hijo de un admirador de la cultura occidental y se educaría en colegios ingleses y en el seno de una familia británica, que se haría cargo de él desde sus siete años. Cuando volvió a su patria con veintiuno, este loco dominaba siete lenguas de occidente, pero no conocía aún ninguna de las seis lenguas indias que aprendería más tarde. En ese 1905, este loco había alcanzado ya la madurez poética con algunas de las obras románticas más bellas que ha dado la lengua inglesa. Pero ¿cuáles eran, en aquel entonces, las locuras de este loco? “Tengo tres locuras. La primera es esta: creo firmemente que las cualidades, los talentos, la cultura, los conocimientos y las riquezas que Dios me ha dado, Le pertenecen enteramente... La segunda locura que ha tomado posesión de mí es la siguiente: a todo precio, quiero ver a Dios cara a cara. La religión de nuestros días consiste simplemente en pronunciar el nombre de Dios en toda ocasión, recitar plegarias en público y hacer muestra de la propia virtud. Esta religión no me interesa lo más mínimo. Si Dios existe, tiene que haber un medio de sentir Su presencia y de verLo cara a cara... Mi tercera locura es esta: mientras las gentes consideran su país como algo puramente material, campos y planicies, bosques, montañas y ríos, para mí mi país es la Madre que yo adoro y venero. ¿Qué haría un hijo si viese a un demonio estrangular a su madre y disponerse a beber su sangre?”5 Hemos dicho que el periodo que transcurre entre 1908 y 1910 es el ecuador de la vida de Sri Aurobindo. Es también la matriz en el Tiempo que dará forma al cuerpo de sus ideales, el yunque donde sus locuras serán templadas y convertidas en metas inexcusables.

1908 es el año de su detención. El “demonio” iba a someterlo a una de las pruebas más duras: la tórrida cárcel de Alipore. La tórrida cárcel de Alipore, cuyas celdas eran visitadas e invadidas por vientos ardientes, por las lluvias de los monzones, por poco amistosas hormigas rojas. Otro hombre con la misma sensibilidad, educación y cultura que Aurobindo Ghose se hubiera quebrado, pero él transformará su infierno en una ocasión para buscar a Dios con intensidad concentrada: “Cuando dormía en la Ignorancia, llegué a un lugar de meditación repleto de hombres santos y hallé insoportable su compañía y el lugar una prisión; cuando desperté, Dios me condujo a la prisión e hizo de

4 Sri Aurobindo, Lettres bengalies pgs.21-22.

5 O.C. pgs.23, 24 & 25.

ella un lugar de meditación y el espacio de nuestra cita”6. Un año de prisión le serviría sobre todo para crecer interiormente, para progresar en su sadhana, para vencerse. Cuando describiese su experiencia carcelaria en los artículos que hoy constituyen el libro Días de Prisión, lo haría sin el menor asomo de rencor hacia sus jueces o sus guardianes, sin la menor pizca de dramatismo y con un humor propio de sus mejores momentos. “Sri Aurobindo decía -le gusta recordar a Nirodbarán, uno de sus más próximos discípulos- que Dios es humor”. Cuando recupere la libertad en Mayo de 1909 y retorne a su actividad intelectual y política, no podrá seguir enfrentando su lucha como lo había hecho hasta ahora. Su tercera locura estaba definitiva e íntimamente incorporada a la urdimbre tejida por las dos primeras. La lucha exterior o era la proyección, la prolongación de la lucha interior o no era nada. Esto no todos sus antiguos compañeros de armas llegarían a comprenderlo.

Cruza el ecuador de su vida. ¿Y después?

IV

La Madre de la Nueva Consciencia

Es imposible hablar de ese Después sin abrir la puerta de nuestra historia a otro personaje definitivo: Mirra Alfassa, que sería llamada La Madre, que gestaría en su propio cuerpo la Nueva Consciencia.

Poco después de su llegada a Pondicherry, Sri Aurobindo fue visitado por un francés, Paul Richard, que había llegado a la colonia para apoyar la campaña política del gobernador. Entre otras, Richard tenía esta locura: hallar a los sabios de la tierra. Profunda debió de ser la impresión que el revolucionario y yogui le causara, pues unos días más tarde, en una conferencia ante una audiencia japonesa, hizo la siguiente declaración: “Está llegando la hora de grandes realizaciones, de grandes eventos y también de grandes hombres, los hombres divinos de Asia. Toda mi vida los he buscado a través del mundo, pues toda mi vida he sentido que debían existir en algún lugar de la tierra, que este mundo moriría si ellos no viviesen. Porque ellos son su luz, su calor, su vida. Es en Asia donde he hallado al más grande entre todos ellos -el líder, el héroe del mañana. Es un Hindú. Su nombre es Aurobindo Ghose”7. Richard volvería a Pondicherry en 1914 y esta vez lo haría con su mujer, Mirra.

Mirra era seis años más joven que Sri Aurobindo. Había nacido el veintiuno de Febrero de 1878 en París, de madre egipcia y padre turco. Desde muy pequeña empezó a tener ese tipo de experiencias que la mente positiva es tan reacia a aceptar, pero que se producen a pesar de ella, son reales a pesar de ella y constituyen la señal de una peculiar amplitud de consciencia y la puerta para alcanzar una amplitud mayor. Peculiar era su modo de contemplar el mundo a los cinco años, peculiar su relación con los objetos, la naturaleza, las personas, peculiares sus experiencias en ese mundo que el hombre corriente llama de los sueños y que el hombre que quiere salir de lo corriente empieza a percibir como algo más vasto, más real. Peculiar y profunda es su mirada en las

6 Sri Aurobindo, Thougts and Aphorisms pg.9.

7 K.R.S. Iyengar, Sri Aurobindo,a Biography and a History, Pondicherry 1972, pg.378.

fotografías que reproducen su imagen cuando apenas había cumplido los diez años. Con una enorme avidez intelectual, Mirra estudió arte, música, matemáticas, filosofía, pero sobre todo se estudió interiormente. Participó de ese París artístico y ocultista de principios de siglo y en 1906, después de una estancia de algo más de un año en Argelia con Max Théon y su esposa, dos personalidades con un profundo saber oculto de los que aprendió todo lo que se podía aprender, fundó en París su primer grupo de trabajo interior. Lo llamo Idea. Fue en 1910 cuando se casó con Richard después de un matrimonio con Henri Morisset que había durado cerca de once años y del que había nacido su hijo André.

Cuando Mirra se encontró en 1914 con Sri Aurobindo, éste llevaba cuatro años de intensa práctica yóguica en Pondicherry, de intensa concentración y consagración a su proceso interior de cuya trascendencia algo puede captarse en su Diario del Yoga, un texto tan increíble como fascinante. Era un 29 de Marzo. Mirra no dijo nada, sólo se sentó a sus pies y dejó que Sri Aurobindo y Richard elevasen su conversación hacia las cimas filosóficas acostumbradas. Al poco rato, sintió que se había hecho el silencio y la paz en su mente. Ya no le abandonarían. Al día siguiente, Mirra escribiría en su diario: “Poco importa que miles de seres se hallen sumergidos en la ignorancia, Ese que hemos visto está en la tierra; su presencia es suficiente para probar que llegará el día en que la sombra será transformada en luz y en el que, efectivamente, Tu reino será instaurado en la tierra”8. Mirra había reconocido en aquel rostro indio al ser que desde hacía mucho tiempo la instruía en sueños y al que llamaba por el nombre de una divinidad hindú: Krishna.

Richard propuso a Sri Aurobindo la publicación de una revista que fuese una síntesis del conocimiento filosófico y espiritual. Sri Aurobindo, que jamás había escrito filosofía ni se había interesado por ella pero que pensaba que un yogui debía poder hacerlo todo, aceptó. El 15 de Agosto de aquel año, fecha en que Sri Aurobindo cumplía cuarenta y dos años, salió el primer número de la revista Arya. Poco después, la primera guerra mundial obligaba a los Richard a volver a Francia y Sri Aurobindo se quedaba con sesenta y cuatro páginas mensuales que satisfacer. Arya existiría siete años y durante esos siete años sería puntual. En Arya aparecerían las series de artículos que hoy constituyen las obras más importantes de Sri Aurobindo: La Vida Divina, La Síntesis del Yoga, Ensayos sobre el Gita, El Secreto del Veda, La Poesía del Futuro, El Ciclo Humano, diversas traducciones de los Upanishads y los Vedas... crítica literaria, sociología, historia, filosofía, filología, miles y miles de páginas escritas desde el silencio mental, escritas desde una consciencia superior que vierte directamente su experiencia sobre una mente en calma convertida en mero canal. Siete años después de iniciar esta experiencia había acabado ya, prácticamente, su obra en prosa. “Suficiente para satisfacer al mental”, diría.

Los Richard volvieron a Pondicherry en 1920 después de una estancia de cuatro años en Japón. Mirra ya no dejaría la India, pero Paul partiría poco tiempo después para no volver a encontrarla. El matrimonio estaba enfermo desde hacía ya mucho tiempo. Desde entonces, Sri Aurobindo y Mirra trabajarían juntos en su empresa espiritual: hacer descender a la tierra la Consciencia-Verdad, la Supermente.

V

8 Mère, Prières et Méditations pg.124.

La Supermente

Una Consciencia-Verdad, un ser que manifieste esta Consciencia-Verdad no sólo en su mente sino también en su vida, en su cuerpo; una Consciencia-Verdad que no es una consciencia construida en torno a una verdad experimentada por el espíritu o aprendida por la mente sino, exacta y precisamente, lo que expresa la íntima unión de esos dos términos en un solo concepto: Consciencia-Verdad, Verdad consciente de sí, Consciencia que surge del cuerpo de la Verdad y en el mismo cuerpo de la Verdad. Mente verdadera, Vida verdadera, Cuerpo verdadero: esto es el Supramental.

¿Comprendemos la magnitud de la transformación a la que se nos invita? Si pensamos que el cambio Supramental es una mera glorificación de lo que ahora somos, una exaltación de los placeres del cuerpo y de las funciones de la vida, la plena satisfacción de nuestros viejos planes individuales y colectivos y un flujo infinito de nuevos datos inflando e inflando el globo de nuestro conocimiento, si es eso lo que pensamos, estamos todavía en el viejo error: no se trata de ser más, sino de empezar a SER. Porque aún no somos, aún no permanecemos, aún no nos poseemos, sólo fluimos sobre la ola del Tiempo, extraviados, durante una mínima fracción de la existencia de nuestro Universo, hacia una playa de la que nadie ha tornado jamás y que todo el mundo teme, y que todo el mundo evita mirar, evita recordar. Y, sin embargo, el recuerdo vivo y constante y lúcido de esa última playa en su ocaso es la llave de la transformación Supramental.

La Muerte. Por miedo a la Muerte o por negarle su último bocado, muchos siguieron los pasos de aquellos que señalaron los rumbos a las Islas Inmortales, las islas de permanencia y calma accesibles sólo al principio esencial del hombre. El viaje es un viaje en la Consciencia, el viaje es un viaje de vuelta: lo divino retorna a lo Divino, lo inmortal a lo Inmortal, lo impersonal a lo Impersonal. Abandonado a sí mismo, lo efímero muere e, identificado a su principio esencial, el ser retorna a allí de donde, en realidad, jamás salió. La Tierra queda abandonada a su deriva en un Universo demasiado grande y tenebroso, la paradoja sin resolver: lo Eterno y Divino despierta a sí mismo después de una pesadilla incomprensible, de un desmayo fugaz en el Tiempo. El viaje ha sido sólo el sueño del viaje, un viaje en la paradoja, en el absurdo. ¿Es éste el enigma de nuestro Mundo? ¿O bien el Mundo tiene un sentido, es decir, una verdad, que nuestra mente no logra alcanzar, la vida no consigue atrapar, el cuerpo no sabe manifestar, del mismo modo que la Consciencia Divina, el Cielo o el Nirvana no pueden resolver? Pero ¿no son los Cielos, la Consciencia Cósmica, el Nirvana y el resto de las Islas Inmortales verdades permanentes y eternas a las que es posible remontarse por las sendas de antaño? Entonces, ¿qué sentido podría tener este mundo efímero más que el de mera ilusión o, como mucho, el de ser una plataforma desde la que tomar impulso para afrontar el vuelo de las águilas? El vuelo es un vuelo en la Consciencia, cada una de las Islas Inmortales contempla, desde su propio espacio-verdad, el mar fundido a lo lejos con el horizonte del Infinito; pero no es el mar ni el horizonte ni cada una de las gotas del mar gustándose a sí misma y gustando a todas las otras gotas del mar, a la vez quieta en la eternidad del Mar y viajando en cada una de las olas del Tiempo hacia todas las playas, hacia la Última incluso, que ha dejado de ser un ocaso sombrío para ser el horizonte de una aurora de oro siempre y siempre renovada. Esto es la Supermente. Unión de la verdad Infinita y finita, de la verdad Eterna y temporal, de la verdad de lo Uno y lo múltiple o, si se prefiere, disolución del velo que nos obligaba a contemplar estas realidades como pares de opuestos, que nos

obligaba a pensarnos como seres limitados en su conocimiento, en su capacidad de acción, en la duración, seres separados en el espacio y el tiempo de un Espacio-Tiempo infinito y vano. El Ser Supramental es aquel que posee su verdad infinita y su verdad finita, su verdad Una y su verdad múltiple y su verdad individual; es aquel cuya cabeza se halla inmersa en el quieto mediodía de la Eternidad mientras sus pies caminan de aurora en aurora a través del Tiempo; es el que se posee en todos y cada uno de los niveles de su ser: ya no danza al compás de la alegría o la tristeza de los sentimientos confundido por los pensamientos y limitado por la oscuridad subconsciente de un cuerpo, ya no es esclavo de los ciclos ni de los ritmos interpretados por un azar desconocido, sino que es el gran compositor, el gran conocedor de las claves y sus instrumentos. “Es -escribe Satprem- el poeta de la edad futura. Y su poema es una corriente de verdad en la que cada sílaba creadora de hechos y materias se acorda a la gran Armonía: una recreación de la materia por la música de verdad de la materia. Por esta música, él transmuta; por esta música, él comunica; por esta música, él conoce y ama -porque, en verdad, ese Ritmo es la vibración misma del Amor que concibe los mundos y en su canto los porta para siempre9“. El Ser Supramental es el que CONOCE, el que PUEDE, el que GOZA, el que no acepta otro límite a su conocimiento, poder y deleite más que el que él mismo se impone en el juego de su manifestación progresiva. Porque en él la evolución continúa, pero lo hace de perfección en perfección. Así, la Supermente es el rostro que responde a la Esfinge y su paradoja ancestral, la daga que rasga uno tras otro los velos, la gran aniquiladora de límites, pues ¿qué límite, qué compromiso con la mentira, podría aceptar la Consciencia-Verdad infinita?

Y la Muerte. Volvamos a aquella última playa en su ocaso cuyo recuerdo lúcido y vivo hemos dicho que era la llave de la transformación supramental. La Supermente se conquista en su propio plano, esa región de la Consciencia que los rishis del Himalaya, cinco mil años antes de Cristo, llamaron Puerta del Sol y que se halla a medio camino entre el hemisferio inferior de mente, vida y cuerpo y el hemisferio superior de Ser, Consciencia y Gozo infinitos. Es, en realidad, el gran prisma entre la existencia infinita, una y eterna y la existencia finita, múltiple, temporal. Su conquista supone un ascenso en la Consciencia a través de las regiones de la Mente Espiritual, la Intuición y la Sobremente y una inmersión consciente y repetida en el nivel Supramental. Con ello sólo hemos tomado consciencia de lo que ya somos allí, hemos llevado nuestra consciencia activa hasta nuestra realidad divina estableciendo el puente entre un extremo y otro de nuestro ser, pero si a este ascenso no siguiese un descenso, si a este llevar allí nuestra consciencia terrestre no siguiese un traer aquí nuestra consciencia supramental, nos hallaríamos frente al viejo vuelo de las águilas hacia las Islas de Inmortalidad que deja la paradoja irresuelta y la Tierra bajo las garras de la Esfinge. Hacer descender la consciencia supramental significa supramentalizar la mente, supramentalizar la vida, el cuerpo; hacer de ellos Mente y Vida y Cuerpo verdaderos; deshacer la urdimbre de mentira, de límites, tramada en torno a ellos. Porque, aquí, límite es sinónimo de mentira: todos los “no puedes” impuestos a nuestra mente, vida y cuerpo por la Naturaleza no son sino los muros sin los cuales no puede vivir el ego individual, la gran deformación de nuestra personalidad real y divina; todos los “no puedes” no son sino la distorsión en un flujo armónico de energía y potencia infinitas. Cada “no puedes” es una pequeña muerte de “lo que podrías ser”, es el cómplice de una personalidad que quiere seguir siendo idéntica a sí misma; pero cada “no puedes” es una pequeña muerte que conduce a la Muerte final, pues esa personalidad no ha sido nada de lo que “podía SER” y, por otra

9 Satprem, La Genèse du Surhomme pgs.241-242.

parte, su “ser idéntica a sí misma” no era sino ilusión de ser y vanidad de identidad. Así, cada límite es un paso hacia la Muerte, y el ego, que vive por ellos y en ellos, es el gran ingeniero del camino de la Muerte y el hijo de la Muerte. La Muerte es el gran límite, la gran mentira oculta en los pliegues inconscientes de nuestro ser, de la que nace todo otro límite, toda otra mentira. La derrota del cuerpo en su voluntad de perdurar no es más que uno de los aspectos de la Muerte, la gran mentira, que vence a todo aquello en el hombre que, en el momento crucial, no es capaz de responder a su irónico enigma y desafío: “Si eres, ¿por qué acariciado por mí será como si nunca hubieras sido?” Si la Consciencia-Verdad debe caminar erguida sobre la Tierra, la raíz de toda mentira debe ser extirpada y es la profundidad inconsciente del cuerpo su morada última. La conquista de la Inmortalidad no es fruto del deseo caprichoso de perdurar sino de la necesidad de llevar la luz y la verdad de una consciencia perfecta al extremo inconsciente y oscuro de la realidad, de rendir el último refugio de la Nada, de la Mentira, de la Amenaza y el Miedo.

VI

¿Por qué mueren los Inmortales?

Sri Aurobindo empezó su práctica del yoga en 1904. En 1908, en Baroda, guiado por Vishnu Bashkar Lele, un yogui del estado de Maharastra, alcanzó la realización del Nirvana, la consciencia impersonal y silenciosa. En 1909, en la cárcel de Alipore, tuvo la realización de la Consciencia Cósmica y Divina. Ya desde Pondicherry, probablemente entre 1915 y 1918, escribía a su mujer Mrinilani, que permanecía en la India del norte: “Se está efectuando en mí un cambio decisivo. Cada vez más, me siento habitado por la presencia de la Madre divina. Cuando el cambio culmine y esta Presencia sea en mí permanente, no podrá haber más separación entre nosotros; pues el día de la Realización está próximo”10. Poco después, en 1920, Sri Aurobindo escribía a su hermano Barindra: “Tras quince años, no he llegado sino al más bajo de los niveles del Supramental y me esfuerzo por elevar a él todas las actividades inferiores del ser”11. Entre 1920 y 1923, Sri Aurobindo penetró más y más en el Supramental haciendo descender el Poder y la Luz superiores sobre su mente y su consciencia vital. Entre 1923 y 1926, su trabajo se concentró en la iluminación de las regiones más oscuras del ser: el nivel vital-físico y el material, las regiones subconscientes e inconscientes. Hasta este momento, su progreso yóguico había avanzado rápidamente; a partir de ahora, cada batalla debería ser ganada una y otra vez; sin embargo, su proceso de supramentalización del cuerpo estaba ya avanzado por estas fechas: “En el presente -comentaba en 1923 en el curso de una charla- por el poder Supramental cualquier fuerza que ataque el cuerpo puede ser rechazada. Cuando el proceso culmine, ninguna fuerza podrá atacarlo siquiera”. “La cuestión es entonces la inmortalidad” -replicó un discípulo.”Sí” -repuso Sri Aurobindo12. En 1924, en el curso de la celebración de su cumpleaños, comentó:”Hay tres cosas que pueden provocarme la muerte: 1.Sorpresa violenta y accidente; 2.Acción de la edad; 3.Mi propia elección, si comprendiese o me fuese mostrado que éste no es el momento de culminar mi

10 Sri Aurobindo, Lettres Bengalies pg.35. Mrinilani murió en1918 sin volver a ver físicamente a Sri Aurobindo.

11 O.C. pg.54.

12 Purani, Evening Talks pg.485.

labor”13. La clave de la última transformación -había ido descubriendo Sri Aurobindo- se hallaba en el inconsciente celular. Las dificultades de trabajar en esas honduras de la consciencia eran tremendas. El 15 de Agosto de 1926, Sri Aurobindo, respondiendo a la pregunta de un discípulo respecto a cuáles eran las condiciones a satisfacer para vencer la resistencia del inconsciente, hizo la siguiente declaración: “La condición es que el hombre logre establecer un contacto directo con el mundo de los Dioses, sólo así sería posible”14. En la terminología de Sri Aurobindo, el mundo de los Dioses es la región Sobremental, borde inferior de la Supermente en la que el hombre se torna consciente de los Poderes divinos no limitados. El 24 de Noviembre de aquel mismo año, el contacto se estableció y la Sobremente descendió a la consciencia física de Sri Aurobindo. Desde ese día, el revolucionario que había llevado su lucha a los últimos muros de la cárcel humana, a los más profundos y ocultos, se retiró del contacto físico con las gentes y emprendió una batalla larga y solitaria contra la última máscara de la Mentira, contra el último Límite. Hasta el final de su vida no volvería a abandonar sus habitaciones. En 1950, Sri Aurobindo dejaba su cuerpo. La causa física: una uremia. ¿Por qué caía el guerrero de la Inmortalidad?

1950: Atrás quedaría una comunidad de cerca de mil personas reunidas poco a poco en torno a él desde su llegada a Pondicherry y dirigida por Mirra, la Madre, desde su retiro en el veintiséis. Una comunidad de gentes de todos los estratos sociales, de diversos países, representantes de todas las dificultades y potencialidades terrestres y humanas, que habían acudido a él fascinados por este yogui que no negaba la vida, que no negaba ninguno de los niveles existenciales del hombre, sino que trataba de elevarlos a una forma superior, a un sentido divino. Porque era el suyo un yoga en el que había lugar para la inteligencia, para el arte, para la poesía, para el deporte; era el suyo un yoga en el que cada potencialidad, cada actividad humana, eran los elementos, los matices necesarios de un desarrollo complejo del ser y la expresión de una consciencia humana ampliada y enriquecida. Atrás quedaría una obra intelectual tan vasta como profunda; atrás su ideal político de unidad humana; atrás décadas de poesía, desde sus lejanas obras románticas hasta los experimentos métricos de sus últimos años y su gran épica Savitri, el moderno Veda. Como una capa de rocío finísima pero muy fresca, Sri Aurobindo había extendido la vibración de la Nueva Consciencia sobre el ancho campo del ser y el hacer humanos. Más allá de las tradicionales devoción, acción y conocimiento -bhakti, karma y jñana-, Sri Aurobindo le había abierto a la mente la puerta al yoga de una nueva filosofía, un nuevo modo de aspirar al saber, a través de una calma receptiva a la Luz superior; al corazón le había abierto la puerta de la poesía, una poesía consciente de su origen, de los planos de consciencia donde reside su fuente de inspiración, poseedora y portadora de ritmos nuevos; al cuerpo, sobre todo a él, le había abierto la puerta de la esperanza: también esta parte del ser, despreciada por los yogas tradicionales, podía aspirar desde ahora a la iluminación y a la inmortalidad. Pero él, Sri Aurobindo, se iba, ¿dejaba su cuerpo de aspirar a esa iluminación e inmortalidad?

1950: Delante quedaba ella, la Madre, frente a una comunidad de seres que se preguntaban la razón de aquella derrota, se preguntaban si debían perder, ellos también, la esperanza de vencer algún día al gran enemigo del Yoga Supramental. Pero quedaba ella. Y su lucha, que se prolongaría veintitrés años más. En 1958, la Madre se retiró aunque de

13 O.C. pg.493.

14 O.C. pg.509.

un modo menos definitivo que Sri Aurobindo. Todavía masas de gente seguirían visitándola y lo harían casi hasta el final de su vida. La lucha de la Madre iba a ser el yoga del cuerpo, el yoga de la materia, el yoga de las células en un nivel de profundidad no alcanzado todavía. Sus conquistas en los niveles superiores de consciencia debían quedar velados, sus éxtasis interrumpidos, sus poderes cancelados, hasta que el cuerpo, hasta que cada una de las células, invocando la Luz y Poder superiores, los hiciese renacer en sí. Tal como decía la Madre, había que saber perderlo todo para ganarlo todo. La crónica de esos años de lucha se la debemos al escritor francés Satprem, que acompañó a la Madre en sus últimos años y creyó en ella más allá de toda apariencia de derrota externa. Porque exteriormente la Madre parecía caminar de derrota en derrota y su combate solitario e incomprensible les parecía a muchos locura caminando de la mano de la edad. A muchos de los que tuvieron la oportunidad de verla por primera vez en su último periodo se les oye comentar: “Me acerqué a ella con el corazón encogido pensando que iba a contemplar una ruina física. De pronto, erguido ante ella, me invadió un torrente de consciencia potentísimo que, inexplicablemente, habitaba aquel cuerpo gastado por la edad”.No podemos hacernos una idea de lo que fue el yoga de la Madre en la materia sin leer las obras de Satprem, que tan profundamente comprendió la trascendencia de aquel esfuerzo para toda la Tierra. Su yoga consistía en ir liberando las crisis en forma de trauma y enfermedad que existen en el inconsciente celular, cada uno de esos pequeños o grandes lobos, pequeñas o grandes muertes, y en enseñar a las células a oponer a la vibración de dolor y entropía la de una Armonía y bienestar superiores. Veintitrés años en el campo de batalla de un cuerpo que camina hacia sus noventa y cinco. Seis meses antes de su muerte, la puerta de la Madre se cerró para todos los que no pertenecían al pequeño grupo de servidores personales. También Satprem, el hombre acaso que más fe había tenido en ella, vio cerrado su acceso a la Madre. El 17 de Noviembre de 1973, ésta dejaba su cuerpo, su campo de batalla en la materia. Repetidamente había avisado a todos aquellos que la rodeaban de que su cuerpo debía ser cuidadosamente preservado hasta que mostrase los primeros síntomas de descomposición: un largo trance de carácter cataléptico podía ser necesario para la culminación de su trabajo. Inexplicablemente, seis horas después de que los médicos certificasen su muerte, el cuerpo fue expuesto al adiós de los miles de personas que desfilarían ante él. ¿Caía pues derrotado el segundo guerrero de la Inmortalidad? Sri Aurobindo y la Madre habían venido a REALIZAR, pero ¿QUÉ habían realizado?

1950: Cuando Champaklal, el servidor personal de Sri Aurobindo desde 1926, vio el extraño progreso de la enfermedad del maestro, le dijo: “No estás utilizando tu poder Supramental para curarte, ¿verdad?” “No” -respondió Sri Aurobindo. “¿Por qué?” -insistió Champaklal. “No puedo explicarlo, no lo entenderíais”15. Había un obstáculo en el proceso de transformación de la substancia terrestre que sólo podía ser superado si un cuerpo capaz de absorber toda la luz Supramental aceptaba en sí toda la oscuridad de la muerte. “Su muerte -explica Amal Kiran, uno de los más brillantes intelectuales contemporáneos de la India- determinó, en principio, el fin de la muerte. Algo se realizaba en el mundo oculto que sería el fin de la muerte. Yéndose él, la muerte fue absorbida y neutralizada y anulada. Así, el principio de la inmortalidad del cuerpo fue sembrado de este modo, un modo muy paradójico. Sri Aurobindo había dicho: ‘Seguiré hasta conquistar o perecer’. En mi artículo El Tránsito de Sri Aurobindo, su Significación Interior y Consecuencia, expliqué que aquella frase había que reformularla del siguiente

15 Iyengar, O.C.

modo: ‘Conquistar pereciendo’”16. La Muerte debía ser enfrentada en su propio plano y su enigma y desafío respondido, la Muerte debía ser convencida de que sólo es verdaderamente mortal lo que nunca ha estado verdaderamente vivo: sólo muere la Muerte... para que la Vida sea.

1973: “Me hallaba roto -escribe Satprem-, quebrado aquel 18 de Noviembre -no había en mí más que un dolor de cabeza cegador y unos ojos vacíos que miraban y miraban aquel desfile de muertos. Y entonces, de pronto, tuve la más formidable experiencia de mi vida, ¡yo, que tanto me quejaba a la Madre de no tener nunca experiencias!... Ella me tomó en sus brazos. Me elevó más allá de mi dolor de cabeza, más allá de aquella muchedumbre, más allá de todos aquellos pequeños cuerpos incomprensibles -y, luego, una explosión. Entré en un carillón formidable -vasto como el universo, por encima de todo universo, de todas las vidas, los cuerpos y, sin embargo, DENTRO-, un sonido gigantesco de campana que sacudía los mundos, sacudía las penas, sacudía los porqués, los cómos y yo no me hallaba más que en ese SONIDO formidable del que cada uno de los golpes resonaba en todo el universo: NO HAY OBSTACULO, NADA IMPIDE; NO HAY OBSTACULO, NADA IMPIDE; NO HAY OBSTACULO, NADA IMPIDE... tañido al vuelo, y era todo el mundo lo que volaba en ese torrente de gozo, imperioso, irresistible -triunfante. NADA IMPIDE... Era el nuevo mundo inevitable. Estaba allí. Estaba hecho. Todo mi cuerpo temblaba”17.

Sri Aurobindo y la Madre se habían retirado de la escena más exterior, pero su muerte no podía considerarse una derrota. Retirándose habían acabado de preparar el carro de fuego que debía transportar al Nuevo Mundo, al ecosistema de la Nueva Consciencia, la Tierra entera... porque su obra tiene, ante todo, un propósito evolutivo, es un paso más en la manifestación de la Consciencia en nuestro Universo. Quedaba ahora a los hombres la tarea de domar los potros y uncirlos al carro preparado por ellos.

VII

Los Tres Potros

Finales del setenta y tres, y en Pondicherry quedaba una comunidad de cerca de dos mil quinientos miembros de la que habían partido sus guías y fundadores. Junto a Pondicherry quedaba Auroville, la ciudad fundada por la Madre en 1968 con gentes de todos los países, independiente de todo gobierno, expresión de su sueño de unidad y universalidad humanas, expresión de su sueño de una sadhana colectiva en la búsqueda de un nuevo modo de convivir, amar, conocer y educar. Auroville, la ciudad de la Aurora, fundada en una tierra desértica para encarnar algún día un cuerpo arquitectónico cuya forma sería la de la galaxia; potentes brazos curvos irradiando desde una imponente esfera central: el Matrimandir, la morada de la Madre Divina. Y además estaba Satprem.

En ese 1973, para Satprem los miembros del Ashram eran los grandes negadores de la obra de la Madre, aquellos que habían sido incapaces de comprenderla, de amarla, aquellos que le habían impedido llevar su experimento hasta el final; aquellos que, en

16 Matrimandir No.3 pg.10.

17 Satprem, L’Agenda de Mère vol.XIII pgs.431-432.

cierto modo, la habían asesinado. Para el Ashram, Satprem era el niño díscolo, egocéntrico, incapaz de aceptar otra verdad que la propia, incapaz de aceptar que el yoga de Sri Aurobindo era más vasto y complejo que lo que puede deducirse a partir de La Agenda. Así, Satprem partió del Ashram con un único objetivo: salvar y publicar íntegramente el excepcional documento que constituye La Agenda, miles de páginas que reproducen las entrevistas periódicas de Satprem con la Madre, un minucioso seguimiento de su aventura celular. Por su parte, Auroville, después de una idílica relación con el Ashram rompió sus lazos con ella al hacerse evidente que algunos de los miembros que detentaban su poder económico querían ejercer pleno dominio sobre la ciudad y convertirla poco menos que en un circo espiritual. Un tiempo después, un grupo de aurovilianos seguidores de Satprem abandonaba la ciudad de la Aurora por considerar que ésta derivaba peligrosamente alejándose del sueño de la Madre. Un cartel colocado en el centro de la ciudad rezaba dramáticamente: “La Agenda abandona Auroville”. Empezaba la guerra de las mutuas descalificaciones, una guerra que absurdamente se propagaría más allá de la India: El Instituto de Estudios Evolutivos, fundado por Satprem y con centros en diversos países, se apartaría de los centros relacionados con el Ashram de Pondicherry y con las asociaciones de ayuda a Auroville. Centros y asociaciones vivirían desde entonces de espaldas los unos a las otras. Cada uno de los tres potros quería ser el único verdadero, el único elegido. Donde hay sembrado un grano de Verdad, escupe la mentira.

Y, sin embargo, el Ashram, con todos los defectos propios de una comunidad humana pero lejos de ser una experiencia acabada como pensaba Satprem, sería el habitat de una vibración profundamente devocional y espiritual y el lugar de crecimiento de unas personas de innegable altura intelectual, espiritual y humana. Auroville, con todos sus errores, con todas sus limitaciones pero lejos de ser un barco naufragado, habría de convertirse en el ecosistema propio de un yoga de crecimiento colectivo donde serían profundamente trabajadas las capacidades humanas de planificación, de creatividad y experimentación, de desegocentrización y relación con el resto de los elementos del grupo; en definitiva, de divinización de la vida colectiva y cotidiana. Y Satprem, finalmente, con todos los fallos propios, y con toda la grandeza, de un ser humano capaz de creer en una verdad hasta el final, habría de ser el exponente de la obra de la Madre y, acaso, el más valeroso continuador de su yoga en las células. El carro de fuego requería los tres potros. El Yoga de Sri Aurobindo es como un castillo con muchas puertas: todo hombre está llamado a participar de él porque no existe ningún hombre que no esté llamado a participar de la evolución de la raza, pero no todo hombre está llamado a cruzar todas las puertas. Unos realizarán este yoga sin saberlo, compartiendo inconscientemente el progreso de la Tierra; otros lo harán con su corazón escribiendo o leyendo la poesía de la Nueva Consciencia o, simplemente, ofreciendo flores e incienso en la tumba de Sri Aurobindo y Madre o en la calma de su propia casa; otros entrarán por la puerta de la mente y aspirarán a un ascenso continuo a través de las regiones del conocimiento; otros, finalmente, acaso los más osados, se arrojen a las honduras celulares y busquen en la oscuridad del inconsciente los senderos abiertos por la Madre. La Tierra es un cuerpo, cada uno de sus órganos, de sus elementos tiene señalada su propia función y dirección. El Yoga Supramental, el Yoga Evolutivo, acepta a todos, a cada cual con sus posibilidades y dificultades, sus potencias y limitaciones: la Nueva Consciencia, la Consciencia infinita, sólo puede ser hallada en un horizonte infinito, mucho más allá de todo viejo exclusivismo religioso. Su Verdad no puede ser impuesta ni capitalizada, es ella misma la que traza el sendero de su manifestación, simple a veces, a veces a través de un complejo juego de fuerzas.

Muchos han comprendido ya que los potros están a punto para ser uncidos al carro. La era de las viejas descalificaciones ha pasado y las nuevas sólo manifiestan la estrechez de horizontes, el sectarismo oxidado y la mal disimulada voluntad de líderes de quienes las realizan. El poder de la Nueva Consciencia guía al mundo hacia una nueva Unidad.

SRI AUROBINDO

Y LA NUEVA CONSCIENCIA

Cada vez con una mayor fuerza y un poder evocador más grande, el concepto de Nueva Consciencia trata de expresarse a través de una parte de la mentalidad occidental, esa parte que ha comprendido íntimamente la necesidad de un cambio de consciencia, de un paso evolutivo más allá de nuestra mente humana, para la superación de la crisis actual del hombre. Porque el hombre se halla, verdaderamente, ante la última y más apremiante de sus crisis, que podría resumirse del siguiente modo: cómo ir más allá de sí mismo para encontrar el sentido profundo de sí mismo.

Existen dos formas principales de abordar el concepto Nueva Consciencia, existen dos significados máximos del mismo: para algunos, Nueva Consciencia significa todo aquel conjunto de viejos arcanos de la consciencia que la mente occidental ha empezado a penetrar y a convertir en materia de divulgación a finales del siglo presente. La psicología transpersonal, inspirada en antiguas doctrinas de Oriente, o las experiencias de Castaneda en los planos sutiles vitales aceptan perfectamente este significado de Nueva Consciencia. Para otros, Nueva Consciencia indicaría no tanto la consciencia que se ha hecho o se está haciendo nueva para Occidente, sino la consciencia que debe manifestarse en la raza humana fruto de la evolución terrestre. Las especulaciones de Teilhard de Chardin y la dirección evolutiva señalada por Sri Aurobindo son, acaso, los dos ejemplos más evidentes de este segundo sentido de Nueva Consciencia. Una diferencia fundamental existe, sin embargo, entre el pensamiento de uno y otro autor: mientras que el de Teilhard de Chardin hallaba su fuente de inspiración en una intuición profunda de lo que habría de llegar, necesariamente, a la Tierra, el de Sri Aurobindo era fruto de su propia realización espiritual y expresión, por tanto, de una certeza.

Sri Aurobindo, nacido veintiocho años antes del comienzo de este siglo y desaparecido en su justa mitad, vivió desde 1910 en una pequeña ciudad al sur de Madrás, Pondicherry, una antigua colonia francesa, y trabajó allí, junto con su colaboradora Mirra Alfassa, para la aparición de esa Nueva Consciencia en la Tierra. La ciencia contemporánea, que ha aceptado en una amplia mayoría el paradigma holográfico, admite que la información contenida en un punto del universo se halla, de algún modo, contenida en el resto de los puntos del universo y que las variaciones que se produzcan en un punto se transmitirán al resto de los puntos. La mística, desde siempre, ha sabido que, de una u otra forma, lo que un hombre realiza en sí se convierte automáticamente en patrimonio de toda la raza y se torna accesible a todos los hombres. Así, la labor de encarnar en sí una nueva consciencia constituye, en cierto modo, el preludio, la antecámara del siguiente paso evolutivo de toda la especie.

Lo que Sri Aurobindo trató de encarnar en sí no fue la Consciencia Cósmica, el Tao o el Nirvana. Estas consciencias forman parte de las viejas conquistas de la raza y constituyen realizaciones logradas desde la mente que, aunque sean definitivas y radicalmente transformadoras para el individuo interior, apenas cambian nada en el exterior, la vida y el cuerpo apenas reciben algo de su luz, y la Tierra sigue doliéndose de sus antiguas llagas. Ahora bien, si el hombre exterior, y con él la vida, la sociedad, la Tierra, debe ser transformado, si se desea un paso adelante en la evolución, resulta imprescindible hallar esa consciencia que actúe como prisma entre los niveles de Consciencia Infinita, Una y Eterna -Tao, Sachchidananda, Consciencia Cósmica, etc.- y

el nivel de consciencia finita, múltiple y temporal; entre lo que los antiguos místicos llamaban el Hemisferio Superior de Ser, Consciencia y Gozo infinitos y el hemisferio inferior de mente, vida y materia limitadas. Esa consciencia-prisma la habían hallado ya miles de años antes de Cristo los Rishis del Himalaya: la llamaron Rita-Cit, Verdad-Consciencia.

Sri Aurobindo caminó por las sendas abiertas por los antiguos Rishis Védicos, pero no se detuvo en ellas. Si el camino de los Rishis, como el de los alquimistas, era el de un ascenso continuo hacia reinos más allá de este mundo, el de Sri Aurobindo era un sendero de ida y vuelta, de ascenso y descenso, de conquista de la Verdad-Consciencia -a la que él denominó Supermente- para la transformación de la Materia. La Supermente debía descender hasta el cuerpo, hasta las mismísimas células, y transformar la experiencia de la vida y la materia en una experiencia de la Vida-Verdad y Materia-Verdad, en una experiencia de la Vida y la Materia tal y como éstas aparecerían al Ojo Divino y no al ojo limitado y obscurecido del ser humano actual. Encarnar la Supermente en la totalidad del ser, desde sus niveles superiores de consciencia hasta los más bajos y materiales, significaría poseer al mismo tiempo la verdad infinita, una y eterna y la verdad finita, múltiple y temporal; pasar de una evolución incierta y problemática, salpicada de crisis profundas y dolorosas, a una progresión de perfección en perfección; significaría poseerse integralmente en la propia realidad esencial y en una capacidad de automanifestación ilimitada.

Las obras, los textos, notas y diarios de viaje de Sri Aurobindo y sus más íntimos colaboradores muestran que se ha avanzado mucho en la labor del establecimiento de esta nueva consciencia en la Tierra -que, al principio, no se manifestará en su total plenitud sino venciendo progresivamente las condiciones impuestas por la Materia. Resta a la raza de los hombres culminar la tarea.

EL YOGA INTEGRAL

DE ‘LA LABOR DE UN DIOS’

1

LA LABOR DE UN DIOS

Sri Aurobindo (1936)

He reunido a mis sueños en un aire de plata,

Entre el oro y el azul.

Suavemente arropados, allí los dejé,

Mis sueños diamantinos de ti.

Tuve la esperanza de tender un puente arcoiris

Que cielo y suelo maridase

Y sembrar, en este planeta danzante,

El carácter del infinito.

Mas muy brillantes nuestros cielos se alzaban, y muy lejanos,

Muy frágil su etérea substancia.

Espléndida y repentina nuestra luz no pudo arraigar;

Las raíces la hondura no alcanzaban.

Aquel que los cielos a la tierra haya de traer

Deberá descender a la arcilla,

Tomar sobre sí la carga terrena

Y hollar el camino del dolor.

Forzando al dios en mí he descendido

Aquí, a la sórdida tierra,

Ignorante, laborando, brote humano

Entre las puertas de la muerte y el nacer.

Largo y hondo yo he cavado

Entre el horror de las heces y el barro

Un lecho para la música del río de oro,

Morada del fuego inmortal.

En la noche de la Materia he sufrido y trabajado

Para traer el fuego al hombre;

Mas el odio, el infierno del rencor humano,

Desde el alba del mundo son mi salario.

Porque es víctima su mente de su propia bestia;

Con la esperanza de vencer a sus pasiones,

En sí cobija un Elfo sombrío

Enamorado de la pena y el pecado.

Ante la llama del cielo el Elfo gris se estremece

Y tiembla ante todo lo que es puro;

Sólo por el placer y la pasión y el dolor

Su drama perdura.

Alrededor, todo es tiniebla y batalla;

Pues las luces que los hombres llaman soles

Son efímeros destellos que al pozo de esta vida

Arrojan los Inmortales.

Prende el hombre sus antorchas de esperanza

Que le guían hasta un risco peligroso;

Un fragmento de la Verdad es su más vasto horizonte

Y una posada su peregrinaje.

La Verdad de verdades niega el hombre y teme,

La Luz de luces rechaza,

A dioses ignorantes su grito eleva

O endemoniados altares elige.

Todo lo que hallado fue debe ser otra vez buscado,

Cada enemigo muerto revive,

Cada batalla es por siempre lidiada y lidiada

En incontables vidas inútiles.

Mis heridas abiertas son una y mil

Y atacan los reyes Titanes,

Pero hasta ver cumplida mi obra no cesaré

Y establecida la voluntad eterna.

¡Cómo se burlan de mí diablos y hombres!

“Tu esperanza es la cabeza de Quimera

Pintando el cielo con su fiera mancha;

Caerás y junto a ti caído yacerá tu empeño.

“¿Quién eres tú que de la divina paz balbuceas

Y del gozo y de las estancias de oro

A nosotros, desamparados seres en inconscientes mares,

Y al férreo destino mortal sujetos?

“Nuestra es esta tierra, reino de la Noche

Para el parpadeo de nuestros fuegos fatuos.

¿Cómo soportaría la Luz sagrada

O deseos de dios padecería?

“¡Matémosle y que cese ya su andadura!

Nuestros corazones reposarán entonces

Del clamor y de la carga de tanta gloria y tanta fuerza,

Del estorbo de su paz blanca y vasta.”

Pero ahí el dios, en mi pecho mortal,

Que lucha con error y con destino

Y la senda traza entre el lodo y la ceniza

Para el Inmaculado innombrable.

Una voz gritaba: “¡Adonde nadie ha ido vé!

Cava hondo, aun más hondo,

Hasta que el terrible cimiento alcances

Y la puerta golpees que llave no abre”.

Una mentira vi plantada en la hondura,

En la misma raíz de las cosas,

Donde vela la Esfinge gris el enigma del sueño Divino

Sobre las alas extendidas del Dragón.

Abandoné en su superficie a los dioses de la mente,

Y los mares de la vida, insatisfechos,

Y en las rutas de la carne me hundí a ciegas

Hacia los profundos misterios.

Yo he cavado a través del mudo y terrible corazón de la Tierra

Y he oído el tañido de su misa negra.

Yo he visto la fuente de su agonía

Y la íntima razón del infierno.

Sobre mí el murmullo del dragón,

Y las voces de los duendes aletean;

Yo he penetrado el Vacío del que nació el Pensamiento,

Y vagado en la sima insondable.

Desesperada escalera mis pies hollaron

Armado de paz ilimitada,

Trayendo los fuegos del esplendor Divino

Al abismo humano.

Aquel que yo soy conmigo estaba todavía;

Todos los velos ahora caen rasgados.

He oído Su voz y Su voluntad portado

En mi vasta frente inalterable.

Salvada está la brecha entre lo alto y las honduras,

Las aguas de oro se derraman

Por el monte que corona el arco iris

Y de orilla a orilla relucen.

En el pecho de la tierra el fuego celeste es prendido.

Y arden aquí ya los soles inmortales;

A través de una grieta milagrosa en el umbral del nacer

Los espíritus encarnados palpitan

Como llamas que aspirasen a reinos de Verdad y Encanto:

La escalera de oro rojo descienden

Los radiantes niños del Paraíso

Entonando el fin de las tinieblas.

Un poco más y las nuevas puertas de la vida

Serán labradas en luz de plata,

Con sus áureos techos y mosaicos de sus suelos,

En un mundo vasto, desnudo, luminoso.

Abandonaré mis sueños en su aire de plata,

Pues en vestido de oro y azul,

Caminará por la tierra encarnada y hermosa

Tu viviente verdad18.

18Amal Kiran escribió en su obra Sri Aurobindo the Poet (pg. 141) ‘...lo que constituye quizás el poema místico más conmovedor de Sri Aurobindo, La Labor de un Dios, posee a lo largo de sus treinta y una estrofas la vibración psíquica’.

La presente traducción pretende ante todo ser fiel al orden y sentido original de los versos y no se ha permitido ninguna de las licencias literarias que hubiesen podido hacer de ella una pieza auténticamente poética. Somos conscientes, sin embargo, que en poesía, sobre todo, no se puede ser literalmente fiel sin pecar de infidelidad contra la esencia y alma misma de los versos, que es de la naturaleza del ritmo y de la música.

2

COMENTARIO A PARTIR DEL POEMA

I

La labor de un dios. Y la labor de un dios es esencialmente cosmizadora, organizadora. El dios védico, el deva, es un intermediario entre el hemisferio superior y el inferior, entre el mundo ideal y el de los hombres19. Su mediación consiste en llevar la luz de arriba a la tiniebla de abajo, en aliarse a las fuerzas que operan a favor de la evolución, entendida ésta como la búsqueda y progresiva expresión, en este plano de la manifestación, de un principio superior, sobrehumano, perfecto. Así, su labor se ejerce sobre los diferentes niveles de la Realidad que se hallan aún gobernados por el caos y que son, por esta razón, incapaces de expresar al Supremo oculto en ellos; su trabajo es una batalla contra las fuerzas comprometidas en mantener esos niveles sujetos a la ignorancia y a la oscuridad, a la limitación y al imperio de la muerte.

Pero el dios y, por tanto, su labor cosmizadora tienen una dimensión macrocósmica tanto como microcósmica. En realidad, a cierto nivel de la consciencia, si hemos de aceptar el testimonio de místicos de la categoría de Sri Aurobindo, la diferencia entre una y otra dimensión desaparece. La relación del Todo con el hombre corresponde, tal como lo expresan algunos físicos contemporáneos, a la del holograma con cada una de sus partes. Como en el macrocosmos, en el microcosmos humano la figura del dios supondrá la personificación de una fuerza especial transformadora, una concentración específica de consciencia, capaz de convertirse en vehículo de la identidad profunda, real del hombre. Pero, ¿vehículo hacia dónde y para qué? Vehículo hacia los niveles desorganizados, caóticos del ser, sujetos a una ley no divina, ajenos a la luz, a la Consciencia. El dios del poema de Sri Aurobindo viene a culminar el acto de aquel que protagoniza el primer capítulo del Génesis, un dios en suave meditación sobre la superficie de las místicas aguas primordiales, contemplando la Materia sumida en el caos, el vasto reino del abismo, y decidiéndose al fin a que un nuevo principio, una fuerza absolutamente desconocida para esas regiones inconscientes, haga incursión en ellas y las transforme: “Yehi ‘Or!”, “¡Sea la Luz!”

Ahora bien, este acto supraconsciente transformador del caos original no constituye una acción en el tiempo, no se localiza en ningún momento específico de la historia del universo: la Materia sólo se halla parcialmente organizada, la luz no ha penetrado en los vastos dominios inconscientes y debe seguir compartiento su voluntad de gobierno con la Noche; el Supremo continúa oculto, inexpresado por la Mente, la Vida y la Materia. El acto cosmizador del Génesis no ocurre en el tiempo sino en el Metatiempo de los Arquetipos y debe ser reproducido en cada ser humano que decide apartarse del destino común para iniciar la aventura de la Vida Divina según el ideal alquímico o aurobindiano. Es en este sentido que Cesare della Riviera, que escribe su fundamental obra alquímica Il Mondo Magico de gli Heroi a principios del XVII, basándose en el mito hebreo y relacionándolo con otros de la tradición grecorromana, expone un camino de

19Platón habla de una mitad superior del mundo, la inteligible, que es eterna e incorruptible, y la sensible, que es perecedera. La misteriosofía egipcia habla de un hemisferio superior y otro inferior llamados también Alto y Bajo Egipto (cf. Lamentaciones de Isis y Neftis). Sri Aurobindo expone la imagen de los dos hemisferios en The Life Divine pg.264-5 & 602-3.

realización interior, de creación de ‘il magico mondo nostro’, mundo que no es sino la consecuencia de la iluminación de las amplias potencialidades dormidas en el hombre común pero que una vez despiertas y activas transforman al adepto en hombre-dios20.

Perder esta perspectiva nos haría incapaces de comprender el sentido profundo del poema, esto es, el modo en que ‘la labor de un dios’debe y puede convertirse en la labor de cada hombre que quiera trascenderse y conquistarse. Porque el poema es un poema de creación, de cosmización interior en el mismo sentido que lo son el himno X.129 del Rig Veda o el primer capítulo del Génesis. Y si no fuera así, si estos textos primordiales escritos por inspirados cuya profunda sabiduría se nos escapa no fueran más que las primitivas especulaciones de una mente que apenas acaba de despertar a la necesidad de hallar las causas de los fenómenos exteriores, ¿valdría la pena concederles atención?

Ahora bien, la creación, la cosmización interior, la formación del ‘magico mondo nostro’, es una tarea que resulta vana, por una parte, en todas aquellas doctrinas que niegan la existencia real del mundo y del alma, como el budismo original y el mayavada de Shankara, y, por otra, en aquellas cuyo objetivo es la huida de este mundo a un cielo superior. Para las primeras, la creación no se ha producido nunca y el mundo fenoménico que se alza frente a nuestra mirada no es más que un error de perspectiva, una absurda perturbación en el vacío absoluto original. Si la creación es un error, la liberación del error será el acto contrario, laya o disolución. Para las segundas, como el cristianismo, el judaísmo y el islam21, la creación es algo cumplido en el tiempo y, podría decirse, un acto agotado. El camino de salvación no es aquí ni laya ni la transformación sino la imitación de unos actos y el cumplimiento de unas leyes cuyo sentido profundo no puede comprenderse porque lo único que podría volverlo accesible al entendimiento sería esa recreación interior profunda cuyo valor, precisamente, aquellas doctrinas niegan.

Estas concepciones metafísicas, por alejadas que parezcan del horizonte propiamente humano, no son poco importantes en el terreno del crecimiento del hombre. Sólo desde una perspectiva que asuma el desarrollo integral de la persona, cobra valor el trabajo profundo realizado sobre todas aquellas regiones de la consciencia que siguen sujetas a la ignorancia y la oscuridad; sólo desde esta perspectiva tiene sentido la labor cosmizadora del dios en nosotros.

II

‘Tuve la esperanza de construir un puente arcoiris que uniese el cielo a la tierra...’dicen literalmente los dos primeros versos de la segunda estrofa del poema. En la labor yóguica de Sri Aurobindo existe un momento clave en el que el Maestro decide cambiar la orientación de su esfuerzo. Iyengar lo describe así en su libro Sri Aurobindo, a Biography and a History: ‘Cuando el 24 de Noviembre de 1926 hubo pasado, los sadhaks supieron que algo verdaderamente significativo había ocurrido. El Maestro intensificó su

20Las fases de la creación del ‘magico mondo’son siete. Cada una de ellas corresponde a un día de la creación según el Génesis y es explicada mediante un mito de la tradición grecorromana. Cf.Cesare della Riviera Il Mondo Magico De Gli Heroi, Edizioni Mediterranee, Roma 1986, pgs.87-101.

21Lo dicho es aplicable fundamentalmente a las corrientes institucionales de estas tres religiones pero no a los fenómenos globales que suponen el cristianismo, el islam y el judaísmo. En las tres, existen corrientes místicas y alquímicas habitualmente en conflicto -más o menos explícito- con la religión oficial.

retiro y la Madre asumió toda la responsabilidad del Ashram. Fue asumido por todos que el mundo Sobremental (el mundo de los dioses) había descendido hasta el nivel del plano físico. Durante los días, semanas y meses que siguieron a esa fecha, los sadhaks tuvieron estremecedoras experiencias -“milagros que se sucedían minuto a minuto”, tal y como K.D.Sethna lo describe. Algunos sadhaks sintieron que se había producido en ellos la recepción de un misterioso e impredecible poder -era como si algo estuviese a punto de ocurrir. El efecto global, sin embargo, fue poco alentador y Sri Aurobindo y la Madre resolvieron detener el repentino descenso de la Fuerza. La sadhana debía continuar, pero de un modo no tan espectacular, si bien no por ello menos intenso; Sri Aurobindo y la Madre decidieron concentrarse -y aconsejaron a los demás hacerlo- en los niveles físico, subconsciente e inconsciente’22.

¿Qué había ocurrido? ¿Qué era lo que obligaba a prescindir de las posibilidades inherentes al contacto con esas fuerzas de orden superior? La base, los cimientos sobre los que se había de sostener el nuevo mundo en gestación no eran lo suficientemente sólidos, acababan de ser descubiertas las grietas y para todos se hacía evidente que el ‘que los cielos a la tierra haya de traer deberá descender a la arcilla’, andar por la senda del dolor. ‘Traer los más altos niveles de la consciencia hasta los más bajos significa volverse capaz de sentir el dolor y el placer de cada hombre, soportar los golpes y caricias que recibe cada ser humano, tener estómago suficiente para soportar las visiones de pesadilla y fantasías de todo el mundo, sobrevivir a las perturbaciones celulares y al deterioro de los tejidos de todo hombre23‘.

Si la base del sistema -el adhara- no es lo bastante sólida, ¿cómo podría soportarse la irrupción de semejante flujo de percepciones y transformaciones? Y, además, si la personalidad no se halla lo suficientemente purificada, si el ego sigue ejerciendo un imperio no cuestionado, ¿cuál será el resultado de recibir en la propia persona el Poder y la Luz vertidos desde los planos superiores? ‘Si no habiendo tenido lugar la transformación psíquica se produjese un descenso prematuro de las Fuerzas más altas, su contacto sería demasiado poderoso para el imperfecto e impuro material de la Naturaleza y su destino inmediato sería el de la jarra insuficientemente cocida del Veda, que no pudo contener el divino licor del Soma24; o, acaso, la influencia descendente se apartaría o sería expulsada porque la naturaleza no podría contenerla o conservarla. Si fuese Poder lo que descendiese, la mente o el vital egoístas tratarían de aprovecharse de él para su propio beneficio y un ego magnificado o una búsqueda afanosa de poderes sería el inevitable resultado. El Ananda que desciende no puede ser mantenido si halla demasiada impureza sexual creando una mezcla intoxicante o degradada; el Poder se aparta si halla ambición, vanidad u otra formación agresiva de la baja personalidad; la Luz, si hay apego a la oscuridad o a cualquiera de las formas de la Ignorancia; la Presencia, si la cámara del corazón no se ha purificado. O alguna Fuerza no divina podría tratar de servirse no del

22K.R. Srinivasa Iyengar O.C. pg.568-9.

23O.C. pg. 569.

24‘El vino de la divina Vida vertido en el sistema supone un poderoso, rebosante y violento éxtasis; no puede ser mantenido en aquel sistema no preparado para él por medio del endurecimiento en los más intensos fuegos de la vida y el sufrimiento y la experiencia. La vasija de tierra cruda, no cocida suficientemente en el fuego del horno, no es apta para guardar el licor del Soma; se rompe y hace que se pierda el precioso líquido. Así, el sistema físico del hombre que bebe este fuerte licor del Ananda debe haber sido preparado, por el padecimiento y la conquista de todos los fuegos torturantes de la vida, para los secretos y fieros ardores del Soma; de otro modo, su ser consciente no lo soportaría; lo dejaría perderse tan pronto o incluso antes de haberlo degustado o se quebraría mental y físicamente a su contacto’. Sri Aurobindo, The Secret of the Veda pg.344.

Poder en sí mismo, pues éste se apartaría, sino del resultado o fuerza que deja trás de sí en el instrumento y utilizarla en favor de los propósitos del Enemigo’25.

A pesar de que el mismo Sri Aurobindo nos previene de que la labor de autotransformación y, por tanto, de iluminación de los rincones oscuros, inconscientes, de la persona no puede completarse si no es por medio de la intervención de los principios dinámicos nativos de los planos superiores a la mente -sobremente y supermente-26, el inicio del trabajo de transformación del subconsciente e inconsciente no puede ser demorado una vez que el discípulo ha dado comienzo a su sadhana. Esperar el descenso milagroso de una fuerza superconsciente que cambie, de la noche a la mañana, toda nuestra naturaleza eliminando todos los defectos y debilidades y proporcionándonos el disfrute de una vida de perfección inconcebible es algo ridículo. El terreno debe estar previamente preparado para que la acción de las fuerzas espirituales no sea vana o conduzca a un desastre. Es más, mientras este trabajo no haya comenzado, mientras el sadhak no haya comprendido que el yoga en general, pero especialmente el de Sri Aurobindo, no admite compromisos, que el yoga empieza en el momento en que acaba la meditación, puede decirse que su sadhana no se ha inaugurado. Cada instante de la vida es un paso en la autocreación, es un paso que nos acerca hacia la manifestación de lo más elevado en nosotros o nos aleja de ella. Tanto para el que es consciente del yoga que practica como para el que practica el yoga de la vida ordinaria sin saber que es yoga, para todo aquel que se halla en el camino del crecimiento, cada acción, cada apego consentido o no, cada sentimiento y pensamiento, todo aquello con lo que se encuentra en su consciencia de vigilia u onírica, forma parte del material de la Obra que él es para sí mismo. Nada puede quedar fuera por la sencilla razón de que no existe un fuera donde expulsarlo que no sea reflejo de su interior. Pero nuestro interior es, en su mayor medida, inaccesible al consciente, que no constituye sino una estrecha franja entre el vasto supraconsciente y el inconsciente abismal. El consciente, ese inextenso territorio donde hemos logrado organizar el material de la consciencia hasta construir una personalidad con la que nos identificamos, una personalidad que siente, que apetece, que es capaz de proyectarse al pasado y al futuro por medio de la memoria o de la voluntad de devenir, una personalidad capaz de transformarse y de transformar su exterior, una identidad tan desarrollada que se cree la única formación psíquica válida, real, del individuo, es el resultado de procesos que escapan a él y que lo mantienen en permanente amenaza de resquebrajamiento, de deterioro o de disolución absoluta. Ante un cuadro como éste, la pretensión de crecer sin menguar primero, de elevarse sin descender antes a los fondos del

25Sri Aurobindo The Life Divine pg.915.

26‘...la mente no puede mentalizar completamente la vida y la materia; existen considerables partes del ser vital y del cuerpo que permanecen en el reino de lo submental y del subconsciente o inconsciente... Éste es un serio obstáculo que impide a la mente perfeccionar la naturaleza.

...

Sin duda, al llamar a una fuerza espiritual, se puede establecer una influencia o cambio preliminar en algunas partes de la naturaleza, especialmente en la mente pensante misma y en el corazón, que es el más cercano a su propia provincia: pero este cambio no supone, a menudo, una total perfección ni siquiera dentro de sus propios límites, y sus logros son raros y difíciles. La consciencia espiritual, al usar la mente, se está sirviendo de un medio inferior y, aunque sea capaz de portar una luz divina a la mente, una divina pureza, pasión, ardor al corazón o imponga una ley espiritual a la vida, esta nueva consciencia no podrá trabajar sino con restricciones; en el mejor de los casos podrá sólo regular o controlar la baja acción de la vida y el cuerpo, pero estos miembros, incluso aunque se hallen refinados o dominados, no alcanzan su culminación espiritual ni son perfeccionados o transformados.

...

Un cambio completo y radical sólo puede lograrse portando persistentemente la luz espiritual y la íntima experiencia de la verdad espiritual, el poder, el gozo a los elementos recalcitrantes hasta que éstos reconozcan que su propio camino de realización consiste en aquéllos, que ellos no son sino un poder disminuido del Espíritu y pueden recobrar por este nuevo modo de ser su propia verdad y su naturaleza integral’. O.C. pgs. 934-5-6.

ser, de construir el Templo de la divina manifestación sin haber puesto previamente los cimientos, resulta absurda y sólo puede ser defendida por irresponsables o ignorantes27.

III

Pero ¿por qué basar nuestro comentario al poema, precisamente, en esta labor, la organización del inconsciente? Y, por otra parte, ¿qué supone, cuando nos apartamos de las metáforas, cuando decidimos pasar de los modos de hablar a los modos de actuar,’organizar el inconsciente28‘?

El poema que nos ocupa es rico en expresiones que denotan el descenso desde las elevadas, luminosas, regiones conscientes o supraconscientes a otras donde reina la oscuridad, la falsedad, la ignorancia, la muerte: “Aquel que los cielos a la tierra haya de traer deberá descender a la arcilla...” (estrofa 4ª); “Forzando al dios en mí he descendido aquí, a la sórdida tierra...” (est.5ª); “Largo y hondo yo he cavado entre el horror de las heces y el barro...” (est.6ª); “En la noche de la Materia he sufrido y trabajado...” (est.7ª); “Alrededor todo es tiniebla...” (est.10ª); “La senda traza entre el lodo y la ceniza...” (est.19ª); “Una voz gritaba: ¡Adonde nadie ha ido vé! Cava hondo, aun más hondo, hasta que el terrible cimiento alcances y la puerta golpees que llave no abre.”(est.20ª); “Vi una mentira plantada en la hondura, en la misma raíz de las cosas, donde vela la Esfinge gris el enigma del sueño Divino sobre las alas extendidas del Dragón.” (est. 21ª); “Abandoné en su superficie a los dioses de la mente... y en las rutas de la carne me hundí a ciegas... hacia los profundos misterios.” (est. 22ª); “Yo he cavado a través del mudo y terrible corazón de la Tierra..” (est.23ª); “Yo he penetrado el Vacío del que nació el pensamiento y vagado en la sima insondable.” (est.24ª); “Desesperada escalera mis pies hollaron... trayendo los fuegos del esplendor divino al abismo humano.” (est.25ª).

27‘El animal en nosotros -el infernal también- tiene su refugio en la densa jungla del subconsciente. Entrar en él, llevar a él la luz y establecer un control es indispensable para alcanzar la perfección en cualquier vida elevada, para cualquier transformación integral de la naturaleza’. O.C. pg. 735.

28Una importante aclaración debe ser hecha aquí: nuestro comentario constituye una aplicación metafórica, podría decirse, del trascendente poema de Sri Aurobindo a las primerísimas fases de la sadhana. Por supuesto, el Inconsciente al que se enfrenta el dios del poema -o con el que debió luchar Sri Aurobindo en la etapa de su yoga evocada por el poema- no es ni puede ser el del buscador que da sus primeros pasos, vacilantes como los de un niño, en la senda de autotransformación. Sin embargo, esta extrapolación no es ilegítima si sirve para iluminar en mayor o menor medida una parte del camino. En realidad, desde los comienzos de la mística, los iniciados han tratado de contemplar y comprender su sendero a la luz de la sabiduría, las acciones, los mitos y la misteriosofía de los grandes adeptos aplicando aquéllas a su propio nivel de experiencia. Así, en este comentario, el trabajo sobre el subconsciente denota de un modo general procesos de purificación de tendencias vitales, mentales y físicas que tienen su origen en una región que, en los comienzos de la sadhana, escapa en gran medida al control por parte del consciente del sadhaka.

Si la labor del dios requiere ese descenso es porque, tal y como se expresa en la segunda y tercera estrofa del poema, el mero arco iris tendido entre un cielo deslumbrante y una tierra no transformada es una quimera; las bodas del cielo y la tierra son imposibles mientras ésta no haya sido reconstruida desde sus mismas raíces profundas y la intensidad de su luz se haya hecho comparable a la del Novio. La labor del dios es, en realidad, ese descenso. Y ese descenso es un cavar y un trazar camino, un alcanzar el fondo último, el fondo de los fondos, pero ¿con qué objetivo?, ¿para realizar qué acción fundamental y fundamentadora en esa tierra perdida? A un lector desconocedor de la psicología de Sri Aurobindo podría resultarle extraño, poco logrado, vertiginoso, el cambio de dirección narrativa que se produce entre las estrofas vigesimoquinta y vigesimosexta, donde cesa el trabajo en la oscuridad y el dolor y comienza el canto a la promesa de una nueva era de luz y verdad. Sólo tres versos -los dos últimos de la 25ª estrofa y el primero de la 26ª, que es el central- constituyen el nexo de unión entre la dirección descendente y la ascendente, sólo esos tres forman el territorio, la arena poética, donde ocurre aquello que hace posible la superación del golfo entre lo más alto y lo más bajo. Toda la gesta queda ahora expresada por este verso: “Aquel que yo soy conmigo estaba todavía”, toda la gesta consiste en haber permanecido fiel al dios que uno es, haber resistido la acción perturbadora, negadora, obscurecedora, disolvente, que supone penetrar en los planos, zonas, del Ser-Consciencia que son negación, obscuridad y disolución. “Aquel que yo soy” -He who I am-, tiempo presente, el que soy siempre, el que soy en cuanto que Presencia que el tiempo no puede alterar, el que soy en esencia, es decir, Luz, Divinidad, Consciencia. “Conmigo estaba todavía” -was with me still-, estaba la Presencia que el tiempo no puede alterar pero que el viaje en la noche, el camino a través de la ignorancia y la mentira podría haber hecho olvidar. Tal hundimiento podría haber anulado el recuerdo de ese centro de la individualidad y haber instaurado otro en su lugar, un centro de falsedad, de error, un centro obscuro, el propio de esos planos inconscientes y opacos. Esa fidelidad del dios que labora al Dios que Es es la hazaña del rayo que alcanzase el fondo del mar sin perder ni un poco de su resplandor, de un fuego que permaneciese encendido en el interior de un lago, de un hombre que sufriese una pasión comparable a la de Cristo sin que el dolor pudiese empequeñecer, ni siquiera durante un instante, aquello que él es en esencia: amor a la vida, que lo traiciona; al prójimo, aunque sea su inquebrantable torturador; a la Tierra, que será su tumba; al Cielo, que lo abandona. “Aquel que yo soy -y Yo Soy el que Soy, soy Presencia que permanece- conmigo estaba todavía”, este verso es La Labor de un Dios, este verso es todo el poema29, quien no comprende su importancia central carece de la piedra angular donde se fundamenta el edificio construido por los treinta y un cuartetos y extravía la llave que abre la puerta que ninguna otra llave abre, la puerta del Ser y, por tanto, del Permanecer, de la Inmortalidad, de la Realidad. Se trata aquí de un Ser, de un Permanecer, que requiere de toda la potencia de la Memoria -una Memoria viva que es un autorrecordarse idéntico a la propia Esencia-, de la Voluntad -Voluntad de permanecer, de mantener viva y presente la Esencia, una Voluntad que es el aspecto activo de la Memoria-, del Conocimiento -que permite la discriminación entre lo verdadero, aquello que Yo soy, y lo falso, el no-yo; un Conocimiento que permite la organización de todo aquello que Yo soy y el desvanecimiento definitivo del fantasma que la mentira es-, y del Amor -que será la nostalgia viva y permanente del mundo propio de la Esencia y la estela de identidad que el dios dejará al trazar el camino; Amor que será, en última instancia, el puente que una los planos más excelsos con los más profundos-.

29Sri Amal Kiran escribió al autor de este comentario acerca del significado de este verso: ‘Tu comprensión general del verso es válida y el comentario que compusiste proveyendo la clave de la sadhana y el pleno “despertar” necesario en ella merecía la pena escribirse. Pero en lo particular, el verso señala la continuidad de Krishna, en cuanto que Avatar, en Sri Aurobindo. Nos remite al

Hemos respondido a la primera, pero no todavía a la segunda de las preguntas que nos hacíamos al comienzo de esta sección. En realidad, las primeras etapas del yoga de Sri Aurobindo suponen los preliminares de la Labor del Dios. El dios del poema da comienzo a su hazaña desde el estado de autoconocimiento propio de los planos superiores de consciencia, pero al hombre no le queda más remedio que realizar, previamente, un esfuerzo de autorrecuperación, un trabajo de anamnesis que le permita recordar aquel dios que él es, aquella fuerza trascendente que él encarna, aquella personalidad suprema de la que es emanación. A esta labor sirve la meditación, la introspección, que deberá conducir a la reconquista de nuestro ser interior primero, de nuestro ser psíquico después y del Ser Central en tercer lugar. Sin embargo, todo aquello que vayamos descubriendo, todo aquello que vayamos recuperando, toda esa transformación que vaya operándose en nosotros merced a esta acción de progresiva interiorización, no se convierte en una auténtica conquista hasta que hemos sido capaces de hacer que permanezca fiel a sí mismo -y nosotros a ello- frente a cualquier circunstancia que lo amenace.

El trabajo de anamnesis, de recuerdo de lo que esencialmente somos, no es exclusivamente una recuperación, es además, hasta cierto punto, una nueva creación. Es creación porque ‘recuperarlo’supone plantarlo, adaptarlo, hacerlo germinar, crecer y florecer en un medio extraño a ello, el habitat de la consciencia externa, el ecosistema propio de la separatividad y la ignorancia, elementos que le resultan hostiles a esa personalidad profunda y divina que queremos hacer emerger. Y esa hostilidad propia del medio que quiere conquistar es algo con lo que deberá enfrentarse desde el primer instante en que el hombre apele a ella. La ignorancia e inconsciencia interior y exterior serán los ácidos en los que tendrá que probar a cada instante la calidad de su metal, hallando a veces un aliado en aquel que la llama, el hombre que quiere trascenderse; hallando, otras, a un enemigo en él y retirándose de nuevo detrás del velo. Tal recuperación-creación no es sino una ininterrumpida y progresiva reorganización de nuestra consciencia en el sentido de ampliar cada vez más y más esa originalmente estrecha franja del consciente con todo lo que semejante dilatación significa: en primer lugar, eliminación de las contradicciones entre nuestras ideas o entre nuestras ideas y nuestras acciones, superación de los bloqueos psicológicos, trascender el ego y cambiar el centro de nuestra individualidad; en última instancia, establecimiento de los puentes entre los diversos planos del ser- consciencia que permitan la traslación del centro de la individualidad30, el hacerse la consciencia más plástica, más adaptable a los diversos modos de conocer y actuar, etc. Esta continua reorganización del material de la consciencia en función de los diversos elementos que se van añadiendo a él es sólo una de las dos acciones que se realizan en la naturaleza teniendo al hombre como su centro y sujeto31; la otra es de signo contrario, acaso tan necesaria para la creación de este universo

soneto La Divinidad, que expresa, tal como sabemos por un comentario privado, cómo Krishna se manifestó para salvar a Sri Aurobindo de un peligroso accidente cuando éste conducía su carruaje. El décimo verso reza: “The world was in His heart and He was I” -“En Su corazón estaba el mundo y Él era yo”‘.

30Sri Aurobindo habla de la capacidad de traslación de su consciencia entre los diversos planos del siguiente modo: ‘En mí, la consciencia puede disponer su foco de este o de otro modo -puede descender al físico y trabajar ahí, en la naturaleza física, conservando todo el resto detrás o encima mientras tanto o puede ascender a los niveles supracerebrales y mantenerse sobre la mente, la vida y el cuerpo observándolos como las formas instrumentales más bajas de sí o sin observarlos siquiera, sino sumergida en el libre e indiferenciado Ser Esencial o puede lanzarse a una activa consciencia cósmica de carácter dinámico e identificarse con ella...’Sri Aurobindo Letters on Yoga I pg. 236.

31El hombre es el ‘sujeto’frente a la Naturaleza. La evolución desde la inconsciencia original hasta la consciencia diferenciada y

como la anterior pero aniquiladora con respecto al hombre, que tiene que decidir en cada momento a cuál de las dos apoyar, si al poder organizador, creador, que operará las más de las veces contra sus pequeños intereses egoístas, o al poder desorganizador, aniquilador, que los apoyará mientras destruye toda posibilidad de autotrascendencia.

Así, ‘organizar el inconsciente’significa ampliar la consciencia, iluminarla, defender los nuevos territorios conquistados de la acción disolutoria que sufre permanentemente la consciencia desde esas zonas que todavían escapan a su luz. ‘Organizar el inconsciente’supone enfrentarnos a él con el espíritu y la voluntad expresada por ese verso, el primero de la vigesimosexta estrofa, que hemos considerado la piedra angular de la Labor del Dios, “Aquel que yo soy conmigo estaba todavía”, y es esta fidelidad al propio ser interior lo que hace que llegados a la “escalera desesperada”, al “abismo humano”, seamos portadores de “los fuegos del esplendor divino”.

IV

“Alrededor todo es tiniebla y batalla -canta Sri Aurobindo en la décima estrofa de su poema-; las luces que los hombres llaman soles son efímeros destellos que al pozo de esta vida arrojan los inmortales”. “Y aun la Mente -repone desde su masivo tratado La Síntesis del Yoga32-, nuestra mentalidad, nuestra facultad pensante, nuestro poder de comprensión, no es nuestro Ser Esencial, no es Eso, no es el final ni el comienzo; es una media luz arrojada desde el infinito... La Mente es la dudosa penumbra exterior de una existencia consciente que, lejos de estar limitada por nuestra mentalidad, la excede”.

Antes de librar la verdadera batalla contra el inconsciente durante la meditación, el hombre debe librarla fuera, en su exterior. En realidad, durante las primeras fases del yoga, el enfrentamiento contra la inconsciencia durante la meditación es el más suave de afrontar, sabemos en qué campo de batalla nos hallamos y ponemos toda nuestra voluntad en vencer a un enemigo que conocemos o creemos conocer. Es al acabar el ejercicio de autoexploración interior -y es esto lo que me ha hecho decir líneas más arriba que es al finalizar la meditación cuando comienza el yoga- cuando el combate se torna verdaderamente difícil, porque es entonces cuando nos olvidamos de que seguimos en el mismo campo de batalla y frente al mismo enemigo. Darle la espalda, salir a la luz exterior, no nos libra de él. Muy al contrario, él prepara entonces sus nuevas armas: una disputa con otra persona nos ocurre de pronto porque somos incapaces de recordar, antes de sumergirnos en ella con furia, que durante la meditación buscábamos ese centro del ser que es todo entrega y amor; una depresión nos vence porque no tenemos la fuerza suficiente para mantener vivo el recuerdo del gozo y la luz interiores que hallamos o presentimos cuando nos acercábamos al centro puro del ser; una gripe nos somete porque cuando la sugerencia de la enfermedad alcanzó nuestra consciencia estábamos más pendientes de nuestros pequeños intereses que del conocimiento interior que nos hubiera permitido darnos cuenta de cuál era la fuerza que estaba pretendiendo parasitarnos. Por estos medios, el inconsciente renueva su señorío sobre nosotros recordándole al consciente su condición de esclavo, de desposesión de sí, porque ni la disputa, ni la depresión, ni la enfermedad han sido decididas por este último, sino sencillamente

centralizada del ser humano supone, además de una complejificación y sofisticación de la consciencia, un tránsito desde el ‘objeto’al ‘sujeto’.

32Sri Aurobindo The Synthesis of Yoga, pg. 281.

aceptadas como fuerzas a las que no podía resistirse, fuerzas que lograban desorganizar, barrer, lo que él era en cuanto que proyecto o recuerdo de sí mismo, fuerzas a cuya acción disolutoria no ha hecho sino resignarse. La labor del dios no ha sido cumplida, Aquel que yo era se ha retirado, la ignorancia ha vencido porque el guerrero, aun sin saberlo, se ha puesto de su parte, de parte de la separatividad, de la falta de voluntad, de la inconsciencia.

El yoga de Sri Aurobindo, que es la vida, no acepta compromisos, no existen momentos que puedan considerarse fuera del yoga, como no existen momentos que puedan considerarse fuera de la vida. Apoyar el partido de la vida, de la consciencia, supone rechazar el de la muerte y la inconsciencia con todo lo que ello implica: resistirse a todos sus disfraces, conservar siempre presente en la consciencia y en la acción aquello que somos en esencia y queremos hacer emerger, ponernos siempre del lado de la integración, de la reunión, por más que ésta ponga en peligro o aniquile nuestros intereses personales. El yoga de la vida, que es el de Sri Aurobindo, es el crecimiento y el crecimiento siempre se realiza a costa de todo lo superfluo.

Ahora bien, aunque nosotros hayamos fallado en la primera, la segunda, la tercera batalla... el himno sigue siendo un punto de referencia fundamental. Nuestra precaria organización consciente puede haberse derrumbado, pero el himno -todavía seguimos en nuestra consciencia exterior- continúa a nuestro lado inalterable. Será cuestión de repetirlo como un mantra, de hacer de él nuestro lema. El recuerdo de lo que somos, el resultado de nuestra exploración interior, requiere una defensa dinámica que impida su disolución tan pronto asoma, desde las profundidades psíquicas -‘la mina’, tal y como llaman los alquimistas a estas simas anímicas-, a la consciencia externa. Comenzado el yoga, el trabajo de crecimiento, la vida, esa vasta región del inconsciente exterior, se revolverá contra nosotros, las circunstancias que antes formaban parte de nuestro yo -tal y como expresaba Ortega quien sabe si con resignación o con la soberbia de ser su ángel enunciador- se rebelarán frente al intento de hacer de ellas nada más que eso, circunstancias, es decir, cosas que están alrededor, pero que ya no son sentidas como la verdad que interiormente somos. La inercia frente a todo intento de transformación de los niveles menos conscientes es grande, su ‘gravedad’, su ‘pesadez’, para seguir con el lenguaje de los alquimistas, es poderosa y, además, tal y como escribía el místico español Miguel de Molinos en su Guía Espiritual de 1675, ‘Aun no bien te habrás entregado a tu Dios en este interior, cuando todo el infierno se conjurará contra ti; porque una sola alma recogida interiormente en su presencia hace más guerra a los enemigos que mil otras que caminan exteriormente, porque saben la infinita ganancia de un alma externa’33. Pero el que las circunstancias se tuerzan, el hecho de que surjan de pronto toda clase de obstáculos en el camino, no debe acobardarnos sino que es necesario afrontarlos como un reto -no tanto exterior como interior-, el de descubrir la enseñanza oculta que nos ofrece cada pequeño calvario y el de abandonar con desapego aquel rasgo, aquella característica, aquel hábito, aquella identificación, que acabamos de descubrir que es no sólo superflua sino además entorpecedora de nuestros pasos a través de la larga senda de la realización humana y espiritual. Wilhelm, al comentar el dictamen del hexagrama 47 del I Ching, se halla ciertamente muy próximo a estas reflexiones: ‘Épocas de necesidad son lo contrario del éxito. Pero pueden conducir al éxito si le tocan al hombre adecuado. Cuando un hombre fuerte cae en necesidad, permanece sereno pese a todo peligro, y esta serenidad es el fundamento de éxitos ulteriores; es la constancia, que es más fuerte que el destino.

33Miguel de Molinos Guía Espiritual, Editora Nacional, Madrid 1977, pg.113.

Ciertamente no tendrá éxito quien interiormente se deje quebrar por el agotamiento. Pero aquel a quien la necesidad sólo doblega engendra una fuerza de reacción que con el tiempo seguramente habrá de manifestarse. Sin embargo, ningún hombre vulgar es capaz de eso. Únicamente un hombre grande obra ventura y permanece sin mácula. Es cierto que, por lo pronto, le queda vedado ejercer influencia hacia afuera, ya que sus palabras no tienen efecto alguno. De ahí que, en épocas de necesidad, sea cuestión de permanecer interiormente vigoroso y hacer poco uso de las palabras’34. La consciencia externa ordinaria no tiene poder para transformar todas las circunstancias exteriores, para iluminar ese vasto dominio que aparece frente a su mirada como el mundo, como ‘lo otro’, pero sí tiene poder para instrumentalizar ese exterior y usarlo para transformarse a sí misma; una transformación que consiste prioritariamente en la purificación del ego, que constituye el principal impedimento para la emergencia y permanencia de nuestro ser esencial en las capas externas de la consciencia. En la medida en que esta purificación se consiga, se habrá establecido un puente entre los diversos niveles de nuestra consciencia y serán abolidas las diferencias, las contradicciones, los choques, entre nuestra identidad más profunda y nuestra identidad más superficial, el ser exterior dejará de ser una identificación cualquiera -producto de o compromiso entre una serie de identificaciones cuya raíz se halla en la biografía de la persona- para ser la expresión precisa de aquello que esencialmente somos. Y, así, volviéndose el hombre más exterior idéntico a su ser más profundo, sus diferentes niveles de consciencia quedarán unidos por una estructura consciente única, una única personalidad viva, activa y consciente en todos ellos. El polo exterior se habrá unido al más interno y descubriremos que el yoga que es la vida no es sino el esfuerzo desarrollado por nuestro lado externo para apartar los obstáculos que impiden la manifestación del Habitante Oculto.

Cierto, nosotros no partimos desde el autoconocimiento del dios del poema de Sri Aurobindo, no sabemos exactamente qué buscamos hasta que lo hemos encontrado; así, lo único que puede ser guía segura en este yoga en el exterior es la fidelidad a la Idea que tenemos de lo que buscamos, el Ideal, siempre reformulado a partir de nuestros hallazgos, siempre dinámico. Y esa Idea, esa formación apriorística del Habitante Oculto, del Dios Interior, del Hombre Trascendido o Hijo del Hombre, no puede admitir otro origen que el de las enseñanzas vertidas por aquellos que lo han realizado en sí mismos, ni otro servicio que el de la más absoluta sinceridad.

V

A medida que penetramos en nuestra consciencia, que nos tornamos más ‘intro-vertidos’por la atracción que el mundo interior ejerce sobre nosotros, descubrimos que estados de ánimo cuya razón de ser antes buscábamos y hallábamos en el exterior, esto es, en la mera satisfacción o frustración de nuestros deseos, tienen su oculta y verdadera raíz en nuestro interior. Periódicamente se producen ‘caídas’en estados que son depresiones del terreno anímico, como si el dolor, ese amplio y variado complejo de sensaciones de angustia, miedo, obscuridad, etc., tuviese un ritmo propio u obedeciese a un ciclo estacional. Estas ‘caídas’pueden ser muy variadas y siempre se apoyan en un hecho exterior, alguna circunstancia externa que no es como nosotros desearíamos que fuese, como si existiese una fuerza consciente detrás de ellas que supiese que despistando de este modo nuestra atención, llevándonos a luchar contra lo que no es más que reflejo,

34R.Wilhelm I Ching, Edhasa, Buenos Aires 1987, pg. 266.

fantasma, de un conflicto interior cuya raíz se halla en las regiones obscuras de nuestro ser, nos hará perder la fuerza y nos convertiremos en fáciles presas de su acción disolutoria. La variedad de las ‘caídas’es sólo apariencia, las más de las veces la circunstancia exterior que de pronto se nos vuelve opresiva ha estado siempre ahí, frente a nosotros, que la observábamos imperturbables mientras gozábamos de la suficiente salud interior. Además, el carácter de la manifestación de estas caídas es siempre el mismo: una falta de energía para seguir afrontando la vida desde la perspectiva de la integración, el crecimiento, la purificación del ego; el despertar repentino de una energía de signo contrario que quiere a toda costa tomar decisiones, realizar cambios radicales inmediatos siempre bajo el signo de la eliminación o separación de cosas, circunstancias o personas; el objetivo o proyecto de vida se torna lejano, borroso, inalcanzable o aparece como algo que tampoco es la solución, algo cuya obtención tampoco nos aportaría la felicidad, algo pálido, verdaderamente indeseable; la situación presente se torna obscura y adquiere el carácter de un laberinto inextricable de tremendas dimensiones mientras nos vence la idea de que no ha sido sino el error o una continuada serie de errores lo que nos ha llevado hasta este desgraciado punto. Tal y como lo expresa Sri Aurobindo en uno de sus aforismos ‘el eterno imbécil ha despertado de nuevo’.

Cuando una situación tal como la descrita nos posee, es como si entrásemos en resonancia con todas las fuerzas que son causa o efecto de la angustia en el mundo, imantamos todo lo malo y no hallamos otra forma de expresarnos, de comunicarnos con el medio exterior, que la de la agresividad y el contagio a los demás de aquello que hemos consentido que nos posea. Cuanto más amplio y más duradero sea este consentimiento, más inundada se verá nuestra consciencia de sugerencias negativas, más entorpecida se verá nuestra acción y mayor será la escisión entre nuestro ser profundo o aquello que ya hayamos hecho emerger de él y nuestra personalidad externa, que se volverá obscura y poco capaz de transparentar la verdad interior. Tales caídas parecen un velo negro arrojado sobre nuestro rostro, una repentina ceguera, un ácido que convierte en nada el material al que habíamos conseguido dar una cierta solidez y coherencia. Sin embargo, su acción no constituye necesariamente el punto final de nuestro trabajo, es más, en cada uno de nosotros se halla el poder de transformar esas moles caídas sobre nuestro espíritu en yunques donde templar nuestras espadas. Cada caída al abismo anímico es una invitación a salir de él renovado, con mayor fuerza, más desnudo y más puro. ‘Sabe -escribía Molinos- que no tiene el Señor su reposo, sino en las almas quietas, en aquellas que el fuego de la tribulación y tentación ha quemado la escoria de las pasiones; y en aquellas que el agua amarga de las aflicciones ha consumido las manchas sucias de los deformados apetitos. Y, finalmente, no descansa este Señor sino donde reina la quietud, y está desterrado el propio amor’35. Cada caída al abismo, acompañada de esa terrible sensación de que la fuerza que hemos convertido en patrona, protectora, de nuestra sadhana nos ha abandonado, es una invitación a desprendernos de una parte de nuestro ego decididamente arraigada en nosotros, decididamente entrañada en nuestra carne, que al ser arrancada, expulsada porque la contradicción en la que se halla con el resto transformado de nuestra persona es ya demasiado importante para ser soportada sin peligro, se rebela extendiendo a toda la persona su dolor.

Es fácil, una vez caídos en uno de estos abismos típicos de todo camino espiritual a los que los místicos españoles de los siglos áureos dedicaron tanta atención y tanta tinta, ser poseídos por la espiral de autonegación, autodestrucción y agresividad, que son los

35Miguel de Molinos, O.C. pg.201.

medios por los cuales la crisis tiende a perpetuarse y a resolverse en una situación tan grave como irreversible que obligue al hombre, al guerrero espiritual, a abandonar su senda de crecimiento. El ego no purificado se halla pronto a apropiarse de estas caídas, a dotarlas de una causa externa y a reaccionar, consecuentemente, contra el medio inventando razones de todo tipo que justifiquen su nueva actuación. Aceptar esas razones, aun concederles la suficiente importancia como para entrar en discusión con ellas, es haber perdido ya la primera batalla y hacer cada vez más difícil la victoria en las demás. Aquí, como en las situaciones descritas anteriormente, el recuerdo de Aquel que somos debe ser el foco de nuestra atención, es decir, ‘Aquel que yo soy’debe permanecer, ocurra lo que ocurra, junto a este que, momentáneamente, estoy siendo. Y la mejor manera de que esto sea así es rechazando todas esas sugerencias que tratan de ofrecernos una causa válida del dolor, quedarnos a solas con el dolor, contemplar su amarga, terrible, ígnea desnudez -del mismo modo que no le queda otro remedio a la espada que quedarse a solas frente al dolor que le causa el fuego que sirve para forjarla y sería absurdo que tratase de hallar en él una causa moral o lo atribuyese a un error cometido por ella o a la mala voluntad del herrero-. Y si frente a ese dolor, desvestidos ya gracias a la caída de todos los mitos que habíamos creado en torno a nuestras personas y desnudos ya de toda la autosuficiencia y egolatría crecidas a la sombra de los bienes espirituales recibidos previamente, si frente a ese fuego tratásemos ahora de definirnos aludiendo a lo único válido que queda de nosotros en esa situación, no nos quedaría más remedio que hacerlo por medio de otro fuego de signo contrario, la aspiración. Porque si hemos llegado hasta ese punto dando de nosotros todo lo que éramos capaces tanto en la vida exterior como interior, si nuestras acciones, nuestros proyectos, nuestras experiencias espirituales se han mostrado incapaces de salvarnos de las trampas del camino, ¿a qué más podemos apelar para retornar a la salud, a qué otra fuerza que no sea Aquella que nos ha escogido para el sendero y nos guía a través del sendero cuyo secreto Ella conoce y a nosotros se nos escapa? Si somos capaces de experimentar esta disolución hasta que no quede sino lo más esencial en nosotros, el fuego de la aspiración, Agni, la facultad central del ser psíquico o alma, y vivirnos como ese fuego en medio del cerco del dolor, la caída no habrá sido en absoluto vana y surgiremos de ella más poderosos, habiendo absorbido nuestras llamas a las del dolor y habiendo crecido con ellas. Más poderosos porque cuanto mayor es nuestra desnudez menor es nuestro apego y, por tanto, nuestra vulnerabilidad; más poderosos porque ¿quién es este Agni, este fuego de la aspiración divina, sino aquel del que canta el Veda ‘Éste es ese Fuego que guarda a los conquistadores, él protege del mal al hombre que lo prende; los héroes de perfecta cuna se mueven a su alrededor’?36. Y, así, nos parecerá que no ha sido sino Agni quien ha convocado al fuego del dolor para hacerse él mismo más grande y más puro, y al sentir la acción de un fuego sobre el otro en medio de ese abismo humano ¿no nos ganará la tentación de llamarlos, como lo hace Sri Aurobindo en su poema, ‘fuegos del esplendor de Dios’? Y el que los soporta y, por tanto, los porta ¿no es precisamente ‘Aquel que yo soy’? ¿Y no está conmigo todavía, puesto que somos conscientes de su Labor? Permanecer fieles al que interiormente somos en medio del abismo, en el ojo del huracán de una crisis, es crear un puente entre nuestro yo más elevado y ese otro yo caído en medio del pozo que es como una exteriorización de lo más negativo de nuestro inconsciente. Esa fidelidad, que supone un alto grado de invulnerabilidad de nuestro yo central, nos permite mantenernos a flote en la corriente que trata de desorganizarnos, extraviarnos en la selva de nuestras contradicciones, y es la luz que, alcanzado el fondo del hoyo, hará aparecer todas las telarañas como pura ilusión

36Sri Aurobindo, Hymns to the Mystic Fire, Pondicherry 1985, pg. 289.

mostrando que sus nudos, que nos parecían insalvables, no tenían otro secreto que el de nuestra insinceridad e ignorancia.

Sólo alcanzada esa sima, tenemos la oportunidad de ser sinceros porque sólo en medio de ella vemos cuánta obscuridad hay en nosotros todavía y comprendemos la necesidad de la luz.

VI

Pero aún quedan otros dos campos de batalla en los que enfrentar al inconsciente aun antes de que podamos remontarnos a las alturas supraconscientes e iluminar desde allí los últimos rincones que se resisten a la luz. Uno de esos campos de batalla es el sueño nocturno, el otro es la tendencia disolutoria que se produce en ocasiones durante la meditación.

‘Todo aquel que siente la tierra como una prisión, todo creyente que invoca la redención -todos ésos evocan inconscientemente el mundo de los fantasmas.

¡Hazlo tú también. Mas hazlo con plena consciencia!...

La lucha por la inmortalidad es una batalla por el dominio de los sueños y sus fantasmas, que tienen en nosotros su morada; es el intento de nuestro “Yo” de convertirse en Rey, es tanto como esperar al Mesías’-escribía Meyrink con alquímico lenguaje37. El hombre está concebido de tal modo que su consciencia no puede permanecer ininterrumpidamente en el plano físico y debe, periódicamente, descansar de su acción en el exterior sumergiéndose en sí misma por medio del sueño. Si hemos de creer a los místicos y a los ocultistas, el sueño supone la visita a otros planos de consciencia y nuestra acción en ellos por medio del cuerpo o envoltura correspondiente. Para Sri Aurobindo tanto como para la Madre, la finalidad última del sueño es una breve inmersión en los planos superiores del Sat-Cit-Ananda, que se alcanza hacia la mitad de la noche. Esa breve visita a los planos más altos requiere el tránsito a través de todos los planos intermedios, tránsito que no se halla exento de peligros. Sufrir la atracción de uno de los planos más bajos, demorarnos en él, significa exponernos a la acción de las fuerzas nativas de ese plano y, según la Madre38, puede llevarnos a la pérdida de los frutos de nuestra sadhana.

Aprender a distinguir entre los diversos tipos de sueños no es algo difícil una vez que conseguimos traer hasta nuestra consciencia de vigilia algunos recuerdos de nuestro tránsito nocturno. Estos recuerdos son ya una primera aunque pobre victoria sobre el manto de inconsciencia que nos vence al dormirnos como una noche interior, definitiva. Podemos percatarnos entonces de que existen unos sueños puramente simbólicos, en general muy cortos, muy luminosos, de recuerdo claro y cuyos elementos constituyen un extraño pero preciso jeroglífico. Otros parecen no ser sino una continuación de nuestra vigilia y desarrollarse en ámbitos espaciales idénticos a los que constituyen nuestro ecosistema habitual. En otros, debemos enfrentarnos a nuestros propios defectos; es como si todavía debiésemos vencer, en esa región, tendencias a las que ya nos hemos sobrepuesto en nuestra consciencia exterior. Aun otros, obscuros, de difícil recuerdo, de desagradable sabor, se muestran como el último o uno de los últimos reductos donde todo

37Gruppo di Ur, Introduzione alla Magia vol.I, Edizioni Mediterranee, Roma 1975 pg. 45,46.

38Cf. Mère, Entretiens 1955.

aquello que hemos desechado de nuestro ser exterior por ser contrario a nuestra vía de crecimiento debe ser subyugado. Cada tipo de sueño, cada plano, tiene unas características que le son propias y, aunque la traducción por parte de nuestro cerebro de esas experiencias las desvirtúa en gran medida, podemos distinguir una luz, un sentimiento o tipo de sentimientos, unas compañías y una capacidad de obrar, propias de cada uno. Además, a medida que aprendemos las bases de esa geografía onírica, nos damos cuenta de que el ir a parar a uno u otro plano y tener, por tanto, un tipo u otro de sueño no es tan aleatorio como pudo habernos parecido cuando aún no habíamos desarrollado una cierta capacidad discriminatoria. Uno de los factores que se muestra como determinante de la atracción ejercida sobre nosotros por uno u otro plano es la focalización de nuestra consciencia durante el tiempo previo a nuestro sueño. Porque aunque nuestro ser exterior es una síntesis de los diversos planos del ser-consciencia, se ve obligado a focalizar su consciencia-energía en los centros correspondientes a los planos propios de la actividad que desarrolla en cada momento: así, una labor intelectual requiere la concentración de la consciencia-energía en los centros superiores, un entrenamiento deportivo la reclama al centro umbilical, la actividad puramente sexual hace que la absorba el segundo chakra, etc. Sin embargo, el mencionado no es el único de los factores determinantes de nuestros sueños. Así, el hecho de aspirar a continuar nuestra sadhana durante las horas de descanso, tal y como aconseja la Madre hacer, puede llevarnos a aquellas regiones interiores que mayor trabajo requieren para su purificación. En este sentido, el ideal sería, por supuesto, un control absoluto de nuestras diversas envolturas o cuerpos y una labor consciente en esos planos que impidiese, o cuando menos nos armase contra el acecho de las fuerzas hostiles, pero semejante control no es posible sino en fases muy adelantadas del desarrollo integral o en individuos especialmente dotados.

La inmersión de nuestro ser en planos de los que no somos nativos con la desorganización de nuestra personalidad que eso conlleva y la limitación de nuestra facultad de acción nos convierte en presa fácil para fuerzas, entes, que en esas regiones se hallan en la plenitud de sus fuerzas: podemos ser objeto de alguna influencia que más tarde tendrá sus efectos negativos en nuestro ser exterior, ser engañados por medio de una fuerza que se disfraza de aquel ser en quien nosotros más confiamos para darnos un consejo u orden que nos resultará desastroso39, sufrir cualquier tipo de vampirización de nuestra energía o caer en movimientos que ya no subyugan a nuestra personalidad exterior. Típicas de esta última situación son las poluciones nocturnas que sufren muchos de los que han iniciado el sendero del bramacharya con la consiguiente imposibilidad de transformar el retas en ojas, la energía sexual en poder espiritual, según lo requiere la alquimia del yoga40.

Así, pues, ¿de qué modo lograr que ‘Aquel que yo soy’conmigo esté todavía durante las horas de sueño en que nos sumergimos en profundidades que gobierna nuestro inconsciente?, ¿de qué manera lograr ser portadores de una cierta luz a la negra noche interior antes de ser poseedores de la gran luz que supondría el dominio de nuestras diversas envolturas sutiles? Algunos sueños, una vez que nos hemos acostumbrado a su

39Es sumamente interesante lo que escribe respecto a los engaños del enemigo Miguel de Molinos en su Guía Espiritual: ‘Reveló Dios a doña María Escobar (Su vida) que si a su parecer Cristo Señor Nuestro la mandase comulgar y su padre espiritual se lo impidiese, tenía obligación de seguir el parecer del padre espiritual. Y un santo bajó del cielo a decirla la razón: y era que en lo primero podía haber engaño, y en lo segundo, no’-O.C.pg. 165.

40Cf.lo referente a la sexualidad según Sri Aurobindo en sus Letters on Yoga vol.III, pgs. 1507-16.

lenguaje, son magníficos indicadores del trabajo en profundidad que queda por realizar. Gracias a ellos, tenemos la oportunidad de darnos cuenta de que todavía quedan partes de nuestra consciencia capaces de responder con agresividad, con egoísmo, con maldad o vulnerables a atracciones que nuestro ser exterior, aparentemente, ha vencido ya. Es necesario, entonces, organizar nuestros recuerdos del sueño y examinar luego dónde, en nuestra consciencia de vigilia, se halla el reflejo de esas fallas inconscientes, porque mientras queden partes no transformadas de nuestra consciencia, nuestra personalidad exterior no se habrá salvado de todo lo negativo expulsado de su propia región y sólo se requerirá que las circunstancias exteriores den lugar a una situación crítica para que su autodefensa se derrumbe y afloren esos elementos negativos latentes en ella. Una vez que se han localizado esos reflejos, que se han identificado las situaciones que nos colocan al borde de todo aquello que rechazamos, una vez que hemos realizado una autoexploración sincera, debemos llevar la sinceridad a la acción y transformar todo aquello que seamos capaces de percibir que aún entra en contradicción con nuestro objetivo espiritual y humano. Pero además de traer a nuestra consciencia de vigilia nuestros recuerdos oníricos de modo que, por una parte, vaya haciéndosenos más y más familiar la geografía de los sueños y, por otra, podamos resolver contradicciones que habíamos pasado por alto, además de este trabajo de ‘dentro a fuera’, es necesario otro de sentido inverso, de ‘fuera a dentro’, desde la consciencia de vigilia hacia la onírica: el ejercicio de la voluntad, de modo que nuestras respuestas físicas, vitales y mentales acaben por ser inspiradas no por nuestro mero apetito o por los deseos de un ego que no es capaz de hallar en la vida otro objetivo que el de satisfacerse, sino por la clara y sincera percepción de lo que tiene que ser, lo que debe hacerse porque es acorde con nuestro objetivo humano y espiritual. Si la mano es el instrumento formador y transformador del cuerpo, lo que hace de nuestra especie ‘homo faber’, la voluntad es el instrumento formador y transformador del que se sirve la psique. En su más alto grado, la voluntad es poder de determinación absoluta, aunque a veces, no quede más remedio que hacerla crecer mediante pequeñas victorias sobre nuestros malos hábitos logradas por compromisos establecidos entre las diferentes partes de nuestra persona. Pero aun así, aunque poco a poco, la voluntad puede ser desarrollada y, cuando alcanza un grado de madurez suficiente, percibimos que también podemos servirnos de ella durante nuestra experiencia onírica, primero en los planos más cercanos a nuestro consciente y, luego, poco a poco, en aquellos cuyo recuerdo nos resulta más borroso, su luz más oscura y su ambiente más extenuante. Ésta es la primera gran victoria sobre el inconsciente en el campo de batalla de los sueños.

El otro campo de batalla es el ejercicio de la meditación. Habitualmente, el ejercicio de la meditación consiste en la fijación de la consciencia en un solo objeto -un sonido, un mantra, una imagen, un sentimiento, un punto en el cuerpo...- hasta que la consciencia se funde con el objeto y se hace uno solo con él o bien, a su través, pasa a un estado impersonal o transpersonal, silencioso e indiferenciado. Así, durante las primeras etapas, antes de alcanzar la maestría requerida para establecer el estado y el nivel de consciencia deseados sin necesidad de esfuerzo, el ejercicio meditativo se plantea como el juego o combate de dos tendencias contrarias, una centrípeta o integradora y otra centrífuga o disolutoria, una que intenta que las espirales de los pensamientos sean cada vez más próximas al objeto de la meditación hasta que ya no sea necesario el pensamiento sino que se establezca una pura contemplación, y otra que continuamente produce brechas en los círculos concéntricos de esas espirales. A medida que la consciencia-energía va concentrándose en un centro corporal adecuado y abandonando los demás, empieza a ceder la tendencia centrífuga. Lo que en buena medida ocurre es que el resto de los centros de consciencia empieza a vaciarse y a dormirse y dejan de producirse las

sensaciones, sentimientos y pensamientos motivados por el interés o la inquietud de aquéllos. La consciencia externa ordinaria, habituada a existir como cúmulo de percepciones y pensamientos diversos y la mayoría de las veces contradictorios, empieza a desvanecerse. Es entonces cuando debe ser afrontada la segunda y más poderosa tendencia disolutoria, que puede hacer fracasar el ejercicio de la meditación: el adormecimiento. El adormecimiento, que muchas de las veces se manifiesta por un ensueño o un tipo de visiones características, supone que al pasar de un nivel externo a otro interior nuestro consciente se ha desorganizado total o parcialmente. En el primero de los casos, cesa nuestra autopercepción y la percepción de los objetos; en el segundo, nos convertimos en objeto de nuestra propia mirada: vislumbramos una situación, pero ni podemos decidir de qué situación queremos participar, ni qué queremos realizar en ella, ni qué provecho sacar de ella. Somos pacientes de lo que nuestro subconsciente o supraconsciente quieran mostrarnos y de ello ni siquiera guardaremos un recuerdo puro sino una traducción más o menos descolorida realizada por nuestro cerebro. Como los pensamientos de la tendencia centrífuga en la fase anterior, estos ensueños o visiones pueden llevarnos lejos de nuestro objeto de meditación y, por tanto, del éxito del ejercicio.

Sin embargo, para poder pasar de nuestra consciencia frontal a niveles más profundos de la misma, es necesario que se produzca una cierta desorganización y que algo se pierda en el camino. Nuestros procesos habituales de pensamiento, nuestra consideración normal de las coordenadas espacio, tiempo y causalidad, la identificación con el cuerpo físico y otras identificaciones propias de nuestro ego, la dependencia absoluta de nuestros sensores externos y la fe en ellos para todo tipo de percepción, etc., no pueden atravesar la barrera que separa nuestro ser frontal de nuestra consciencia interior y deben adormecerse para que algo esencial, algo que sí puede cruzar esa frontera, pase de lado a lado de la consciencia. Es así, precisamente, gracias a esta disolución o pérdida de lo inesencial, como puede desarrollarse progresivamente el sentido de lo que es esencial, aquello que sigue siendo igual a sí mismo al cambiar el medio exterior fijo y seguro por las circunstancias aparentemente menos estables del medio interior. Es necesario, así, aprender a discernir, cuando empiezan a producirse las fluctuaciones de uno a otro lado de la consciencia, qué es lo que cambia sin dificultad de nivel y qué lo que hace ese tránsito difícil, lo que -a menos que seamos capaces de desechar la identificación que nos ata a ello- nos obliga a permanecer en el estado ordinario de consciencia. El progresivo conocimiento de ese ‘algo’que permanece idéntico a sí mismo al cambiar de nivel, ese ‘Aquel que yo soy y que conmigo está todavía’, nos permitirá, cada vez con mayor facilidad, contemplar el medio interior desde un centro estable que se autopercibe y se autoconoce, organizar cada vez con mayor precisión las percepciones propias de ese medio y establecer un puente con el medio externo o cualquier otro medio cada vez más perfecto, es decir, con menos obstáculos y que exija menos y menos tributos de consciencia al atravesarlo.

Nos hallamos ahora en situación de poder añadir una nueva serie de reflexiones sobre el himno místico41. Porque es en el intento de cruzar esta frontera peculiar, que no supone el paso de un territorio a otro, de un país a otro, con el consiguiente cambio de paisaje, lenguas y costumbres, sino el cruce de una personalidad a otra, que ve, percibe, siente y actúa de manera diversa, donde el himno místico puede servirnos de ayuda. El himno constituye una estructura narrativa organizada que imponemos a nuestra

41‘Nueva serie’porque la obra original se iniciaba con un largo estudio sobre el himno místico que ha sido omitido en el presente volumen.

consciencia, una estructura que conocemos y mediante la cual, si la concentración es adecuada, podemos resistir la marea de inconsciencia que nos asalta, porque ninguno de sus pasos nos resulta desconocido y podemos mantenernos despiertos en cada uno de ellos o despertar en ellos por el recuerdo de lo conocido, si es que nos hemos adormecido42. Si el ensueño o visión que sufrimos pasivamente cuando se produce el adormecimiento de la consciencia externa amenaza disolvernos o nos devuelve al estado de vigilia ordinario, es porque su propia narrativa interna constituye un juego de tensiones que se resuelve en favor de nuestra anulación43, es decir, ensoñamos o tenemos la visión de que, de un modo u otro, somos vencidos por algo, por un ser consciente, por un sentimiento, por una situación, etc. Este ‘final desgraciado’de la narrativa del ensueño o la visión se halla inspirado o condicionado por -o es la traducción simbólica de- el sentimiento profundo de derrota frente a la desorganización del consciente. A diferencia de este aniquilador ensueño-visión padecido involuntariamente, el himno establece un juego de tensiones narrativas que se resuelven a favor de aquel que lo evoca y que expresan, por tanto, simbólicamente la victoria sobre la inconsciencia, expresión que es al mismo tiempo realización efectiva, porque la consciencia tiene el poder de creerse -esto es, crear de modo efectivo, establecer en el medio deseado- las estructuras que ella misma inventa.

Lograr el establecimiento de un foco de autopercepción y centro desde el cual ejercer la voluntad en el medio interior no supone, ni mucho menos, la victoria definitiva sobre el inconsciente en este campo de batalla, pero constituye una primera y significativa victoria.

VII

La labor de un dios. Y la labor de un dios es esencialmente cosmizadora, organizadora. A los seguidores del yoga integral no les queda más remedio que convertirse en el dios del poema para ser portadores del divino esplendor a sus propios abismos interiores y ser, de este modo, fieles a las enseñanzas del fundador. Pero el fundador ha dejado su cuerpo físico y las enseñanzas que acaso hubiera llegado a proporcionar a sus discípulos de haber permanecido más tiempo en este plano del ser-consciencia, las enseñanzas referentes a cómo profundizar en la sadhana interior, de qué modo vencer en el combate contra la inconsciencia y sus diversas manifestaciones, cómo sobrevivir en los intrincados laberintos interiores, no nos han alcanzado. ¿Existen en alguna parte esas enseñanzas o es que llegado a cierto punto de desarrollo la sadhana deberá necesariamente detenerse por falta de la guía adecuada en un medio no sólo desconocido sino también peligroso? La conclusión a la que llegamos es esperanzadora. No puede cabernos duda de que la poesía hímnica de Sri Aurobindo y en especial su poema Savitri son portadores de un conocimiento secreto que sólo se deja descubrir a medida que el sadhak, el guerrero espiritual, va adquiriendo la suficiente madurez interior como para ser capaz de establecer líneas de correspondencia entre el monumental poema y su propio ‘viaje’interior, sirviéndose de aquél como de una guía de viaje cuyas

42El mismo principio se utiliza como técnica para organizar la consciencia onírica. Don Juan, el maestro yaki de Carlos Castaneda, le aconseja a éste darse la orden, al ir a dormir, de contemplar su propia mano en sueños. Cuando sea capaz de verla, deberá recordar que eso fue una orden que se dio al adormecerse y el recuerdo lo hará despertar en su ‘cuerpo de ensueño’, es decir, en su cuerpo sutil.

43Nos referimos aquí exclusivamente a una categoría de visiones concreta entre las diversas que pueden producirse durante la meditación.

descripciones sólo se volviesen comprensibles y asimilables cuando se alcanza un lugar cercano desde el que poder contemplar el paisaje descrito. En esto, Savitri no se distinguiría de tantos otros poemas mistéricos de la antigüedad, pero presentaría la inapreciable ventaja de estar escrito en una lengua y por una mentalidad contemporáneas que lo liberarían de las dificultades de lectura, a veces insoslayables, propias de los textos escritos en las lenguas sagradas de edad inmemorial.

Además, Sri Aurobindo escribió en su opera magna La Vida Divina: ‘El ser individual completo es el individuo cósmico, puesto que sólo cuando hemos asimilado el universo en nosotros mismos -y lo hemos trascendido- puede nuestra individualidad considerarse completa44... Porque su experiencia de la existencia cósmica será, por el carácter de su naturaleza y por una centralización individualizada, la de un ser viviente en el universo pero, al mismo tiempo, por autodifusión y extensión en la unidad, la de un ser que llevase el universo y todos sus seres dentro de sí. Este amplio estado de ser sería no solamente una extensión en la unidad de sí mismo o una extensión en la idea-concepto y visión, sino una extensión de unidad en el corazón, el sentido, en una consciencia física concreta. Aquél poseería la consciencia cósmica, el sentido, el sentimiento, por los cuales toda vida objetiva devendría parte de su existencia subjetiva y mediante los cuales él realizaría, percibiría, sentiría, vería, oiría al Divino en todas las formas; todas las formas y movimientos serían realizados, sentidos, oídos, percibidos como si tuviesen lugar en su propio y vasto sí mismo. El mundo quedaría conectado no sólo con su vida externa sino también con su vida interior. Él no sólo se hallaría en contacto externo con la forma exterior del mundo, sino también, interiormente, con el ser interior de las cosas y los seres: contactaría conscientemente con sus reacciones tanto interiores como exteriores; sería consciente de un interior en los seres del que éstos mismos serían inconscientes, actuaría sobre todos y todas las cosas con una comprensión interior, toparía con todos con una perfecta simpatía y sentido de la unidad pero también con una independencia no obnubilada por ningún contacto’45. Así, podemos esperar con justicia que ese ser que nuestro mundo percibió como dos personas diferentes, Sri Aurobindo y la Madre, y que al realizar en sí la consciencia cósmica y supramental ha pasado a ser uno con todos nosotros, llegado el momento oportuno, guíe a cada uno de sus guerreros espirituales por los misteriosos senderos y desconocidos territorios que él mismo conquistó46.

44Sri Aurobindo, The Life Divine pg. 974.

45O.C. pg. 979.

46Este comentario a partir del poema La Labor de un Dios fue compuesto entre finales de 1988 y principios de 1989, y publicado por primera vez en el boletín Matrimandir entre los meses de Enero y Abril de 1990. Sin embargo, los puntos de vista particulares y el enfoque general del autor han cambiado considerablemente desde entonces. Si se ha decidido a publicarlo en este volumen, es porque algunas de sus ideas centrales -en especial todo lo que se refiere al verso del poema considerado aquí esencial-, a pesar de la limitación de sus formulaciones, le siguen pareciendo interesantes y de cierta aplicabilidad. El lector hará bien en considerarlo nada más que una serie de sugerencias más o menos útiles en las primerísimas etapas de la sadhana.

INICIOS EN EL YOGA INTEGRAL47

I

Muchos de los lectores de Sri Aurobindo, al abordar sus obras, quedan fascinados por la potencia intelectual del maestro, por su capacidad para iluminar los pozos más profundos de la psicología humana, allí donde se refugian nuestros miedos más secretos y nuestras más inviolables limitaciones; muchos, aun sin acabar de comprender la dimensión de su yoga -pues ésta jamás acaba de comprenderse-, perciben que por fin han hallado un camino de esperanza no sólo para sus espíritus, para sus almas, sino también para sus mentes, sus vidas y cuerpos, y sienten nacer en sí la idea de un nuevo Hombre y una Tierra nueva. La cuestión que aparece entonces es ¿cómo iniciar el camino?, ¿hacia dónde dar el primer paso?, ¿con qué ayuda darlo, con qué equipo de viaje, con qué canción o qué mantra en los labios? Esta sección, que abrimos este mes de Mayo, tiene por misión no responder a estas preguntas -eso sería una pretensión por nuestra parte, pues cada alma en su originalidad esencial ha escogido un camino específico, propio, para despertar-, sino aportar los materiales adecuados para que cada lector pueda, más tarde o más temprano, responderse a sí mismo. Tales materiales serán tanto ensayos nuestros como traducciones de textos de Sri Aurobindo y la Madre, escogidos cuidadosamente entre la amplia bibliografía que supone la obra de estos autores, o comentarios a estos textos.

El libro La Madre, de Sri Aurobindo, comienza con una frase que señala sin lugar a dudas cuál es, cuál debe ser el punto de referencia fundamental de todo sadhak del Yoga Integral: ‘Existen sólo dos poderes que, cuando actúan conjuntamente pueden alcanzar el gran, el difícil objetivo de nuestro esfuerzo: una aspiración fija e indeclinable que llama desde abajo y una Gracia suprema que desde arriba responde’. En efecto, la aspiración es el indispensable movimiento original de todo aquel que comienza el camino, y la aspiración, cuando es sincera y perfecta, dicen los que Conocen, opera todo el misterio, pero ¿quién es capaz de una aspiración absoluta y absolutamente sincera, constante e indeclinable en todas las partes de su ser desde su primer paso en el camino?, ¿quién es capaz de una apertura, de esa apertura que exige la aspiración, franca y en la dirección correcta? Sri Aurobindo, cuyo punto de partida era la síntesis yóguica que enseña el Gita, concedió una enorme importancia, como punto de partida de sus discípulos, a la técnica Sankhya de separación de Purusha y Prakriti. Tal separación de dos principios fundamentales de nuestro ser, el sujeto observador y el objeto de observación, permite a la consciencia subjetiva, al ‘yo’, del sadhak tomar una posición interior desde la que se reconoce como algo distinto de sus pensamientos, sentimientos, emociones, sensaciones, percepciones y todo movimiento que tenga lugar en su mente, vida y cuerpo. Esta toma de posición en la consciencia-testigo es el primer paso y el paso indispensable para el rechazo de todo movimiento en la naturaleza que pudiera oponerse al descenso de la Luz superior y, en este sentido, una acción que apoya el poder de la aspiración permitiendo que éste fructifique en un terreno más fértil y seguro. El texto cuya traducción reproducimos a continuación, extraído de los Evening Talks de Purani, supone una

47Los textos que componen esta sección aparecieron entre los meses de Mayo y Diciembre de 1990 en el Boletín Matrimandir. Las traducciones están extraídas de diversas obras y fueron comentadas por Bel Atreides. En este volumen, se ha respetado su forma original.

introducción magnífica a este concepto de ‘separación’ y muestra hasta qué punto Sri Aurobindo le concedía importancia.

27-12-1923

Sri Aurobindo: ¿Querías decirme algo?

Sadhak: He empezado la práctica del yoga del modo que me indicaste. Lo encuentro muy adecuado y provechoso.

Sri Aurobindo: Continúa así. Lo que generalmente conoces como tu ‘sí mismo’ no es más que tu ser superficial y sus acciones en la superficie. Lo que el hombre cree ser él mismo es sólo un movimiento en la naturaleza -un movimiento en la mente universal, la vida universal y la Materia universal. Lo que tienes que hacer es separarte o, mejor, ‘despegarte’ a ti mismo de los movimientos de la Naturaleza. Te darás cuenta entonces de que tú no sólo estás contemplando la acción universal de la Naturaleza, sino consintiendo a ella.

El movimiento de observación que está teniendo ahora lugar en ti no es separación del verdadero Purusha, sino del Purusha mental. Como Purusha no sólo puedes observar como testigo, sino actuar como el que sanciona. Así, puedes detener el movimiento de la Naturaleza que está teniendo lugar en ti.

Sadhak: Sí. Me he dado cuenta de que puedo controlar mi pensamiento o imaginación mediante simple fuerza de voluntad.

Sri Aurobindo: No debes suprimir el movimiento natural. Con eso sólo lograrías que permaneciese ahí o que se ocultase más profundamente en la Prakriti para sacar su cabeza en la ocasión más conveniente. Lo que debe hacerse es rechazar el movimiento, apartarlo de tu naturaleza. Puedes hacerlo desapegándote más y más de todos los movimientos.

Sadhak: ¿Cuál es el centro, el asiento del Purusha?

Sri Aurobindo: El verdadero asiento del Purusha está sobre la cabeza.

Sadhak: Debería tratar de localizar las diferentes funciones psicológicas en los diversos centros del cuerpo.

Sri Aurobindo: Sí, yoga significa volverse más y más consciente, incluso el movimiento de la personalidad subliminal debe ser sentido y experimentado. El centro de visión -y voluntad- está en el entrecejo. El centro del ser psíquico se halla en el corazón -no en el ser emocional, sino detrás. El vital tiene su centro en el ombligo. Todo esto no es la verdadera Alma -es la naturaleza. El Alma se localiza más profundamente. El método directo del yoga Supramental sería conocer al ser subliminal o psíquico y abrirlo al Poder Superior. Pero éste es un método drástico y si el Adhar no es puro, conduciría a una mezcla de Verdad y falsedad, de lo que proviene de Arriba y lo que viene de abajo, y tal estado es peligroso en algunos casos. No hace falta que empieces por este método, sino que realices esta práctica preparatoria, que es considerada, en sí misma, una elevada

realización en otros yogas. Es verdaderamente el primer paso esencial en el Yoga Supramental.

Cuando separas Purusha de Prakriti experimentas una cierta calma. Esta calma es la consciencia del Purusha observando la acción de Prakriti. Es lo que se llama el Testigo Silencioso. La calma se torna más profunda a medida que te distancias de Prakriti. Sientes que esta calma es amplia, es la que gobierna. Puede detener cualquier movimiento de la naturaleza; aunque su voluntad no resulte efectiva desde el primer momento, con el tiempo prevalecerá. Para encontrar esta consciencia del Purusha debes rechazar todo lo que provenga de la naturaleza inferior, es decir, deseos, sentimientos e ideas mentales.

Sadhak: Entonces... ¿no debemos tener el deseo de practicar yoga?

Sri Aurobindo: No.

Sadhak: ¿Cómo puede practicarse el yoga así?

Sri Aurobindo: Debes tener voluntad: voluntad y deseo son dos cosas distintas. Debes distinguir entre movimientos falsos y verdaderos en la naturaleza y dar tu consentimiento sólo a los verdaderos.

Sadhak: ¿Es necesario usar la Buddhi para distinguir lo verdadero de lo falso?

Sri Aurobindo: No por medio de la Buddhi o entendimiento pueden percibirse estas cosas, sino por visión o percepción interior. No es el intelecto, sino algo superior que ve. Es en la Mente Superior donde esta percepción, intuición, etc. tiene lugar.

Todo conocimiento verdadero es por identidad, no por razonamiento intelectual. Al conocimiento puede dársele forma intelectual por medio de la Buddhi o intelecto, pero se adquiere esencialmente por identidad. Conoces la ira cuando eres uno con ella, aunque puedes desapegarte de ella y contemplarla como algo que tiene lugar en ti. Todo conocimiento es así.

Por ello, la discriminación no es racional sino automática, a través de una percepción interna. Existe también una facultad llamada revelación, que representa la Verdad en términos de figuras; existe también la inspiración, que es como una voz oída en la mente o el corazón. También esto es una dura práctica. Uno debe estar en guardia contra los movimientos inferiores como autosuficiencia, vanidad, etc., y rechazarlos.

II

En el número anterior de nuestro boletín, presentamos un texto extraído del libro Evening Talks de Purani que hacía referencia a la importancia del método Sankhya -la separación de los dos polos de la consciencia- en las etapas iniciales del Yoga Integral. A partir de él, comprendimos que separar Purusha de Prakriti significa ser capaz de establecer una escisión en la propia consciencia entre el sujeto y el objeto, entre el testigo puro y los procesos que tienen lugar frente a él. ¿Cómo puede llevarse a cabo esta separación? Existen sólo dos vías: un despertar espontáneo -como en los casos de Ramana Maharishi y Nisargadatta- o el viveka, el discernimiento entre lo que es ‘yo’ y lo que es ‘no-yo’. Ahora bien, ¿qué es ‘no-yo’? ‘No-yo’ es todo aquello que, exterior o interiormente, puede objetivarse, es decir, puede contemplarse como objeto, convertirse

en objeto de observación, todo aquello que puede nombrarse. Y, por otro lado, ¿qué es ‘yo’? ‘Yo’ es lo que contempla o nombra al objeto sin poder ser contemplado o nombrado. Así, la separación del ‘testigo’ de sus ‘procesos’ supone una desidentificación progresiva de todo aquello que, en la naturaleza del individuo, es ‘proceso’: una sensación corporal es ‘yo’ hasta que el sujeto se separa de ella, se desidentifica de ella y se vuelve capaz de observarla como un proceso específico que tiene lugar en su cuerpo; y lo mismo puede decirse de los sentimientos, emociones y pensamientos. Esta separación-desidentificación se convierte en un abandono de la falsa subjetividad -la subjetividad exterior en la que todo tipo de tendencias, ideas, pensamientos, pasiones, hábitos, etc., se hallan confundidos creando la ilusión de una personalidad, y un despertar a una consciencia cuyo fundamento es una calma y silencio perfectos desde los que tiene lugar una observación desimplicada y clara de lo que ocurre en el otro polo de la consciencia, en la naturaleza -interior y exterior- o Prakriti. Esta consciencia-Purusha, comentaba Sri Aurobindo en el texto mencionado, no es sólo testigo, sino también capaz anumanta, de otorgar el consentimiento para la acción o de impedirla. Así, la importancia de esta conquista interior para el sadhak se revela como algo fundamental y se explica que ésta, por sí misma, constituya la máxima realización en algunas de las vías del Yoga. Fue Sri Krishna el primero que incorporó este método a su propia síntesis yóguica tal como ésta es expuesta en el Bhagavad Gita.

Si la finalidad del Yoga Integral no fuese otra que el logro de una consciencia permanente, calma, impersonal e inmortal, la separación de Purusha y Prakriti constituiría la culminación de todos sus esfuerzos. Si, por otra parte, su finalidad fuese la conquista de algún plano y consciencia espiritual superior, la separación de Purusha y Prakriti sería el primer paso en el despertar del espíritu, que a partir de ese momento podría continuar solo su andadura, su ascenso hacia los mundos eternos, sin la carga y la oscuridad a las que debe someterse por su aceptación de la naturaleza. Pero el objetivo del Yoga Integral va mucho más allá e incluye la transformación de Prakriti, horizonte ante cuya dificultad todos los otros yogas habían desistido de emprender siquiera el esfuerzo. Ahora bien, si la primera etapa en el camino de transformación ha sido la conquista de una consciencia calma, impersonal y desapegada, independiente de la naturaleza y sus procesos, ¿qué podría motivar la transformación de Prakriti? Sri Aurobindo responde a esta pregunta a través de las 575 páginas que constituyen sus Ensayos sobre el Gita, la esencia de las cuales es la siguiente: el Purusha liberado de Prakriti, el Akshara Purusha según la terminología filosófica india, no es el secreto de los secretos de este universo, es posible una conquista aun mayor, existe una cima de consciencia aun más elevada: el Purushotama, el Purusha total en el que Espíritu y Naturaleza Superior son una sola e indistinguible realidad. Porque, en realidad, no existe una sola Prakriti o naturaleza, sino dos: la Naturaleza-Verdad o Naturaleza Superior, la Para-Prakriti, la Shakti del Purusha despierto y revelado, y la naturaleza inferior, la Prakriti-Maya, la falsa naturaleza frente a un Purusha dormido o velado. Así, comprendemos que la transformación de la naturaleza inferior no es sino el despertar a la Prakriti superior, proceso paralelo al que supone despertar al verdadero Purusha, el Espíritu liberado de los movimientos de la naturaleza inferior.

Sin embargo, a partir del punto en que nos hallamos se plantean una serie de cuestiones de orden práctico o metodológico: 1.Puesto que la consciencia-Purusha es pura calma y desapego de todo proceso y perfecta en sí misma, ¿qué puede llevarle a aspirar a una transformación ulterior?

2.Puesto que el individuo sólo cuenta para su trabajo de transformación con los instrumentos -intelecto, voluntad, etc.- que le proporciona la naturaleza inferior, ¿podrá utilizarlos para remontarse a una condición superior sin quedar ligado, a causa de esa misma utilización, a su naturaleza inferior?

3.Puesto que todo esfuerzo personal depende de y existe en la naturaleza inferior, ¿cuál es su lugar -si tiene alguno- en el proceso de transformación?

No contestaremos a estas cuestiones directamente, dejaremos que sea Sri Aurobindo quien lo haga desde diversos textos extraídos del ya mencionado libro de Ambalal Purani, que traducimos a continuación.

1

Discípulo: ¿Cuál es la característica del Purusha en cada plano del ser -el físico, el vital y el mental- como observador del mundo?

Sri Aurobindo: El Purusha contempla el mundo, que aparece ante sus ojos tal como Prakriti, es decir, la Naturaleza, lo representa. En el plano mental, Prakriti da lugar a pensamientos, ideas -en resumen, todo tipo de movimiento mental. En el plano vital, Prakriti se representa a sí misma como deseos -en resumen, como acción de la fuerza vital. En el plano físico, se representa a sí misma como la inmutable ley de la vida física.

Discípulo: Cuando el Purusha se separa de Prakriti, ¿cómo le resulta posible aspirar a algo más elevado?

Sri Aurobindo: No es el Purusha, sino la Prakriti quien debe ser movida a aspirar y la que debe ser transformada. El Purusha es silencioso, pasivo, observador de Prakriti.

28-9-1926

2

Discípulo: A -un discípulo- dice que la idea del Gita acerca de la libertad exige libertad de la naturaleza -Prakriti. De acuerdo con este argumento, si un hombre sigue a su Buddhi, no es libre.

Sri Aurobindo: ¿Dice el Gita verdaderamente esto?

Discípulo: En el verso donde se dice que Sattwa -la cualidad mental, de pureza y claridad de consciencia- ata por medio de la felicidad y el conocimiento.

Sri Aurobindo: Este es otro tema. La cuestión es si la Buddhi puede ayudarte o no a desapegarte o si puede conducirte o no a la percepción de algo más elevado que ella misma.

Discípulo: Creo que el texto del Gita apoya, en efecto, este punto de vista.

Sri Aurobindo: Yo también lo creo. Si no, ¿qué sentido tendría que el Gita pusiese tanto énfasis en la Buddhi? La Buddhi te ayuda a desapegarte y te prepara para la percepción del Purusha. Ni siquiera Shankaracharya, creo, llega a sostener que la Buddhi sea algo inútil. También él admite que la razón prepara a la mente humana para lo que está más allá de ella. Aun para superar a Sattwa, la Buddhi supone una etapa en el camino.

Discípulo: Pero Buddhi es un instrumento de la Naturaleza.

Sri Aurobindo: Sí, un instrumento de la Naturaleza que te ayuda a elevarte a la Naturaleza superior. El Gita, como he dicho, afirma que la Buddhi puede percibir lo que está más allá de ella.

14-12-1939

§

Discípulo: Entonces... ¿cuál es el lugar del uso de la voluntad?

Sri Aurobindo: Bien, tu voluntad tiene un lugar. Debe ser usada, en primer lugar, para eliminar todos los movimientos inferiores, deseos, pensamientos, etc. En segundo lugar, puede ayudar al trabajo del Poder Superior frenando las acciones que pertenecen a la Mente, Vida y Cuerpo -es decir, a la Naturaleza ignorante. El primer resultado será una calma muy superior a la calma mental.

23-12-1923

3

Discípulo: También Krishna Prem dice que la Gracia y el Tapasya son complementarios, sin ser uno más importante que otro. Girish Ghosh acostumbraba a decirle a Ramakrishna que él dejaba todo en sus manos, que dejaba que Ramakrishna lo hiciese todo por él; y parece ser que en Girish se llevó a cabo una importante transformación.

Otro discípulo: Lo que yo he oído es que Girish se dio cuenta al final de que no había sido capaz de pasarle su propia carga a Ramakrishna.

Sri Aurobindo: ¿Quieres decir que él no realizó ningún esfuerzo?

Discípulo: Así lo supongo, o se encontró al final que, de un modo u otro, no había sido capaz de dejarlo todo en manos de Ramakrishna.

Otro discípulo: Eso significa que si uno posee una fe viva, no necesita el Tapasya. C también dice que él no cree en el Tapasya. Cree sólo en la Gracia.

Discípulo: Yo no quiero decir con esto que uno consienta los movimientos de la naturaleza inferior mientras se aferra a la Gracia, pero, en efecto, no creo en el Tapasya.

Otro discípulo: Sí, pero si queremos algo no nos queda más remedio que efectuar un esfuerzo o movernos en esa dirección. Cierto esfuerzo es inevitable.

Sri Aurobindo: (a C) ¿Qué entiendes por Tapasya?

Discípulo: Tiene el sentido de esfuerzo. Por ejemplo, la mente se mueve en una y otra dirección: uno debe hacer un esfuerzo para concentrarla. Esto es difícil.

Sri Aurobindo: Que Tapas significa algo difícil es la idea popular. A menudo significa sentarse sobre clavos, sostenerse sobre la cabeza, etc. Pero ésa no es la idea correcta. Tapas puede ser para algo que uno quiere o desea. Tú reúnes energía para tu objetivo.

Discípulo: Cuando uno se sienta en meditación, la mente vaga de un lado a otro y hay que enfocarla. Eso es difícil.

Sri Aurobindo: Sí, pero algo en ti quiere hacerlo. Lo quieres, ¿no es así?

Discípulo: Es reunir la fuerza de consciencia para un propósito particular.

Sri Aurobindo: Sí, reúnes toda la energía y la concentras sobre un punto determinado.

Discípulo: Incluso para reunirla, cierto esfuerzo es necesario.

Sri Aurobindo: Si quieres alcanzar un objetivo, cierto esfuerzo será necesario.

Discípulo: Algunas personas encuentran fácil meditar muchas horas.

Sri Aurobindo: Sí, pero eso también requiere concentración de la energía. No todo esfuerzo es necesariamente desagradable. Por ejemplo, un hombre que juega al cricket debe concentrarse en la pelota, en el palo, el campo, etc.

Discípulo: Eso es comparativamente fácil porque el hombre encuentra interés en ello.

Otro discípulo: Otro hombre podría encontrar ese esfuerzo difícil.

Sri Aurobindo: Se dice en los Upanishads que Dios creó el mundo por medio de Tapas. Eso no implica que hallase difícil crearlo, pero tuvo que hacer el esfuerzo.

Discípulo: Es como cuando una mujer realiza todo tipo de trabajos con un cántaro en la cabeza y, todo el tiempo, su atención está concentrada en el cántaro.

En el caso de las Gopis, no es que ellas tuvieran que realizar un esfuerzo para recordar a Krishna. Ellas se enamoraban espontáneamente de Él y algo en ellas ardía como el fuego. Así, cuando algo en el ser es tocado de esta forma, la concentración no requiere esfuerzo o labor.

Uno puede concentrarse para una cosa y obtener un resultado bien diferente, seguir una línea bien diversa.

Sri Aurobindo: En mi propio caso, Lele quería que yo consiguiese devoción y amor y escuchase las voces interiores. Y en lugar de ello, alcancé la Consciencia Silenciosa de Brahman.

Discípulo: Y él rezó y trató de empujarte a la otra condición.

Otro discípulo: Yo hallo, en mi propio caso, que con muy poco esfuerzo por mi parte me he liberado de muchas cosas.

Sri Aurobindo: Sí, eso es porque tú o algo en ti quería liberarse de ellas.

Discípulo: Pero el esfuerzo no corresponde a los resultados.

Sri Aurobindo: Puede ser así. No es una cuestión de correspondencia: con muy poco esfuerzo, algo en ti quiere liberarse de esas cosas sinceramente, así la Gracia halla fácil actuar. Pero de todos modos el esfuerzo es un elemento que contribuye al resultado. Hay casos en los que uno realiza muchos esfuerzos sin que nada ocurra o, incluso, viendo empeorar su condición. Y de repente se da cuenta, cuando decide abandonar todo esfuerzo, que su objetivo se realiza. Puede ser, en este caso, que el esfuerzo provocase una cierta resistencia y, cuando el esfuerzo cede, la resistencia dice: “El amigo cesa en su esfuerzo, no tiene sentido proseguir”.

1941 ó 1942

§

Carta de Dilip, con la de Krishnaprem, preguntando si cada vez que un sadhaka realiza un esfuerzo personal, puede decirse que lo hace para satisfacer su propio ego.

Sri Aurobindo: No, puede ser subordinar el ego al Divino. Si es para conseguir poder o para satisfacer cualquier otro impulso, el esfuerzo personal sí tendría un origen egoísta.

18-4-1943

III

Hasta ahora hemos venido dedicando esta sección a la exposición y análisis de lo que constituye una de las etapas preliminares del Yoga Integral: la separación de Purusha y Prakriti, de la consciencia-testigo y la consciencia-objeto. En el primero de nuestros artículos, descubrimos la importancia de esta operación, que significa un distanciamiento progresivo de los movimientos de la naturaleza inferior -los sentimientos, deseos y emociones vitales y los pensamientos mentales- y el establecimiento de una consciencia calma y desimplicada, estática, que observa los procesos de Prakriti y es capaz de otorgar o retirar su consentimiento de ellos. En el segundo de nuestros artículos, vimos cómo, una vez alcanzada la consciencia-testigo, el yoga en la vida y la materia sólo podía continuar si el sistema psico-físico del individuo, la Prakriti, es movido a la aspiración y descubrimos, también, que los instrumentos del sistema del individuo -su intelecto, su voluntad, su nivel emocional, incluso el ego- y su esfuerzo personal tienen su lugar en el proceso de transformación de su naturaleza. En uno de los textos traducidos, el lugar de estos instrumentos y esfuerzo había sido cuestionado por un discípulo de Sri Aurobindo, haciendo eco de algunas doctrinas tradicionales indias, alegando que, al pertenecer a la naturaleza inferior, su uso fortalecería necesariamente el vínculo con ella. Sri Aurobindo

señaló, sin embargo, que esto no ocurre cuando los instrumentos y el propio esfuerzo, purificados, dedican su acción al Divino.

Nuestro tema, que apenas está iniciado, podría llevarnos ahora a cuestiones como las siguientes: puesto que es posible, mediante el proceso de separación, centralizar la consciencia ‘fuera’ de Prakriti, ¿qué es el ‘yo’, qué es el ‘ego’?; puesto que en el proceso de transformación personal es necesario el esfuerzo, ¿a qué tipo de acción debe dirigirse éste?, ¿cuál es la actitud adecuada del sadhaka en la acción?, ¿en qué medida debe desarrollarse el esfuerzo personal y cuál es su relación con la Gracia?; ¿qué diferencia existe entre la consciencia-testigo o Purusha, perfectamente calma y desimplicada de todo proceso dinámico, y el Nirvana?, etc. Sin duda es importante responder a estas cuestiones y trataremos de hacerlo, antes o después, desde las páginas de nuestro boletín, pero no queremos crear la impresión de que el proceso de ‘separación’ es el único elemento importante o el único camino posible en los inicios del Yoga Integral. Existe otro elemento tan importante, al menos, como el anterior que, aparentemente, lo contradice: la unificación. Con este término se refiere la Madre a la operación de homogeneizar la consciencia en la naturaleza individual, es decir, eliminar las contradicciones creadas por la coexistencia en un mismo individuo de diversas personalidades episódicas, cada una en busca de sus propias satisfacciones, cada una con su propia construcción del mundo y perspectiva de las cosas. En el proceso de unificación, estas personalidades o fragmentos de personalidades deben fundirse en una sola consciencia a la que ofrecerán todas sus capacidades y energía después de desprenderse de sus metas y perspectivas particulares en contradicción y conflicto. Surge así un problema fundamental sin cuya resolución tal proceso de unificación de la consciencia dinámica48 no sería posible: ¿desde qué centro de consciencia, desde qué personalidad, se llevará a cabo ese proceso?, ¿existe en la consciencia del individuo -más allá de sus personalidades vitales y mentales, interiores y exteriores- algo esencial, verdadero y permanente, inmortal, capaz de proporcionar a la naturaleza individual un sentido verdadero y, por lo tanto, una perspectiva de las cosas verdadera, una meta verdadera y una acción basada en la verdad? Porque si ese centro de verdad no existe en la consciencia dinámica o no es accesible al ser humano, todo intento de unificación será vano y efímero: sólo la verdad puede dar consistencia e inmortalidad a la unión.

La respuesta a este problema fundamental así como explicaciones ulteriores a todo lo que constituye el proceso de unificación nos las darán los textos que traducimos a continuación, todos ellos pertenecientes a la Madre y extraídos del libro The Psychic Being publicado en 1989 como recopilación de diversos textos de Sri Aurobindo y la Madre que tienen como tema principal el Ser Psíquico o alma en evolución.

El trabajo de unificar el ser consiste en:

1. Volverse consciente del propio ser psíquico.

2. Poner frente al ser psíquico, a medida que uno va volviéndose consciente de ellos, todos los movimientos, impulsos, pensamientos y actos de voluntad, de modo que aquél tenga la posibilidad de aceptarlos o rechazarlos. Los que sean aceptados serán conservados y desarrollados; los que sean rechazados serán expulsados de la consciencia de modo que no puedan tornar a ella.

48Definida así por oposición a la consciencia estática del Purusha.

§

Si verdaderamente queremos progresar y adquirir la capacidad de conocer la verdad de nuestro ser, es decir, la verdadera razón por la que hemos sido creados, lo que podemos llamar nuestra misión sobre la tierra, debemos rechazar y eliminar, de un modo muy regular y constante, todo lo que contradice la verdad de nuestra existencia, todo lo que se opone a ella. De esta forma, poco a poco, todas las partes, todos los elementos de nuestro ser pueden ser organizados constituyendo un todo homogéneo en torno a nuestro centro psíquico. Este trabajo de unificación exige mucho tiempo para ser culminado. De modo que, para llevarlo a cabo, debemos armarnos de paciencia y resistencia, con la determinación de prolongar nuestra vida tanto como sea necesario para el éxito de nuestra labor.

Al tiempo que realizáis esta labor de purificación y unificación, debéis cuidaros bien de perfeccionar la parte externa e instrumental de vuestro ser. Cuando la verdad superior se manifieste, deberá hallar en vosotros una mente lo suficientemente plástica y rica como para dar a la idea que trate de expresarse a sí misma una forma de pensamiento que preserve su fuerza y claridad. Este pensamiento, además, cuando trate de revestirse de palabras, deberá hallar en vosotros el suficiente poder de expresión como para que las palabras lo revelen sin deformarlo. Y la fórmula en que encarnéis la verdad deberá manifestarse en todos vuestros sentimientos, en todos vuestros actos de voluntad, todas vuestras acciones, todos los movimientos de vuestro ser. Finalmente, todos estos movimientos deberán, por un esfuerzo constante, alcanzar la máxima perfección.

Todo esto puede ser realizado por medio de una cuádruple disciplina cuyas líneas generales os doy a continuación:

Los cuatro aspectos de la disciplina no se excluyen mutuamente y pueden ser seguidos al mismo tiempo; en realidad, esto es lo preferible. El punto inicial es lo que podría ser llamado la disciplina psíquica. Damos el nombre de “psíquico” al centro psicológico de nuestro ser, el asiento en nosotros de la más alta verdad de nuestra existencia, eso que puede conocer esta verdad y hacerla dinámica. Por ello, es de importancia capital tornarse consciente de su presencia en nosotros, concentrarse en esta presencia hasta que se convierta en un hecho viviente para nosotros y podamos identificarnos con ella.

En varios tiempos y lugares, muchos métodos han sido prescritos para lograr esta percepción y alcanzar, por último, la identificación con esta parte de nuestro ser. Algunos métodos son psicológicos, otros religiosos, algunos incluso mecánicos. En realidad, cada cual debe hallar el que le resulte más adecuado y, si uno tiene una aspiración ardiente y firme, una voluntad persistente y dinámica, puede estar seguro de hallar de un modo u otro -exteriormente, por medio de la lectura y el estudio; interiormente, a través de la concentración, meditación, revelación y experiencia- la ayuda necesaria para alcanzar la meta. Sólo una cosa es absolutamente indispensable: la voluntad de descubrir y realizar. El descubrimiento y realización deben constituir la preocupación primordial de nuestro ser, la perla preciosa que debemos adquirir cueste lo que cueste. Sea lo que sea lo que hagas, sean las que sean tus ocupaciones o actividades, la voluntad de hallar la verdad del propio ser y unirse a él debe estar siempre viva y presente tras todo aquello que hagas, sientas y pienses.

§

¿Has dicho que es necesario establecer “homogeneidad en nuestro ser”?

¿No sabes lo que es una cosa homogénea, hecha de partes similares? Significa que todo el ser debe hallarse bajo la misma influencia, la misma consciencia, la misma tendencia, la misma voluntad. Estamos formados de todo tipo de piezas diferentes que se tornan activas una tras otra. Según la parte que se halle activa, somos una persona u otra, nos convertimos en una personalidad completamente distinta. Por ejemplo, uno empieza con una aspiración, siente que todo existe sólo para el Divino; entonces, algo ocurre, alguien se cruza en el camino o uno tiene algo que hacer y todo desaparece. Uno trata de recordar la experiencia, pero ni siquiera el recuerdo de la misma permanece. Se está bajo una influencia completamente diversa y uno se pregunta cómo ha podido ocurrir algo semejante. Hay ejemplos de doble, triple, cuádruple personalidad completamente inconsciente de sus diversidades... Pero no es de esto de lo que estoy hablando; estoy hablando de algo que os ha ocurrido a todos vosotros: todos habéis tenido una experiencia y durante algún tiempo habéis sentido que esa experiencia era lo único importante, que esa experiencia tenía un valor absoluto, media hora más tarde habéis tratado de recordarla y era como humo desvanecido. La experiencia había desaparecido. Y, sin embargo, tan sólo media hora antes estaba allí, y tan poderosa... Es porque uno está hecho de toda suerte de cosas diferentes. El cuerpo es como una bolsa con piedras y perlas todas ellas mezcladas, y es sólo la bolsa lo que las mantiene juntas. Ésta no es una consciencia uniforme, homogénea sino una consciencia heterogénea.

Puedes ser una persona diferente en diferentes momentos de tu vida. Podría hablaros de personas que tomaron decisiones, tenían una fuerte voluntad, sabían lo que querían y se prepararon para ello. Entonces, se produjo un pequeño revés en el ser: otra parte se alzó en ellos y echó todo el trabajo a perder en cuestión de minutos. Lo que había sido conseguido en dos meses se había perdido. Cuando la primera de las partes vuelve al frente, siente una absoluta congoja, dice: “¡Qué!...” Todo el trabajo ha de empezar de nuevo, lentamente. Así, resulta claro que es muy importante volverse consciente del ser

psíquico; uno debe poseer una suerte de señal o espejo donde todas las cosas se reflejen como verdaderamente son. Y, entonces, de acuerdo con lo que son, uno las coloca en un lugar o en otro; uno empieza a explicar, a organizar. Esto lleva tiempo. La misma parte intenta volver tres, cuatro veces, y cada parte que vuelve dice: “Ponme en primer lugar; lo que las otras hacen no es importante, no lo es, soy yo quien debe decidir puesto que soy lo más importante”. Estoy segura de que no existe ni uno solo entre vosotros que no haya tenido esta experiencia. Queréis tornaros conscientes, tenéis buena voluntad, habéis entendido, vuestra aspiración resplandece -todo es brillante, luminoso; pero, de repente, algo ocurre, una conversación inútil, una lectura desafortunada, y echa todo a perder. Entonces, uno piensa que vivió una ilusión, que todas las cosas habían sido contempladas desde un ángulo extraño.

Así es la vida. Uno tropieza y cae a la primera ocasión. Uno se dice a sí mismo: “¡Oh!, no se puede ser siempre tan serio”, y cuando la otra parte retorna se arrepiente amargamente: “He sido un loco, he derrochado mi tiempo, ahora debo empezar otra vez...” A veces, hay una parte que está de mal humor, que se rebela, que está cargada de preocupaciones y otra que es progresiva y está llena de entrega. Y así, una tras otra.

No hay más que un remedio: la señal debe estar siempre ahí, un espejo bien situado que permita contemplar los propios sentimientos, impulsos, sensaciones. Uno debe verlos en este espejo. Hay algunos que no resulta agradable mirar; otros son hermosos, dulces y deben ser guardados. Esto debe ser hecho cien veces cada día, si es necesario. Y resulta muy interesante. Uno dibuja una especie de círculo alrededor del espejo psíquico y ordena todos los elementos en función de él. Si hay algo inarmónico, arroja una sombra gris sobre el espejo: este elemento debe ser tamizado, organizado. Ha de ser convencido de que debe salir de las tinieblas. Si hacéis esto, jamás os aburriréis. Cuando la gente no es amable, cuando uno tiene un resfriado, cuando no se sabe la lección, empieza a mirar en este espejo. Es muy interesante, uno contempla el cáncer. “¡Yo pensaba que era sincero!”- pero no era así.

No ocurre nada en la vida que no sea interesante. Este espejo está muy bien, muy bien hecho. Haced esto durante dos años, tres, cuatro años, a veces uno debe hacerlo durante veinte años. Al cabo de unos años, mirad atrás, volved la vista a lo que érais tres años antes: “¡Cuánto he cambiado!... ¿Era yo realmente así?...” Es muy entretenido: “¿Podía yo hablar de este modo, pensar así?...¡Qué estúpido era!, ¡cómo he cambiado!”

IV

Nuestro último tema en esta sección fue lo que la Madre denominaba el proceso de ‘unificación’. Mediante este concepto se refería a aquella operación que tiene como objetivo la organización de la propia consciencia y sus procesos en torno a un centro de verdad, el ser psíquico o alma de la consciencia dinámica. Esta operación incluye dos movimientos: en primer lugar, es necesario volverse consciente de este centro de verdad, que se sitúa en el chakra del corazón, pero en su parte más profunda y posterior; en segundo lugar, someter todos los elementos y funciones de la persona al ser psíquico. Los dos movimientos coexisten en el tiempo: el sadhaka no puede volverse consciente de su alma sino empieza a vivir en la vibración de la misma y a oponer, poco a poco, esta vibración de verdad anímica a todas las demás -físicas, sentimentales y mentales- propias de su persona. Aunque lograse un contacto muy directo con el centro de consciencia psíquico durante la meditación, si posteriormente, en su vida exterior, no lograse hacer participar a su vital y a su mente de la vibración psíquica, antes o después perdería el contacto y el velo caería de nuevo separando a su ser exterior de su ser más profundo. Pero ¿qué queremos decir exactamente con ‘vivir en una vibración’ determinada? La consciencia del hombre no es una realidad homogénea y uniforme sino un conjunto heterogéneo en el que diversos modos de ser, de sentir, de experimentar, se hallan superpuestos. A estos ‘modos’ podemos llamarlos, también, ‘consciencias’49. Cada consciencia tiene movimientos, tendencias, que le son propios y que se expresan en acciones y situaciones que tienden a reproducir esos mismos movimientos y tendencias. Por otra parte, los movimientos de una consciencia o región de consciencia no son independientes entre sí sino que acostumbran a formar una red enmarañada en la que unas

49Simplificando, podríamos hablar de cuatro consciencias en el hombre: la consciencia física o de las sensaciones, la vital o de los deseos, sentimientos y emociones, la mental o de los pensamientos e ideas y la psíquica o consciencia de verdad y amor divinos. Originalmente, es decir, en el individuo no transformado por el proceso del yoga, la consciencia física es inerte, la vital es pasional y la mental participa de la pureza de la aspiración al conocimiento, pero lo hace ‘arrancándose’ a la ignorancia. Cada consciencia, además, irradia desde y se organiza en torno a un eje o centro -chakra- que halla su situación específica en la realidad estratificada que es la consciencia global del hombre.

tendencias se cruzan y confunden con otras. Por ello, participar de un movimiento o tendencia peculiar, o hallarse sometido a él -sea éste un deseo, sentimiento o idea- es, en realidad, participar o hallarse sometido o habitar en una región concreta de la consciencia y de la confusa red que la constituye50, del mismo modo que para preparar la comida hay que entrar en la cocina, someterse a los olores y sensaciones propias de ella y usar los utensilios que se hallen allí. Una tendencia no es un movimiento independiente en la persona sino que condiciona su personalidad, acepta que la acompañe sólo un tipo determinado de tendencias coherente con ella y determina la zona de consciencia donde se centrará la personalidad. Dicho de otro modo, cada tendencia pertenece a un espectro de vibraciones51 preciso en el que coexiste con tendencias afines a ella y al que tiende a arrastrar al individuo para recrear toda su personalidad a partir de ese espectro característico. Así, admitir una tendencia o movimiento es, en realidad, habitar en una consciencia o región de consciencia concreta mezclado, en mayor o menor medida, con todas las tendencias de la misma; de ahí que no pueda haber Yoga Integral -es decir, Unión Integral, cohabitación integral con el Señor- mientras se admita un solo movimiento de la naturaleza inferior. De ahí, también, el énfasis de Sri Aurobindo en que el Yoga Integral no puede admitir compromisos: aunque al sadhaka no le queda más remedio que ponerse en marcha con su fardo de limitaciones y resistencias, sólo la voluntad de hallar y realizar la Verdad y nada más que la Verdad puede constituir su meta y debe ser el centro de su atención.

El sadhaka inicia su sendero del yoga con un vital y un mental no transformados, es decir, con una sentimentalidad y con unas ideas caóticas y falsas, no iluminadas, que constituyen la deformación de su personalidad verdadera o divina. Mientras base su acción interior o exterior en ellas se hallará en un terreno de ignorancia e insinceridad sumamente peligroso y estará sujeto al desánimo, la angustia y el fracaso de todos sus esfuerzos. Su primer movimiento debe ser hacia una consciencia que se halle en contacto natural y espontáneo con la verdad de su ser, y su primer contacto con esa consciencia de verdad le hará percibir la diferencia abismal que existe entre su ser real y la deformación del mismo, que se refleja en su ser exterior. Deberá entonces descubrir el camino desde la consciencia exterior, en la que naturalmente habita, a la más profunda y verdadera, y esto sólo lo logrará si aprende a conocer su alma, su vibración peculiar, su modo de ser, de pensar y sentir, sus movimientos característicos; pues al igual que el vital y el mental, el psíquico tiene sus propias tendencias, sus movimientos naturales. La meditación en el corazón profundo permite llegar al psíquico y descubrirlo, pero ello no basta para establecer una morada permanente en el alma: es necesario, además, expresarla en la acción del vital y el pensar de la mente, en cada instante, sometiendo a aquélla todas las tendencias del ser exterior. En realidad, hasta que todo el ser exterior no esté sometido,

50Según los tántricos, el muladhara chakra -que en el esquema de Sri Aurobindo corresponde al centro de consciencia físico- es la morada de la codicia, el sueño, la inconsciencia; en el swadhistana -vital inferior en Sri Aurobindo- se alojan la credulidad, el desprecio, el engaño y el falso conocimiento, la lujuria, la falta de piedad y el recelo; en el manipura -vital medio- coexisten la ira, la vergüenza, los celos, el deseo, la tristeza, la ignorancia, aversión, miedo, debilidad; en el anahata -vital superior o emocional- habitan la esperanza, la ansiedad, el esfuerzo, el apego, la arrogancia e hipocresía, el egoísmo, la discriminación, la duplicidad, el arrepentimiento y la indecisión (cf.Avalon, The Serpent Power pgs. 138-9 & 285-6). El individuo cuyos chakras no han sido todavía abiertos y purificados por la Shakti no puede participar de las funciones propias de cada uno de los chakras o consciencias sin mezclarse en mayor o menor grado con todas las características y tendencias de ese chakra.

51Dinámicas sutiles específicas que hallarán su expresión y su satisfacción en acciones y situaciones que les son propias, del mismo modo que cada longitud de onda se manifestará al ojo como un color concreto.

siempre existirá el peligro de caer en la falsa consciencia y perder el contacto con el ser psíquico.

La importancia fundamental de la consciencia psíquica en el camino de la transformación espiritual ha sido advertida por todas las doctrinas místicas tradicionales. “Si me dices -escribe Teófilo de Antioquía en el Libro Primero a Autólico- ‘Muéstrame a tu Dios’, yo te replicaría: ‘Muéstrame a tu hombre y yo te mostraré a mi Dios’. Muéstrame, en efecto, unos ojos de tu alma que vean y unos oídos de tu corazón que oigan. Porque a la manera de quienes ven con los ojos del cuerpo, por ellos perciben las cosas de la vida y de la tierra y disciernen juntamente sus diferencias... y lo mismo se diga de lo que cae bajo el dominio de los oídos... tal sucede con los oídos del corazón y los ojos del alma en cuanto a su poder de ver a Dios. Dios, en efecto, es visto por quienes son capaces de mirarle, si tienen abiertos los ojos del alma”52. “El corazón del creyente -escribe Ibn Arabi, el gran maestro sufí, citando las palabras de un estudioso del Korán- es el lugar de revelación de Dios; el corazón del creyente es el trono de Dios; el corazón del creyente es el espejo de Dios”53. “El Santo, bendito sea -se lee en el texto kabalístico conocido como Sefer ha-Bahir’-, ha reservado para sí el cuerpo del árbol así como su corazón’54. La diferencia entre las doctrinas místicas tradicionales y Sri Aurobindo es que para aquéllas la consciencia psíquica era en muchos casos la realización última mientras que para Sri Aurobindo constituye únicamente uno de los puntos de partida de su Yoga Integral.

Los textos que traducimos a continuación, extraídos del volumen The Psichyc Being y pertenecientes a Sri Aurobindo, tienen como objetivo ahondar en el conocimiento de esta realidad de consciencia.

Por psíquico quiero decir el ser anímico y la naturaleza anímica más profundos. No es éste el sentido con el que se usa esta palabra en el lenguaje corriente y, cuando lo es, resulta muy vaga, no llega a alcanzar la naturaleza de esta alma y se le da una amplia extensión de significado que la lleva más allá de ese campo. Todos los fenómenos de un carácter psicológico u oculto anormal y supernormal son considerados psíquicos; si un hombre tiene una doble personalidad y cambia constantemente de una a otra, si se produce la aparición de un muerto, algo de su mera envoltura vital o alguna de las formas de su pensamiento aparece y se pasea por el cuarto de su alarmado amigo, si un espíritu provoca un extraño estrépito en una casa, todo ello es etiquetado como fenómeno psíquico y contemplado como tema adecuado para la investigación psíquica, aunque todas estas cosas nada tengan que ver con el psíquico. Además, mucho de lo que en el Yoga es meramente oculto, fenómenos de los planos invisibles vital, mental o sutil físico, visiones, símbolos, todo ello mezclado, a menudo perturbado, sombrío, un campo de experiencia ilusorio que pertenece al territorio que se halla entre el alma y sus instrumentos exteriores o, mejor, que pertenece a sus regiones más exteriores -es decir, todo el caos de la zona intermedia-, se resume como psíquico y se considera como una provincia inferior y dudosa de descubrimiento espiritual. Existe una constante confusión entre el alma-deseo mentalizada, que es una creación del impulso vital en el hombre, de su vida-fuerza buscando siempre su satisfacción, y el alma verdadera, que es una chispa del Fuego Divino, una porción del Divino. Porque el alma, el ser psíquico, que usa la mente y el

52D.R.Bueno, Padres Apologetas Griegos, pg. 768-9 B.A.C., Madrid 1979.

53Ibn Arabi, El Núcleo del Núcleo, pg.70. Sirio, Málaga 1986.

54Le Bahir, Verdier 1983.

vital, tanto como el cuerpo, como instrumentos para el crecimiento y la experiencia, es contemplada como si fuese una amalgama o un sustrato sutil de mente y vida. Pero en el Yoga, si aceptamos toda esta caótica masa como la substancia o la dinámica del alma, caeremos en una confusión sin posibilidad de escape. Todo esto pertenece sólo a las coberturas del alma; el alma misma es una divinidad interior mucho más grande que la mente, la vida o el cuerpo. Es algo que, una vez liberado del oscurecimiento al que la someten sus instrumentos, establece un contacto directo con el Divino, con el ser esencial y el espíritu.

§

Nuestra parte psíquica es algo que procede directamente del Divino y se halla en contacto con el Divino. En su origen, es el núcleo preñado con las posibilidades divinas, que soporta esta triple manifestación inferior de mente, vida y cuerpo. Existe un elemento divino en todos los seres viventes, pero se halla oculto tras la consciencia ordinaria, no es lo primero en desarrollarse e, incluso cuando está desarrollado, no siempre ni a menudo se halla en el frente; se expresa a sí mismo en la medida que la imperfección de los instrumentos se lo permite, lo hace a través de sus medios y sometido a sus limitaciones. Crece en su consciencia por la experiencia hacia Dios, ganando fuerza cada vez que se produce un movimiento elevado en nosotros y, finalmente, por la acumulación de estos movimientos más profundos y elevados, se genera una individualidad psíquica -eso que usualmente llamamos ser psíquico. Siempre es este ser psíquico el que es la verdadera causa, aunque a menudo secreta, del tornarse del hombre hacia el yoga y su mayor ayuda en él. Es, por ello, al ser psíquico al que debemos hacer surgir de detrás del velo y poner al frente de nuestro yoga.

La palabra ‘alma’, al igual que ‘psíquico’, es usada muy vagamente y con muchos sentidos diferentes en la lengua inglesa. Muy a menudo, en el lenguaje ordinario, no se establece una clara distinción entre mente y alma y, muy frecuentemente, se incurre en una confusión aun más seria, pues es el ser vital del deseo -el alma falsa o alma-deseo- el que recibe el nombre de ‘alma’ y ‘psíquico’ en lugar del alma verdadera, el ser psíquico. El ser psíquico es diferente de la mente o el vital; se halla detrás del lugar donde éstos coinciden, en el corazón. Su centro está ahí, pero detrás del corazón más que en el corazón; pues lo que usualmente llamamos corazón es el asiento de las emociones, y las emociones humanas son impulsos vitales-mentales y, habitualmente, no psíquicos en su naturaleza. Este secretísimo poder oculto, distinto de la mente y la fuerza-vida, es la verdadera alma, el ser psíquico en nosotros. El poder del psíquico, sin embargo, puede actuar sobre la mente, el vital y el cuerpo purificando el pensamiento y la percepción y la emoción (que se transforma entonces en sentimiento psíquico) y la sensación y acción y todo lo demás en nosotros preparándolo para ser movimientos divinos.

El ser psíquico puede ser descrito en el lenguaje Indio como el Purusha en el corazón o el Chaitya Purusha; pero debe entenderse que reside en el corazón interior o secreto, hridaye guhayam, no en el centro exterior vital-emocional.

§

Al principio, el alma en la Naturaleza, la entidad psíquica, cuyo descubrimiento es el primer paso hacia una transformación espiritual, es una parte en nosotros enteramente velada, aunque es por ella por lo que existimos y persistimos como seres individuales en la Naturaleza. Las otras partes de nuestra composición natural son no sólo mutables sino, también, perecederas; pero la entidad psíquica en nosotros persiste y es fundamentalmente la misma siempre: contiene todas las posibilidades esenciales de nuestra manifestación, pero no está constituida por ellas; no está limitada por lo que manifiesta ni contenida por las formas incompletas de la manifestación, no está manchada por las imperfecciones e impurezas, los defectos y depravaciones del ser de superficie. Es la siempre pura llama de la divinidad en las cosas y nada que la alcance, nada que entre en nuestra experiencia puede manchar su pureza o extinguir la llama. La substancia espiritual es inmaculada y luminosa y, porque es perfectamente luminosa, es de modo inmediato, íntimo, directo, consciente de la verdad y el bien y la belleza; porque la verdad y el bien y la belleza son afines a su carácter propio o nativo, formas de algo que es inherente a su substancia. Es consciente, también, de todo aquello que contradice estas cosas, de todo lo que se desvía de su propio carácter nativo, de la falsedad y la maldad y fealdad y lo discordante; pero no se convierte en estas cosas ni es tocada o transformada por estos elementos opuestos a su naturaleza que tan poderosamente llegan a afectar a los instrumentos externos de la mente, vida y cuerpo. Pues el alma, el ser permanente en nosotros, pone delante y usa la mente, la vida y el cuerpo como sus instrumentos y permanece cubierta por ellos y sus condiciones, pero es distinta y mayor que sus miembros.

Si la entidad psíquica, desde el principio, se hubiese revelado y dado a conocer a sus ministros en lugar de ser un Rey recluido en su cámara secreta, la evolución humana habría sido el rápido florecimiento del alma en lugar del difícil, estorbado y desfigurado proceso de desarrollo que conocemos; pero el velo es espeso y no alcanzamos la Luz secreta en nuestro interior, la luz en la oculta cripta del más profundo santuario de nuestro corazón. Nos alcanzan insinuaciones de nuestra psyche en la superficie, pero nuestra mente no detecta su fuente; las toma por sus propias actividades porque, antes incluso de que aquéllas puedan alcanzar la superficie, son revestidas de substancia mental: ignorante, así, de la autoridad de las mismas, la mente las sigue o no las sigue de acuerdo con su inclinación o preferencia del momento. Si la mente obedece el impulso del ego vital, habrá pocas probabilidades de que la psyche llegue a controlar la naturaleza o manifieste en nosotros algo de su substancia secreta espiritual y movimientos nativos; o, si la mente actúa confiada en su escasa luz, apegada a su propio juicio, voluntad y acción de conocimiento, también entonces el alma permanecerá velada y callada y esperará hasta una ulterior evolución de la mente. Porque la parte psíquica se halla en nuestro interior para apoyar la evolución natural, y la primera evolución natural debe ser el desarrollo del cuerpo, la vida y la mente, sucesivamente. Cada uno de éstos debe actuar, ya sea siguiendo su propia naturaleza o en su mal establecida asociación con los demás, para crecer y tener experiencias y evolucionar. El alma reúne la esencia de toda nuestra experiencia mental, vital y corporal y la asimila para la posterior evolución de nuestra existencia en la Naturaleza; pero esta acción es oculta y no perceptible por la superficie. En las primeras etapas de la evolución material y vital, no existe consciencia del alma; hay actividades psíquicas, pero la instrumentación, la forma de estas actividades es vital y física -o mental cuando la mente se torna activa. Porque incluso la mente, mientras es primitiva o su desarrollo es muy exterior, no reconoce el carácter más profundo de aquéllas. Es fácil contemplarnos a nosotros mismos como seres físicos o vitales o mentales usando la vida y el cuerpo, e ignorar la existencia del alma: pues la única idea definida que tenemos del alma es la de algo que sobrevive a la muerte de nuestros

cuerpos; pero lo que esto sea no lo sabemos porque, aunque lleguemos a ser conscientes a veces de su presencia, no somos normalmente conscientes de su realidad peculiar y distintiva ni sentimos claramente su acción en nuestra naturaleza.

A medida que la evolución progresa, la Naturaleza empieza lentamente sus tentativas para manifestar nuestras partes ocultas; nos lleva a mirar más y más en el interior de nosotros mismos o se prepara para iniciar formaciones e insinuaciones más claramente recognoscibles en la superficie. El alma en nosotros, el principio psíquico, ha empezado ya a tomar forma secreta; pone en el exterior y desarrolla una personalidad anímica, un ser psíquico que la representa. El ser psíquico permanece aún detrás del velo, en nuestra parte subliminal, como el verdadero mental, el verdadero vital o el físico verdadero o sutil en nuestro interior: pero como ellos, actúa en la vida de superficie por medio de las influencias e insinuaciones que lanza a esa superficie; éstas forman parte del agregado de superficie que es el efecto conglomerado de las influencias y emergencias desde el interior, la formación visible y superestructura que ordinariamente experimentamos y tomamos por nosotros mismos. En esta superficie ignorante nos tornamos débilmente conscientes de algo que puede ser llamado un alma distinta de la mente, vida o cuerpo; la sentimos no sólo como una idea mental o un vago instinto nuestro, sino como una influencia sensible en nuestra vida y carácter y acción. Un cierto sentido hacia todo lo que es verdadero y bueno y hermoso, fino y puro y noble, una respuesta hacia ello, una exigencia de todo ello, una presión sobre la mente y la vida para aceptar y formular todo ello en nuestro pensamiento, sentimientos, conducta, carácter, es en general lo más fácilmente recognoscible, lo más característico, aunque no el único signo de esta influencia de la psyche. Del hombre que no posee este elemento en sí o de ningún modo responde a este impulso, decimos que no tiene alma. Pues es esta influencia lo que más fácilmente podemos reconocer como una parte más sutil o divina en nosotros y es la más poderosa para la lenta marcha hacia una meta de perfección en nuestra naturaleza.

Pero esta influencia o acción psíquica no emerge a la superficie perfectamente pura o no perdura en su pureza perfecta; si lo hiciera, seríamos capaces de distinguir claramente los elementos anímicos en nosotros y seguir consciente y completamente sus dictados. Una acción mental y vital y sutil-física interviene, se mezcla con ellos, trata de usarlos e inclinarlos a sus propios propósitos, empequeñece su divinidad, perturba o disminuye su autoexpresión, incluso logra desviarlo u obstaculizarlo o mancharlo con la impureza, pequeñez y error de la mente, la vida y el cuerpo. Despúes de alcanzar la superficie, los elementos anímicos, así estorbados y disminuidos, son aprehendidos por la naturaleza superficial de un modo oscuro e ignorante, y aquí se produce o puede producirse, por esta causa, una desviación y mezcla ulteriores. Se les da un nuevo giro, se les imparte una dirección errónea, una aplicación errónea, una formación errónea, un resultado erróneo de lo que es en sí mismo una substancia y acción puras de nuestro ser espiritual; se realiza una formación de consciencia de acuerdo con ello, que es una mezcla de la influencia psíquica y sus sugerencias confundidas con ideas y opiniones mentales, deseos e impulsos vitales, tendencias físicas habituales. Ahí se funden con la obscurecida influencia anímica los ignorantes aunque bien intencionados esfuerzos de estas partes exteriores en una dirección superior; una ideación mental de un carácter muy confuso, a menudo oscuro incluso en su idealismo, a veces incluso desastrosamente asimilado, un fervor y pasión del ser emocional arrojando las salpicaduras y espuma de sus sentimientos, sentimentalismos, un entusiasmo dinámico de las partes vitales, respuestas inquietas del físico, las excitaciones y agitaciones de nervios y cuerpo -todas estas

influencias se funden en una formación compuesta que se toma, frecuentemente, por el alma, mientras que su acción confusa y mezclada se toma por el impulso anímico, por el desarrollo y acción psíquicos o por una influencia interior de carácter superior. La entidad psíquica se halla libre de mancha o mezcla, pero lo que surge de ella no está protegido por esta misma inmunidad; por ello, la confusión se torna posible.

Sin embargo, el ser psíquico, la personalidad anímica en nosotros, no emerge completamente desarrollada y luminosa, sino evoluciona, atraviesa un lento proceso de desarrollo y formación. La forma de su ser puede ser indistinta al principio y puede, posteriormente, perdurar un largo tiempo débil y poco desarrollada, no impura sino imperfecta; pues falta su formación, su autoconstrucción dinámica sobre la base del poder del alma, que ha sido más o menos exitosamente exteriorizado en el proceso de evolución contra la resistencia de la Ignorancia y la Inconsciencia. Su aparición es el signo de un emerger del alma en la Naturaleza y, si ese emerger es todavía pobre y defectuoso, la personalidad psíquica será también pobre o débil. Además, por la oscuridad de nuestra propia consciencia, quedará separada de su realidad interior, en imperfecta comunicación con su propio origen en las profundidades del ser; pues la ruta se halla aún mal construida, resulta fácilmente obstruible, los cables se cortan a menudo o los inundan comunicaciones de otro tipo y procedentes de otro origen: su poder para imprimir sobre los instrumentos exteriores lo que recibe es también imperfecto. En su penuria, no le queda más remedio que confiar, para la mayor parte de las cosas, en esos instrumentos y forma su impulso para su expresión y acción a partir de sus datos en lugar de hacerlo únicamente a partir de las inequívocas percepciones de la entidad psíquica. En estas condiciones, no puede impedir que la luz psíquica verdadera sea disminuida o deformada en la mente convirtiéndose en mera idea u opinión; el sentimiento psíquico, en el corazón, se transforma en una emoción falible o un mero sentimiento; la voluntad psíquica para la acción, en las partes vitales, resulta un entusiasmo vital ciego o una excitación febril: la personalidad psíquica acepta incluso estas falsas traducciones a falta de nada mejor y trata de expresarse a través de ellas. Pues es parte del trabajo del alma influir en la mente y corazón y ser vital y dirigir sus ideas, sentimientos, entusiasmo, dinamismo, hacia lo que es divino y luminoso; pero esto, al principio, debe ser hecho en condiciones de imperfección, lenta y confusamente. A medida que la personalidad psíquica se vuelve más fuerte, empieza a intensificarse su comunión con la entidad psíquica detrás de ella y a mejorar su comunicación con la superficie: puede transmitir sus sugerencias a la mente, el corazón y la vida con mayor fuerza y pureza, pues es ahora más capaz de ejercer un potente control y reaccionar contra las falsas mezclas; a partir de ahora, se hace sentir más y más como un poder específico en la naturaleza. Pero, aun así, esta evolución resultaría larga y lenta si se abandonase únicamente a la difícil acción automática de la Energía evolutiva; sólo cuando el hombre despierta al conocimiento del alma y siente la necesidad de hacerla emerger completamente y convertirla en el maestro y guía de su vida y acción, se produce un método de evolución más consciente y rápido y una transformación psíquica se hace posible.

V

Hasta ahora hemos tratado en esta sección dos de las más importantes puertas de entrada al Yoga Integral: la Separación y la Unificación, la conquista de la consciencia-testigo del Purusha y el despertar de la consciencia psíquica. El objetivo de cada uno de esos cambios de consciencia, que en muchos de los yogas tradicionales suponía ya la culminación del proceso de transformación espiritual, es en el Yoga Integral

lograr una base de consciencia suficientemente sólida y verdadera que permita llevar a cabo un trabajo de transformación interior ante el cual se quebraría la consciencia vital-mental humana ordinaria. En esta ocasión, vamos a remontarnos a ese principio que precede a todo principio; hablaremos, o mejor dejaremos que sea Sri Aurobindo el que lo haga, de algunas de las condiciones psicológicas necesarias para emprender el camino del yoga. Los textos que os ofrecemos a continuación pertenecen a una obra ampliamente citada ya en nuestro boletín: Evening Talks, de A.Purani.

1

11-11-1923

Se recibió un telegrama de un sadhaka mentalmente desequilibrado, que se convirtió en el tema de la tarde. El sadhaka en cuestión quería morir. La idea de la muerte, se pensaba, era debida a un tóxico hereditario en la sangre. Esta clase de tóxicos a menudo atacan el cerebro.

Sri Aurobindo: Es esta la gente que adquiere un sentido de “pecado” y la tendencia a arrepentirse y humillarse ante los demás. Tienen, por otra parte, grandes ideas acerca de sí mismos. Piensan que son muy importantes en el esquema universal.

(Después de una pausa) Este yoga, para realizarse bien, requiere un perfecto equilibrio. Por ello, los que sólo sienten una llamada general hacia el yoga no deberían elegir éste, pues abre tanto una posibilidad para el trabajo de la Consciencia Superior como la posibilidad de que poderes del mundo vital vengan y tomen posesión. Si un hombre no ha conseguido un perfecto equilibrio, les resulta más fácil a estos poderes tomar posesión. Muchas veces, el no tener fe en las cosas invisibles es mucho mejor que tenerla o que poseer una tendencia hacia el ocultismo. El hombre que no tiene fe en ellas se halla -comparativamente- libre de los ataques de otros planos porque no los acepta y, así, no se abre a ellos. Mientras que el hombre que cree en ellos les da su oportunidad. En este yoga es necesaria una mente “sana”.

Discípulo: La idea general es que a menos que a uno le falte un tornillo en su cerebro no debería practicar yoga.

Sri Aurobindo: ¿Qué quieres decir? Si falta un tornillo, la máquina no funcionará.

Discípulo: La idea parece ser: cuantos más tornillos falten, mayor probabilidad de éxito en el yoga.

Sri Aurobindo: ¿Lo dices por mí? (Risas)

Discípulo: No quería decir eso. Pero ¿quieres decir que un hombre cuerdo es más apto para el yoga?

Sri Aurobindo: Un yoga perfecto requiere un equilibrio perfecto.

Discípulo: Me temo que los hombres cuerdos son cosa aparte del yoga.

Sri Aurobindo: No necesariamente. ¿Qué significa cuerdo para ti?

Discípulo: Cuerdo no significa inerte.

Sri Aurobindo: Por supuesto que no; cuando hablo de falta de equilibrio en esa gente, no me refiero a que estén locos. Sólo significa que su desarrollo no es proporcionado o que existe una tendencia en la naturaleza que impide el desarrollo armonioso de todas sus partes.

(Pausa)

Sri Aurobindo: Esto fue lo primero que me mantuvo a salvo a lo largo de mi camino... quiero decir, el perfecto equilibrio. En primer lugar, yo estaba seguro de que nada es imposible pero, al mismo tiempo, podía cuestionarlo todo. Si hubiese creído en todo lo que venía hubiese acabado como G.

Discípulo: ¿Qué es perfecto equilibrio?

Sri Aurobindo: Un yogui perfecto puede tener una poderosa imaginación y, al mismo tiempo, una poderosa razón. Mediante la imaginación puede creer en todo, mientras que con la razón puede establecer los pasos lógicos necesarios. Incluso en el caso de los científicos, te das cuenta de que tienen una poderosa imaginación.

Discípulo: Quizás no sea exactamente imaginación.

Sri Aurobindo: Imaginación es el poder de concebir cosas más allá de la experiencia ordinaria de la vida.

Discípulo: ¿Corresponde acaso a la Verdad? ¿O existe alguna facultad superior de la que la imaginación es la representante en la mente?

Sri Aurobindo: Cuando la imaginación se eleva a su estado superior se convierte en inspiración. Cuanto más pura, más cerca se halla de la Verdad. Por ejemplo, en el caso de los poetas, generalmente, es la imaginación inspirada la que trabaja. Lo que querías decir acerca de los científicos era quizás “intuición”. (Pausa)

El momento capital de mi desarrollo intelectual fue cuando vi claramente que lo que el intelecto decía podía ser correcto e incorrecto al mismo tiempo, lo que el intelecto justifica es verdadero y su opuesto es también verdadero. Dejé de admitir una verdad en mi mente sin mantenerla simultáneamente abierta a la contraria de aquélla.

Verás, Mente significa infinitas posibilidades. La razón o inteligencia escoge una con exclusión de todo el resto de las posibilidades. Pero es la razón la que le da valor a una y la selecciona. Es como una ley en la ciencia: la aceptas porque explica la mayor parte de los fenómenos. En la mente aceptamos una y suprimimos las otras posibilidades y de este modo vemos sólo las razones de lo que aceptamos y suprimimos todo el resto de razones posibles. O bien el intelecto da un rodeo fútil y justifica la elección que ya ha hecho aludiendo a cualquier otra parte del ser.

El intelecto es meramente selectivo. Lo sentí muy claramente durante un largo tiempo. Y el primer resultado fue que el prestigio del intelecto desapareció para mí. A medida que asciendes, se desarrolla un movimiento más amplio que reconcilia todos los contrarios.

Así te vuelves capaz de ver las Fuerzas que están detrás de las ideas mentales. Por supuesto, no sirve de nada decirle esto al hombre común porque se hallaría en la más desesperanzada confusión si contemplase todo como mera posibilidad. Por ejemplo, vosotros quedaríais totalmente confundidos si pusiese ante vosotros todas las posibilidades.

Discípulo: Cuando todas las operaciones intelectuales aparecen como meras posibilidades, ¿qué debe uno seleccionar y cómo actuará?

Sri Aurobindo: No hay ninguna necesidad de dejarse confundir. Simplemente hay que observar, ver lo que son y lo que hay detrás de ellas. Por ejemplo, yo puedo reírme del Mayavada de Shankara o de los puntos de vista de Gandhi; pero puedo ver la verdad que hay detrás de ellos y conozco el lugar que ocupan en el juego universal de fuerzas.

Discípulo: ¿Puede superarse la falta de equilibrio?

Sri Aurobindo: Todo puede ser realizado. Puedes hacerlo dentro de tus propios límites; puedes corregir las exageraciones de las partes en ti que están bien desarrolladas y desarrollar aquellas que están suprimidas, de modo que se establezca el equilibrio.

§

20-9-1926

Discípulo: ¿Cómo es que personas inaptas son atraídas a este yoga mientras que otras, que son aptas, no lo son?

Sri Aurobindo: ¿Qué quieres decir por ‘ser atraídas’?

Discípulo: Quiero decir que algo en ellos les empuja a este yoga y luego se dan cuenta de que son inaptos para él... como si fuesen empujados a él sólo para ser destruidos.

Sri Aurobindo: ¿Quieres decir que el hombre es empujado por algo hostil al yoga sin que haya en él nada que lo quiera?

Discípulo: Sí.

Sri Aurobindo: No puede ser. Algo en el hombre que quiere la Verdad inicia el yoga, pero puede que otras partes suyas no sean capaces de seguirlo.

Discípulo: Es decir, tales personas no son aptas para el yoga y lo inician y fracasan.

Sri Aurobindo: ¿Qué es ‘ser apto’?

Discípulo: Tener una aspiración a la Verdad y cierta fuerza en el vital y una mente desarrollada.

Sri Aurobindo: Bien, un hombre puede tener todas las cualidades de que hablas y puede parecer fuerte y aun así puede no ser capaz de seguir el camino; mientras que otro hombre

puede parecer débil y, sin embargo, algo interviene desde detrás y resulta capaz de seguirlo. No existe una regla mental en esta materia.

Discípulo: Pero, si no son aptos, ¿qué es lo que les empuja a este yoga?

Sri Aurobindo: Como he dicho, algo en ellos quiere el yoga y les empuja a él. A veces es el ‘destino’ el que les empuja.

Discípulo: ¿Qué se quiere decir con ‘destino’?

Sri Aurobindo: Bueno, es un término general para denotar algo inexplicable. (Risas)

Discípulo: ¿Quiere decirse que el hombre es empujado al camino porque ha sido elegido?

Sri Aurobindo: Sí, puedes llamarlo ‘elegido’, ‘aceptado’ o como quieras; no ayudará demasiado a comprender el hecho.

Discípulo: Y, sin embargo, a pesar de que muchos piensan que son ‘elegidos’, no logran el éxito.

Sri Aurobindo: No es una cuestión de que uno piense que ha sido elegido. Hay montones de personas que lo piensan sin que sea así en realidad. Por otro lado, existen personas que se empeñan casi hasta el final en que no han sido elegidos y al final se encuentran con que han triunfado.

Discípulo: Estaba pensando en X -si realmente había algo en él que quería el yoga.

Sri Aurobindo: ¿Qué quieres decir? Por supuesto había algo en él que quería el yoga, de otro modo no hubiera sido atraído a él. Pero la arrogancia de su mente y de su ser vital se cruzaron en su camino y perdió la oportunidad.

Discípulo: Toma el caso de las gentes del distrito de X. Cómo se esfuerzan sin encontrar el camino y, sin embargo, persisten y persisten en eso que llaman sadhana. Me pregunto por qué es así y si eso tiene alguna utilidad.

Sri Aurobindo: Evidentemente, porque algo en ellos quiere el yoga pero el Adhar, el instrumento material, es inadecuado. Y respecto a la utilidad, ¿cómo podrías conocer la utilidad? Algo está en operación y éstos son, por así decirlo, materiales en la olla. Algunos logran preparación, otros no. No se puede esperar a empezar la vida espiritual hasta que todas las condiciones están aseguradas. Pero, ¿qué es aptitud?

Discípulo: No sé. Dímelo tú.

Sri Aurobindo: No me he cruzado con nadie que tenga toda la aptitud necesaria para este yoga. ¿Cuál es tu idea de aptitud?

Discípulo: Vemos que algunas personas que nos parecen aptas no vienen a este yoga mientras otras que no tienen nada vienen y no logran nada.

Sri Aurobindo: Y existen casos en que lo que tú llamas un hombre fuerte se quiebra y un hombre débil se las arregla de algún modo para seguir marchando.

Discípulo: ¿Cuáles son las condiciones para el éxito en este yoga?

Sri Aurobindo: Muchas veces he hablado de ellas. Tienen éxito aquellos que poseen una sinceridad central. Esto no significa que la sinceridad se halle presente en todas las partes del ser. En este sentido, nadie estaría totalmente preparado. Pero si la sinceridad central existe, es posible establecerla en todas las partes del ser. El segundo factor necesario es una cierta receptividad en el ser, lo que llamamos una apertura de todos los planos hacia el Poder Superior. El tercer elemento requerido es el poder de captar la Fuerza superior, un cierto ghanatwa -una cierta masa- que pueda sostener al Poder cuando descienda. Y con respecto a lo que impulsa, existen dos elementos que generalmente lo hacen: uno es el Ser Central. El otro es el destino. Si el Ser Central quiere hacer algo, empuja al hombre. Incluso cuando el hombre se sale de la línea marcada, lo empuja a ella de nuevo. Por supuesto, el Ser Central empuja a través de la mente o de cualquier otra parte del ser. Además, si el hombre está destinado, es empujado al camino ya sea para llegar a su fin o para quebrarse.

Discípulo: Entonces, de todos los que han venido ¿puedes decir quién es apto?

Sri Aurobindo: Es difícil decirlo. Pero puede decirse que cada uno de los que ha venido tiene su oportunidad para llegar al final del camino... si puede aferrarse a ella.

Discípulo: Existe también la posibilidad de fracaso.

Sri Aurobindo: Por supuesto, y además todo el universo es un juego de fuerzas y uno no puede siempre esperar hasta que todas las condiciones para el éxito se hallen satisfechas. Uno tiene que aceptar su oportunidad con el riesgo que conlleva.

VI

El libro La Madre, de Sri Aurobindo, una de las poquísimas obras en prosa escritas después de 1921, año en que cesó la publicación de la revista Arya, contiene la esencia de la enseñanza espiritual del Maestro. La Vida Divina, con sus más de mil páginas, es un mapa ofrecido a la mente de lo que es un mundo y una consciencia, los de la Supermente, que la sobrepasan y aturden; la Síntesis del Yoga, con sus casi novecientas páginas, constituye una revisión detallada de todos los sistemas tradicionales del yoga indio y la definición en relación a aquéllos del Yoga Integral; pero es La Madre el libro que contiene y formula en poco más de dos decenas de páginas todo lo que debe saber y poner en práctica un sadhaka del Yoga de Sri Aurobindo. Las Cartas del Yoga, por su parte, no hacen sino repetir una y otra vez los principios señalados en La Madre y aplicarlos a las circunstancias específicas que habían despertado cada una de las preguntas de los discípulos. El libro La Madre se desgrana todo él desde la primera frase, la frase que lo inaugura -‘Existen sólo dos poderes que, cuando combinan su acción, pueden lograr lo que constituye el gran y difícil objetivo de nuestro esfuerzo: una invencible y firme aspiración que llama desde abajo y una Gracia suprema que responde desde las alturas’- y no es más ni es menos que el análisis de esos dos poderes y de las condiciones requeridas para su relación y acción combinada, que es, en este yoga lo único que puede

propiciar el éxito del proceso de transformación tanto cuando éste tiene lugar en el nivel mental como cuando ocurre en los niveles vital y físico o celular.

Los tres primeros capítulos de la Madre, que os presentamos a continuación, revelan todo el secreto de la receptividad, es decir, de la capacidad de apertura a la acción de la fuerza superior en uno mismo, del esfuerzo personal y sus condiciones, y de la sumisión -surrender-. Su aparente sencillez puede llegar a decepcionar al buscador de exóticos misterios en el yoga, pero la magnitud de lo que éstos pueden llegar a revelar sólo depende de la medida de la sinceridad del lector.

1

Existen sólo dos poderes que, cuando combinan su acción, pueden lograr lo que constituye el gran y difícil objetivo de nuestro esfuerzo: una invencible y firme aspiración que llama desde abajo y una Gracia suprema que responde desde las alturas.

Pero la suprema Gracia actuará sólo en condiciones de Luz y Verdad y no en las condiciones impuestas por la Falsedad y la Ignorancia. Porque si tuviese que aceptar las condiciones de la Falsedad, traicionaría su propio propósito.

Éstas son las condiciones de Luz y Verdad, las únicas condiciones bajo las cuales la más alta Fuerza descenderá -y es sólo la de orden más elevado, la auténtica Fuerza supramental en descenso desde las alturas y abriendo desde abajo, la que puede actuar victoriosamente sobre la Naturaleza física y aniquilar sus dificultades: Debe darse una sumisión total y sincera; debe darse una apertura exclusiva de uno mismo al Poder divino; debe elegirse constante e integralmente la Verdad que desciende; debe rechazarse constante e integralmente la falsedad de los Poderes y Apariencias del mental, vital y físico que aún dominan la Naturaleza terrestre.

La sumisión debe ser total y abarcar todas las partes del ser. No es suficiente que el psíquico responda y el mental superior acepte o incluso que el vital interior se someta y la consciencia física interior perciba la influencia. No debe haber en ninguna parte del ser, ni siquiera en la más externa, nada que se reserve, nada que se esconda tras las dudas, confusiones y subterfugios, nada que se rebele o resista.

Si una parte del ser se somete, pero otra parte se reserva a sí misma, sigue su propio camino o establece sus propias condiciones, cada vez que esto ocurre, estás apartando de ti la Gracia divina.

Si tras tu devoción y sumisión encubres tus deseos, iniciativas egoístas e insistencias vitales, si pones estas cosas en el lugar de la aspiración verdadera o las confundes con ella y tratas de imponérselas a la Divina Shakti, es inútil invocar a la Gracia divina para que te transforme.

Si por una parte te abres a la Verdad y por la otra no te decides a cerrar las puertas a las fuerzas hostiles, es vano esperar que la divina Gracia habite en ti. Debes conservar el templo limpio si deseas instalar en él la viviente Presencia.

Si cada vez que el Poder interviene trayendo la Verdad, le vuelves la espalda para llamar de nuevo a la mentira que ya había sido expulsada, no es a la divina Gracia a la que debes culpar de haberte fallado, sino a la falsedad de tu propia voluntad y a la imperfección de tu propia sumisión.

Si llamas a la Verdad pero todavía queda algo en ti que escoge lo que es falso, ignorante y antidivino o simplemente no quiere rechazarlo, siempre estarás desprotegido ante el ataque y la Gracia se apartará de ti. Detecta primero lo que es falso u obscuro en ti y recházalo con persistencia, sólo entonces tendrás el derecho a llamar al Poder divino para que te transforme.

No imagines que a la verdad y falsedad, luz y tinieblas, sumisión y egoísmo les está permitido habitar conjuntamente en la morada consagrada al Divino. La transformación debe ser integral, e integral por ello el rechazo de todo lo que se le opone.

Rechaza el falso prejuicio de que el divino Poder hará, y está obligado a hacer, todo por ti y cuando tú lo pidas, incluso aunque no satisfagas las condiciones impuestas por el Supremo. Que tu sumisión sea verdadera y completa, sólo entonces todo será hecho por ti.

Rechaza también la falsa e indolente expectación de que el divino Poder realizará por ti incluso tu sumisión. El Supremo te pide tu sumisión a Él, pero no te la impone; eres libre en cada momento, hasta que llegue la hora de la irrevocable transformación, de negar o rechazar al Divino o de resistirte a la entrega, si estás dispuesto a sufrir las inevitables consecuencias espirituales. Tu sumisión debe salir de ti mismo, ser propia y libre; debe ser la entrega de un ser viviente, no de un autómata inerte o de una herramienta mecánica.

La inerte pasividad es constantemente confundida con la verdadera sumisión, pero de una pasividad inerte no puede surgir nada auténtico ni poderoso. Es la inerte pasividad de la Naturaleza física la que la deja a merced de cualquier influencia obscura o antidivina. Una sumisión alegre, fuerte y consciente es el requisito indispensable para el trabajo de la Fuerza Divina, la obediencia del iluminado discípulo de la Verdad, del Guerrero interior que batalla contra la obscuridad y falsedad, del siervo fiel del Divino.

Ésta es la verdadera actitud y sólo aquellos que pueden asumirla y mantenerla conservan una fe que ni desengaños ni dificultades podrán perturbar, y superarán la ordalía que abre el camino a la suprema victoria y a la gran transmutación.

2

En todo cuanto se realiza en el universo, el Divino actúa desde detrás y a través de su Shakti, pero permanece velado por su Yoga Maya trabajando a través del ego del Jiva en la naturaleza inferior.

En el Yoga, el Divino es tanto el Sadhaka como la Sadhana; es su Shakti con su luz, poder, conocimiento, consciencia, Ananda, actuando sobre el Adhara y, cuando éste se abre a ella, vertiendo en su interior esas divinas fuerzas que hacen posible la Sadhana.

Pero mientras la naturaleza inferior es activa, el esfuerzo personal del Sadhaka no deja de ser necesario.

El esfuerzo personal requerido no es sino una triple labor de aspiración, rechazo y sumisión: una aspiración vigilante, constante, incesante -la voluntad de la mente, el anhelo del corazón, el asentimiento del ser vital, la voluntad de abrir y tornar plástica la consciencia y naturaleza físicas; rechazo de los movimientos de la naturaleza inferior: rechazo de las ideas, opiniones, preferencias, hábitos, construcciones mentales, de modo que el conocimiento verdadero pueda encontrar espacio libre en una mente silenciosa, -rechazo de los deseos de la naturaleza vital, reclamaciones, ansias, sensaciones, pasiones, egoísmo, orgullo, arrogancia, injuria, avaricia, celos, envidia, hostilidad a la Verdad, de modo que el verdadero poder y gozo puedan verterse desde las alturas en un ser vital en calma, vasto, fuerte y consagrado, -rechazo de la estupidez de la naturaleza física, duda, falta de fe, obscuridad, obstinación, mezquindad, pereza, resistencia a la transformación, Tamas, de modo que la verdadera Luz, Poder, Ananda, puedan establecerse firmemente en un cuerpo cada vez más divino; sumisión de uno mismo y de todo lo que uno es y tiene y de cada plano de la consciencia y cada movimiento al Divino y a la Shakti.

§

A medida que progresan la sumisión y autoconsagración, el Sadhaka se torna cada vez más consciente de que es la Divina Shakti la que realiza la Sadhana, vertiendo en él más y más de sí misma, fundamentando en él la libertad y la perfección de la Naturaleza Divina. A medida que este proceso consciente substituye a su propio esfuerzo, más rápido y verdadero se vuelve su progreso. Pero no podrá reemplazar completamente la necesidad del esfuerzo personal hasta que la sumisión y consagración sean absolutamente puras y completas.

Date cuenta de que una sumisión tamásica que rechace satisfacer las condiciones requeridas y le pida a Dios realizar todo y resolver cualquier problema y lucha es un engaño y no conduce ni a la libertad ni a la perfección.

3

Para cruzar la vida armado contra el miedo, peligro y desastre, sólo dos cosas son necesarias, dos que van siempre unidas -la Gracia de la Divina Madre y, de tu parte, un estado interior cuya esencia es la fe, la sinceridad y la sumisión.

Haz que tu fe sea pura, cándida y perfecta. Una fe egoísta en el ser mental y vital maculada por la ambición, orgullo, vanidad, arrogancia mental, voluntad al servicio del vital, reclamaciones personales, deseos de mezquinas satisfacciones de la naturaleza inferior, es una minúscula y apagada llama que no puede pretender alcanzar el cielo. Contempla tu propia vida como si te hubiese sido dada sólo para el trabajo divino y para ayudar a la manifestación divina. No desees más que la pureza, fuerza, luz, vastedad, calma, Ananda de la consciencia divina y su insistente impulso para transformar y perfeccionar tu mente, vida y cuerpo. No pidas nada más que la verdad divina, espiritual y supramental, su realización en la tierra y en ti y en todos los llamados y elegidos, y las condiciones necesarias para su creación y victoria sobre todas las fuerzas adversas.

Haz que tu sinceridad y sumisión sean genuinas y enteras. Cuando te des a ti mismo, date completamente, sin reclamaciones, sin condiciones, sin reservas, de modo que todo le pertenezca a la Divina Madre y nada le quede al ego ni pueda ser reclamado por ningún otro poder.

Cuanto más completa sea tu fe, sinceridad y sumisión, mayor será la gracia y protección de que goces. Y cuando la gracia y protección de la Divina Madre están contigo, ¿qué daño podría alcanzarte o a quién deberías temer? Aun una minúscula porción de esos dones te llevaría a través de todas las dificultades, obstáculos y peligros; rodeado totalmente por su presencia puedes recorrer seguro tu camino porque es el suyo, sin temer ninguna amenaza, a salvo ante cualquier hostilidad por poderosa que sea, ya proceda de este mundo o de cualquiera de los mundos invisibles. Su mano puede tornar dificultades en oportunidades, fracaso en éxito y debilidad en fuerza inalterable. Porque la gracia de la Divina Madre es la sanción del Supremo y hoy o mañana su efecto es seguro, algo que ha sido decretado y es, por ello, inevitable e ineluctable.

VII

Llegamos al séptimo y último capítulo de esta sección, que se propuso, en el número cinco de nuestro boletín, explorar a través de la vasta literatura aurobindiana la dinámica y el sentido de las primeras etapas del Yoga Integral. Es el momento, quizá, de volver sobre nuestros pasos y tratar de hallar el hilo secreto que los une a todos ellos y que los hace aparecer como una marcha coherente y consciente hacia una meta preconcebida: la transformación espiritual. Y en este redescubrir nuestro del camino, nos asomaremos a los inicios yóguicos de los Iniciadores de nuestro camino.

1

Las tertulias reproducidas por Purani en su muy visitado libro Evening Talks nos revelaron la importancia que Sri Aurobindo concedía, en el principio de su magisterio yóguico, al proceso de separación de Purusha y Prakriti, es decir, a la centralización del ‘yo’ del individuo en una consciencia testigo perfectamente calma que observa, distanciada, los procesos de la propia naturaleza y acaba por descubrirse capaz de otorgar o negar su consentimiento a cada uno de sus movimientos. Así, testigo del proceso y señor último de toda acción son las dos características esenciales del Purusha consciente. Todo parece indicar que al principio, hasta el año 26 probablemente, en que se constituyó el Ashram como tal y fue la Madre la que ocupó el primer plano en la formación de los discípulos, la conquista de la consciencia testigo fue la puerta de entrada principal al Yoga de Sri Aurobindo. De hecho, el mismo Sri Aurobindo había entrado al Yoga por esta puerta, aunque en su propio caso la puerta se abriera de golpe y de par en par y de una vez por todas. En efecto, después de unos tres años de prácticas de pranayama y repetición de un mantra de Kali, el joven Aurobindo Ghose se sintió llegar a un estado de estancamiento interior que no sabía como superar. Pidió ayuda a un yogui bhakta -devocional- del estado de Maharastra, Bhaskar Lele, y siguiendo sus indicaciones alcanzó, en sólo tres días, la consciencia silenciosa de Brahman, estado que constituye la culminación del proceso que comienza con la separación de Purusha y Prakriti. “Nos

sentamos juntos -escribía Sri Aurobindo en 1932 respondiendo a una carta55- y yo seguí con absoluta fidelidad sus instrucciones sin entender en lo más mínimo adónde me guiaba o dónde estaba yendo yo mismo. El primer resultado fue una serie de experiencias tremendamente poderosas y cambios radicales de consciencia que él nunca pretendió -pues eran Adwaitas y Vedánticas y él estaba en contra del Adwaita Vedanta56- y que eran contrarias a mis propias ideas, pues me hicieron ver con estupenda intensidad el mundo como un show cinematográfico de formas vacuas en la universalidad impersonal del Brahman Absoluto”. Esta experiencia queda crudamente descrita en su poema Nirvana, que citamos a continuación en prosa para hacer más inmediatamente inteligible su sentido: “Todo queda abolido menos el Solitario mudo. La mente liberada del pensamiento, el corazón del dolor, se tornan inconcebiblemente inexistentes; no hay yo, no hay Naturaleza, conocido-desconocido. La ciudad, una sombra pintada sin matices, flota trémula e irreal; fluyen formas sin reposo, vacías figuras de cinematógrafo; como rizo de las aguas hundiéndose en golfos sin orillas cesa el mundo. Sólo el Permanente ilimitable está aquí. Una paz espléndida, sin formas, quieta, lo reemplaza todo, -lo que fui una vez: en ello una vacuidad silente, sin nombre, contenta, ya para apagarse en lo Desconocido o estremecerse con los mares luminosos del Infinito”57. Con similar crudeza, Sri Aurobindo vuelve a describir la experiencia del Nirvana en el Canto sexto del séptimo Libro de Savitri, titulado El Nirvana y el Descubrimiento del Absoluto que Todo Niega58, una descripción, sin embargo, apasionante porque expone con todo detalle el proceso que lleva desde la consciencia testigo hasta la inmersión del ‘yo’ en el Vacío nirvánico:

“Distante, manteniéndose aparte, desapegada y calma, un testigo del drama de sí mismo, un estudiante de su propia escena interior, contempló la pasión y el esforzarse de su vida y oyó en las pobladas avenidas de su mente el paso y el paseo incesante de sus pensamientos. Permitió alzarse a todo lo que quería agitación; sin reclamar nada, sin obligar a nada, sin prohibir nada, dejó todo a los procesos formados en el Tiempo y a la libre iniciativa de la voluntad de la Naturaleza. Siguiendo así el complejo juego humano, oyó la voz del apuntador tras la escena, percibió el libreto original establecido y el tema al órgano de la Fuerza que lo compuso. Contempló todo lo que se alza desde las profundidades del hombre, los instintos animales acechando entre los árboles de la vida, los impulsos que al corazón susurran y la tormenta de la pasión inundando los nervios; vio los poderes que contemplan desde el Abismo y la Luz de otro mundo que libera el alma. Pero, sobre todo, persiguió su vista el nacer del pensamiento...

“Cesó el trabajo en la factoría de la mente, no hubo ya sonidos de la dinamo del palpitar, no llegaba ya el clamor de los calmos campos de la vida... Su mente parecía ahora una habitación vacía o un paisaje sin sonido. A esto lo llaman los hombres quietud y como paz lo aprecian. Pero para su mirada, más profunda, todo estaba aún allí, efervescente como un caos bajo cubierta; sentimientos y pensamientos pedían un mundo, pedían actuar, pero no hallaban respuesta en el cerebro silente: todo estaba suprimido, nada había sido borrado; en cualquier momento podía acontecer la explosión. Luego, también esto cesó; el cuerpo pareció una piedra. Ahora todo era una vasta vacuidad poderosa, pero exenta aún del silencio de la eternidad; pues aún estaba lejos el reposo del

55Sri Aurobindo, Sri Aurobindo On Himself pg. 79. Pondicherry 1985.

56El Adwaita es la doctrina monista expuesta originalmente en los Upanishads y llevada hasta sus últimas consecuencias por Shankara en su doctrina del Mayavada, que contempla el mundo como una pura ilusión sin realidad esencial que la sostenga.

57Sri Aurobindo, Collected Poems pg. 134, Pondicherry 1986.

58Sri Aurobindo, Savitri pg. 532 ss., Pondicherry 1984.

Absoluto y el silencio oceánico de la Infinitud. Aun ahora algunos pensamientos podían cruzar su soledad... Entonces, mirando para averiguar de dónde llegaban aquellos intrusos, vio una inmensidad espiritual saturando y abarcando el espacio universal como el éter nuestro aire tangible, y a su través, navegando, un pensamiento. Así como pálidamente brilla un barco al acercarse a puerto, ignorante de prohibiciones o bloqueos, confiado en entrar y en el sello estampado en su visado, llegó a la ciudad callada del cerebro, hacia su muelle acostumbrado, que lo esperaba. Pero halló una voluntad opuesta, una ráfaga de Fuerza, y se hundió desvaneciéndose en la inmensidad. Tras una larga pausa vacía, otro apareció y otros, uno a uno, emergiendo de repente, visitantes inesperados de la mente desde las invisibles y lejanas singladuras de un mar solitario. Pero pronto cesó este tráfico. Todo entonces quedó quieto, nada se movió ya más: inmóvil, en propio rapto, intemporal, solitario, un espíritu silente colmaba el silente espacio.

“En esa calma absoluta, desnuda y formidable, se vislumbraba un Vacío todo-negador supremo que vindicaba su nihilista derecho soberano a cancelar la Naturaleza y negar el alma. Incluso el desnudo sentido de un sí mismo se tornó pálido e incierto: impersonal, sin signos ni características, vacía de formas, una consciencia en blanco y pura substituyó a la mente. Su espíritu pareció la substancia de un nombre; el mundo, una imagen-símbolo dibujada en el sí mismo. Un sueño de imágenes, un sueño de sonidos creaba la semblanza de un universo o proyectaba en el espíritu la apariencia de un mundo. Esto era visión espontánea; en ese silencio intolerante, ninguna noción o concepto podía tomar forma, no existía ningún sentido para estructurar la figura de las cosas; una pura auto-visión había ahí, mas pensamiento no se alzaba. Profunda, la emoción dormía en las honduras del corazón o yacía sepultada en un cementerio de paz... Vana era la provocación de los eventos; nada en el interior respondía al contacto exterior, ningún nervio era excitado, ninguna reacción se producía. Sin embargo, su cuerpo aún veía y se movía y hablaba; comprendía sin la ayuda del pensar, decía lo que era necesario decir, hacía lo que era necesario hacer. No había nadie tras el acto, no había mente que eligiese o proporcionase la palabra adecuada: todo operaba como una máquina apta e inequívoca... Su consciencia miraba y no tomaba parte en nada; lo sostenía todo, nada compartía. No había fuerte voluntad emprendedora; una incoherencia cruzando un firme vacío resbalaba hacia el orden de un azar relativo. Una pura percepción era el único poder que persistía tras su acción y su visión. Retirada ésta, todos los objetos se extinguirían, su universo privado dejaría de ser, la casa alzada con ladrillos de pensamiento y de sentido en el principio de las cosas, después del nacimiento del Espacio. Era esta visión idéntica al objeto visto; sin conocimiento conocía todo lo que debía ser conocido. Veía imparcialmente al mundo marchar, mas la misma mirada inmóvil y suprema veía también su abismal irrealidad. Veía el contorno de un juego cósmico, pero el pensamiento y la vida interior de las formas parecían muertos, abolidos por el colapso de su propio pensamiento: una hueca concha física persistía aún. Todo semejaba una brillante sombra de sí mismo, un cósmico film de imágenes y escenas”.

Poner tanto énfasis en la experiencia del Nirvana podría llegar a resultar extraño en una sección, como la presente, que se ocupa de los inicios del yoga. Recordemos, sin embargo, que Sri Aurobindo hizo alusión varias veces al hecho de que el Yoga Integral empezaba donde otros yogas culminaban. Por otra parte, como hemos visto, el Nirvana o experiencia silenciosa del Absoluto es el último grado de un proceso que comienza con la

separación de Purusha y Prakriti, uno de los temas a los que nos hemos venido dedicando principalmente.

Entre algunos de los sadhakas y comentaristas del Yoga Integral se ha convertido en un tópico la crítica y el menosprecio -y, como consecuencia, la desaparición del propio horizonte espiritual- de la experiencia y la realización del Nirvana por considerar que éstas contradicen un yoga cuyo objetivo es la transformación de la materia. Los yogas o yoguis del Nirvana constituyen, precisamente, uno de los blancos preferido y una de las teclas más monótonamente aporreadas por Satprem. En el fondo, tras ese menosprecio no se oculta más que el terror vital a desaparecer en la calma perfecta de la consciencia silenciosa absoluta. Sri Aurobindo respondió a este absurdo menosprecio en muchas ocasiones, pero las dos respuestas siguientes son suficientemente significativas y hablan por sí mismas: “En nuestro yoga, el Nirvana es el comienzo de la Verdad superior, en la medida en que es el pasaje desde la Ignorancia a la Verdad superior. La Ignorancia debe extinguirse para que la Verdad pueda manifestarse”59. “¡Estupendo! La realización del Ser Esencial, que incluye la liberación del ego, la consciencia del Uno en todo, establecer y consumar la trascendencia respecto a la Ignorancia universal, fijar la consciencia y unirla a lo más Alto, lo Infinito y Eterno, no es nada que valga la pena realizar o recomendar a nadie -¡no es ‘una etapa demasiado difícil’! ¡Nada nuevo! ¿Por qué debería haber algo nuevo en todo ello? El objeto de la búsqueda espiritual es hallar lo que es eternamente verdadero, no lo que es nuevo en el Tiempo. ¿De dónde has sacado esta singular actitud hacia los antiguos yogas y yoguis? ¿Es la sabiduría del Vedanta y del Tantra algo pequeño y sin importancia? ¿Así, pues, los sadhakas del Ashram han alcanzado la realización y son todos ellos Jivanmuktas, seres liberados, libres de ego e ignorancia? Si no, ¿por qué dices cosas como ‘no es una fase difícil’, ‘su meta no es muy elevada’, ‘es un proceso tan viejo’? He dicho que este yoga es ‘nuevo’ porque apunta a la integralidad del Divino en este mundo y no sólo más allá de él, y a una realización supramental. Pero ¿cómo justificaría esto un sentido de superioridad y desprecio respecto a una realización espiritual que es tanto el objetivo de este yoga como el de cualquier otro?”60.

2

Pero con la Madre, que asume la función exterior de guru a partir de 1926, otra puerta al yoga cobra un mayor énfasis. Es la puerta del psíquico. En realidad, el término ‘psíquico’ -the psychic- con el sentido que hoy posee en el Yoga Integral61, fue proporcionado a Sri Aurobindo por la Madre, que a su vez lo había tomado de Max Thèon. Así como la realización del Nirvana fue la primera conquista de Sri Aurobindo en el terreno del yoga, la realización del psíquico fue la primera y temprana conquista de la Madre, que explica en los Entretiens y en la Agenda cómo a principios de siglo pasó un año entero concentrada exclusivamente en la labor de despertar a su alma y cómo, cuando en 1905 visitó a Thèon en Argelia, al preguntarle este último si ahora que se hallaba a su merced no tenía miedo de él, la Madre respondió que no podía tener ningún miedo pues su dios interior palpitaba despierto en su pecho. Muy al contrario, cuando en una ocasión

59Sri Aurobindo, Letters On Yoga I pg. 59, Pondicherry 1979.

60O.C. pg. 97.

61En los primeros textos de Sri Aurobindo así como en los diálogos y tertulias reproducidos por algunos autores que hacen referencia a los primeros tiempos del Yoga Supramental, el término ‘psíquico’ tiene el valor general que posee habitualmente en la lengua inglesa, es decir, el relativo al psiquismo en general y, también, a lo oculto y paranormal.

un discípulo pidió a la Madre que le explicase la diferencia entre Purusha y Prakriti, ésta pidió ayuda a Nolini diciendo: “De nuevo me veo obligada a decir que no sé. (La Madre se vuelve hacia Nolini) Nolini, explícalo tú. Yo no entiendo nada, esto no corresponde a ninguna experiencia interior mía; nunca he tenido esa experiencia, por consiguiente no puedo hablar”62. Tal y como lo revelan las Plegarias y Meditaciones, el yoga de la Madre fue desde su mismo comienzo, un yoga de amor al Divino, un yoga de devoción, y el amor exige dualidad, el amor exige un espacio concreto, un universo para su manifestación y expresión: por su propia naturaleza, el amor es la fuerza que se opone a la separación y, mas aun, a la disolución.

En realidad, la diferencia entre la ‘puerta del purusha’ y la ‘puerta del psíquico’ no es otra que la que distingue la vía gnóstica -el jnana yoga o yoga del conocimiento- de la vía amorosa -el bhakti yoga-, vías que junto con el karma yoga o yoga de la acción ofrecida al Divino constituyen el gran trivio espiritual del yoga tradicional indio. Pero esta triple vía de la búsqueda espiritual no es sólo un fenómeno accidental en un clima que ha dado nacimiento a doctrinas tan numerosas como variadas, ricas y exóticas, sino que responde al propio carácter de la relación entre el hombre o la Naturaleza y el Divino o la Verdad última, relación que sólo puede expresarse en la identidad -y el conocimiento integral sólo es posible por identidad- o en la dualidad de la persecución y abrazo amoroso. La vía de las obras, de la acción espiritualizada, por su parte, debe hallar su primer fundamento, necesariamente, en la dualidad y devoción del bhakti yoga, pues el sadhak, para espiritualizar su acción, debe ofrecerla al Divino, lo que supone actuar bajo su inspiración y someterLe los frutos de la misma, sus éxitos o aparentes fracasos; es decir, el sadhak debe asumir frente a la Realidad Última, frente al Divino, la posición del instrumento frente a la Voluntad del supremo Artesano.

Es el jnana yoga, la vía del conocimiento, practicado con exclusividad el que había llevado a los yoguis Shankias y Vedánticos a la concepción del mundo como Maya, pura ilusión o pura ebriedad de una consciencia atrapada en los lazos de la materia, y consecuentemente a la renuncia a toda acción, a todo lazo familiar o compromiso social, a todo movimiento que no fuera el de procurar el sostén mínimo al cuerpo mientras el espíritu entraba en una comunicación cada vez más intensa con el Espíritu para lograr, finalmente, la ruptura de todo vínculo con el universo fenoménico.

¿Cómo reconciliar la Unidad jnani y la Dualidad bhakti o, dicho de otro modo, la experiencia ‘separativa’ del Purusha y la experiencia ‘unificadora’ del Psíquico? El Yoga Integral de Sri Aurobindo no podría haber nacido en otro caldo de cultivo que no fuese la gran síntesis de las tres vías tradicionales o, dicho de otro modo, para llevar a cabo esa transformación o divinización de la materia denominada en este yoga ‘Supramentalización’ es necesaria la realización unitiva del Conocimiento por identidad con la Realidad Suprema, pero es asimismo necesaria la dinamización de ese conocimiento en el universo -dinamización sólo posible por mediación de la fuerza del Amor- y su materialización por medio de la acción. La realización de esta síntesis no fue misión de Sri Aurobindo sino, muchos siglos antes, de Sri Krishna, síntesis que sería reactualizada y ampliada en nuestra era por Ramakrishna cuyo heredero espiritual, swami Vivekananda, instruyó desde un cuerpo sutil a Sri Aurobindo cuando éste se hallaba en la cárcel de Alipore63. Swami Vivekananda mostró a Sri Aurobindo los secretos de la Mente

62Mère, Entretiens 1954 pg.136, Pondicherry 1980.

63Nirodbaran, Talks with Sri Aurobindo II-III pg. 245, Pondicherry 1985.

Intuitiva, el último de los planos mentales y fronterizo con la Sobremente. Algunos episodios de la vida de Ramakrishna ilustran de un modo especial la necesidad y el modo de la reconciliación de las dos vías, la del conocimiento y la del amor. Ramakrishna, cuya naturaleza era profundamente bhakti, fue iniciado en el Tantra de adoración a Kali por una experta guru que vio en él una encarnación de la Divinidad. Por la vía dualista de la devoción, Ramakrishna alcanzó las máximas realizaciones posibles. Se cuenta que un día acertó a pasar por el templo de Dakshineswar donde él vivía un famoso sanyasin del Punjab, Totapuri, que no sólo era el líder de un grupo de setecientos hombres que habían renunciado a todo, incluso a la ropa con la que tapar mínimamente sus cuerpos, sino que decía haber llegado a la cúspide de la realización Vedántica, monista. Al oír hablar de las cualidades espirituales del por entonces todavía joven Ramakrishna, se ofreció a iniciarlo en el sanyasa y a guiarlo hasta la consciencia del Brahman Absoluto. Ramakrishna alcanzó esta realización, al igual que Sri Aurobindo, sin un gran esfuerzo por su parte. (Años después le lloraba a la Madre del Universo pidiéndole que no lo disolviese en la consciencia silenciosa sino que le permitiese amarla y experimentar una y otra vez Su juego en el mundo de las formas). Totapuri, por su parte, un hombre imponente y de aspecto rudo y feroz que jamás pasaba más de tres días en un lugar, se detuvo en Dakshineswar durante once meses. Al cabo de un tiempo, se vio afectado por la disentería y el dolor que le acuciaba era tan espantoso que su consciencia no podía despegarse de su cuerpo y le resultaba imposible la meditación. Liberada su alma como estaba y absolutamente indiferente al destino de su cuerpo, se dirigió al Ganges, que fluía frente al templo cerca ya de su desembocadura, para ahogar su físico en las aguas. Según se cuenta, allí donde Totapuri ponía el pie hallaba un banco de arena y la escasa profundidad del agua le impedía sumergirse. Caminaba unos metros hacia un lado u otro del río y de nuevo se encontraba sobre un banco de arena incapaz de ahogarse. Finalmente, desesperado, clamó a la Madre. Entonces, descubrió a Kali rodeándole manifiesta en todas las cosas, en todos los seres, en el río que no quería beberse su vida y en el aire que se empeñaba en seguir penetrando en sus pulmones contra su propia voluntad.

Este incidente, que concuerda de un modo muy preciso con la plegaria de la Madre que inaugura las páginas de este número doce de nuestro boletín64, ilustra bastante bien, creo yo, la razón y necesidad de un yoga de la Naturaleza, la Prakriti, y señala el punto en que el yoga de los jnanis se vuelve insatisfactorio. El mundo es Maya, es cierto, pero Maya es, según Ramakrishna, doble: Avidiamaya, la Maya de la ignorancia, y Vidiamaya, la Maya del conocimiento. Lo mismo expresa Sri Aurobindo al reclamar para la palabra Maya el significado y estatus Védico de conocimiento o poder de organización y medida65. Desde esta perspectiva, el yoga del conocimiento, irreconciliable con la experiencia de una Naturaleza puramente falsa o ilusoria, puede conciliarse con la experiencia de una Naturaleza del conocimiento; la experiencia transfenoménica de Brahman, que niega con horror el mundo de los fenómenos ilusorios, no tiene por qué negar un mundo de fenómenos verdaderos fundados precisamente en la unidad esencial de Maya y Brahman. La consecuencia de todo esto es que mientras la consciencia del iniciado se identifica con la trascendencia suprema, la mente y la vida no necesitan ser

64‘Eso mismo que podría llegar en una contemplación perfecta en silencio y soledad, no le llegará a aquel que se sustrae a su cuerpo, que hace abstracción de él; de este modo, la substancia de la que está constituido ese cuerpo continuará siendo tan impura como lo era al principio, pues ha sido abandonada a sí misma. Y por un misticismo desviado, por la atracción de los resplandores extrafísicos, por el deseo egoísta de unirse a Ti para satisfacción personal, aquél habrá vuelto la espalda a su razón de ser terrestre, se habrá negado a llevar a cabo su misión de redención, de purificación de la materia...’ (15 de Junio de 1913).

65Sri Aurobindo, The Upanishads pg. 38, Pondicherry 1986.

abolidas sino que pueden seguir su curso en un movimiento y desarrollo yóguico paralelo y coherente con el del alma y las partes superiores del ser.

3

Nada de lo que hemos dicho hasta ahora es superfluo desde el punto de vista práctico en los inicios del Yoga Integral, pues la más pequeña experiencia de la consciencia testigo o Purusha provoca un descentramiento tan poderoso de la consciencia ordinaria que uno se halla preguntándose a sí mismo, en la calma de ese semivacío interior, por la necesidad y el sentido de proseguir o emprender cualquier acción, o por la razón de la aspiración. La respuesta no puede ser más que esta: si se forma parte de una dinámica de vida en lugar de habitar apartado en el desierto o las cumbres himalayas y se impide a todos los miembros de la persona -la mente, el vital, el cuerpo, el alma- seguir movimientos de progreso parejos y coherentes, el sadhaka puede estar seguro de fracasar en un tiempo más o menos corto. Abandonada a sí misma, la mente sigue siendo un condensador de pensamientos falsos y, en el mejor de los casos, ignorantes. Dejado a su propio impulso, el vital sigue siendo una fuente de errores de todo tipo y un peligro constante de desviaciones porque, por más identificada que esté una parte del individuo con la consciencia superior, otra parte sigue existiendo en su cuerpo, vida y mente. Del mismo Totapuri, un jivanmukta u hombre liberado, se cuenta que se encolerizaba ante los errores de los demás o los fallos de la gente en el trato con su persona.

Acaso fuera la tendencia a una cierta inercia en el camino del desarrollo lo que sugiriese a Sri Aurobindo y a la Madre el llevar el énfasis desde la ‘puerta del purusha’ a la del psíquico, cuya naturaleza es puro amor al Divino, capacidad para percibirlo y comunicarse con él, y uno de cuyos poderes principales es Agni, la llama de la verdadera aspiración, del ardor espiritual y, por lo tanto, de la energía pura de progreso y transformación interior.

Ahora bien, si las puertas son dos, las condiciones para el yoga, tal y como nos las han revelado Sri Aurobindo y la Madre en los capítulos anteriores de esta sección, son cuatro: En primer lugar, una sinceridad central, es decir, una sinceridad en una parte central del ser capaz de amanecer después de cada una de las noches del error en las que hace tropezar la insinceridad de partida o la ignorancia propia del sadhak no transformado. Y es que en las primeras etapas del yoga, insinceridad e ignorancia cohabitan de un modo tan inextricable que a veces resulta casi imposible distinguirlas. La insinceridad se apoya en la ignorancia porque puede justificar cualquier acción errónea en el desconocimiento de lo que es verdaderamente correcto. La trampa resulta obvia cuando se empieza a vivir en la vibración psíquica: el conocimiento de la acción justa nunca es primordialmente mental -la mente acudirá luego a dar razones o justificar tanto lo justo como lo injusto-, sino que constituye una percepción interior y espontánea dependiente a su vez de una cierta ‘desobstrucción’ de la consciencia, una cierta ‘limpieza’ de base y de propósito, que permite una respuesta cada vez más definida y consciente a la vibración adecuada y un rechazo cada vez más firme y resuelto de la vibración inadecuada. La insinceridad, previa a la ignorancia, consiste en velar esta capacidad de respuesta interior con una mano y en apoyarse con la otra en la ignorancia de la mente ante la elección de lo correcto y lo que no lo es, entre lo que nos acerca a la verdad y lo que nos separa de ella. Del mismo modo que esa capacidad de respuesta interior a lo justo se desarrolla mediante su uso y la fidelidad del sadhak a sus inspiraciones hasta convertirse en un órgano bien

definido e infalible, resulta cada vez más velada, destruida incluso, cuando se la desoye o se actúa contradiciéndola. Desde esta perspectiva, acaso pudiéramos definir la sinceridad central como la capacidad de este órgano interior de respuesta a la verdad para renacer después de cada crisis y oscurecimiento temporal.

La segunda condición que descubrimos fue la de la receptividad. La receptividad no es, en definitiva, sino la capacidad de abrirse a la Gracia y de dejar en sus manos la realización de todo movimiento de progreso. Por medio de ella, el esfuerzo personal de transformación va cesando a medida que crece la operación de la Gracia en uno mismo. El jñana yoga o yoga del conocimiento monista no necesita la Gracia. ¿Quién otorgaría esta Gracia, quién la recibiría? Brahman es Silencio absoluto e incondicionado, el sadhak es Brahman en esencia y su mente, vida y cuerpo ni requieren, ni son entrenadas a pedir la Gracia, ni -desde esta perspectiva- la merecen. El Tantra, por su parte, que tanto énfasis pone en la Shakti, tampoco tiene una necesidad primordial de la Gracia. El sadhak aprende a despertar la Serpiente dormida, esto es, la Shakti en su inconsciente, y lo hace por los medios mecánicos y autorregulados del pranayama, los mantras o los ritos sexuales. La Gracia y, por tanto, la receptividad es por el contrario muy necesaria en la experiencia bhakti o devocional, en la que el sadhaka se pone totalmente en manos del Divino. Pero es aun mucho más importante en el Yoga Integral porque la transformación supramental, tal y como lo aseguran Sri Aurobindo y la Madre, les resultaría imposible a las solas fuerzas de cualquier ser humano por poderoso que éste fuese y sólo puede ser llevada a cabo por la acción de la Shakti supramental en la consciencia del sadhaka. En sí misma, la receptividad, según lo manifestaba Sri Aurobindo en los primeros capítulos de La Madre, constituye un triple movimiento de aspiración, rechazo de los movimientos negativos y sumisión.

La tercera condición que señalaba Sri Aurobindo era una cierta capacidad para alojar el poder que descendía, y se refería a ella como ‘una cierta masa’ -ghanatwa-. Sri Aurobindo sólo menciona este particular sin llegar a extenderse lo más mínimo en él, pero quizás se refiera con esta condición a algo semejante al prerrequisito -señalado en su libro El Secreto del Veda- imprescindible para la recepción de Soma o el poder del Ananda: “No todo sistema humano -escribe en la página 344- puede sostener, retener y gozar el potente y a menudo violento éxtasis de ese divino deleite. Aquel que está crudo y cuyo cuerpo no ha sido suficientemente cocido no puede probarlo o disfrutarlo... La vasija cruda y poco cocida en el fuego del horno no puede guardar el vino del Soma; se rompe y desperdicia el precioso líquido. Así, el sistema físico del hombre que bebe este fuerte vino del Ananda debe haberse preparado, por el sufrimiento y la conquista de todos los ardores torturadores de la vida, para los fieros y secretos ardores del Soma; de otro modo, su ser consciente no podrá soportarlo; lo derramará y lo perderá tan pronto como lo haya probado quebrándose física y mentalmente ante su contacto”.

La cuarta condición, por último, es la del equilibrio, un equilibrio mental, vital y físico inicial y progresivo. Mente, vida y cuerpo, no sólo deben emprender el camino desde un estado de relativa armonía, sino que su progreso debe ser equilibrado para que la armonía, asimismo, persista y se haga cada vez más intensa y completa. La consciencia mental, la vital y la física deben ser trabajadas en sus propios campos de experiencia y enriquecidas de modo que se tornen cada vez más vastas y más dotadas de los instrumentos capaces de expresar la Verdad a la que aspiran.

4

Llegamos así al final de nuestro recorrido -teórico, pues siempre se está, en la práctica, en uno u otro inicio del yoga- por las etapas iniciales de un yoga poco común, un yoga que incluye en su horizonte todos los aspectos de la vida pero sólo para transformarlos y sin aceptar ningún compromiso que no sea con la Fuerza transformadora del Divino; un yoga, pues, que por su misma naturaleza, requiere una base y unos cimientos profundos, sólidos y resistentes. Todos nuestros temas pueden hallarse corregidos, desarrollados y ampliados hasta el máximo de sus posibilidades en la vastísima literatura aurobindiana; aquí sólo nos hemos atrevido a exponer y sistematizar algunos aspectos que desde nuestra limitada experiencia nos parecían fundamentales. Respecto a éstos, llegados a este punto, parece que todo ha sido dicho ya y, sin embargo, todo está por decirse aún o, acaso mejor, todavía está todo por callarse pues, tal como decía Ramakrishna, ‘las abejas hacen ruido mientras no se han posado en la flor y han disfrutado su miel’.

AUROVILLE,

EXPERIENCIA COLECTIVA EN BUSCA

DE UNA NUEVA HUMANIDAD

El segundo fin de semana del mes de Junio, uno de los grupos que vienen contribuyendo en nuestro país y desde él a la obra de Sri Aurobindo y Madre, adquirió cuerpo visible y oficial. Se trata de Auroville Internacional España, una organización fundamentalmente dedicada a la difusión de la idea y la experiencia de Auroville en este país nuestro y a la canalización de material económico, cultural y humano hacia Auroville. La historia de este grupo, que nace entre personas sentimentalmente muy próximas y crece en reuniones nocturnas entre tazas de té, lecturas de Sri Aurobindo y Madre, meditaciones acaso, proyectos llenos de entrega y conflictos que les ayudan a pulir su personalidad física, no es sino un ejemplo visible y conocido entre otros invisibles; pues, con seguridad, son muchos los que en todo el mundo han sentido la proximidad de una nueva consciencia, una nueva luz, y no se resignan a vivir sin colaborar con ella, sin sumarse al ejército de obreros que preparan su descenso.

No son, sin embargo, estas pequeñas y aparentemente insignificantes células dispersas, que laboran en silencio y a media luz mientras los sabios parlotean y duermen, el motivo central de nuestro artículo. Nuestro tema es hoy Auroville, la ciudad de la Aurora junto a Pondicherry, en el sur de la India pero independiente de todo gobierno; concebida por la Madre como un laboratorio humano, constituido por gentes de todos los países, para llevar a cabo una sadhana colectiva en el contexto de un trabajo cuya inspiración y propósito es divino. ¿Es divino? Para aquellos que sencillamente creen que Sri Aurobindo y la Madre realizaron y encarnaron la consciencia divina y para aquellos que han experimentado en su propio ser la trascendencia y divinidad de su fuerza y su consciencia, tal aserción no ofrece lugar a dudas; aquellos que no pertenecen ni al primero ni al segundo grupo deberán reconocer que una Ciudad-Estado creada para la búsqueda constante de la Verdad, la realización de la Unidad y la persecución de la Divinidad surge, cuando menos, de un propósito e inspiración ‘más que humanos’.

Auroville tiene dos dimensiones máximas: la experiencia y la Idea. Auroville-experiencia es una comunidad de entre setecientos y ochocientos miembros de muchas nacionalidades que trabajan en la construcción de un marco material, social, legal, económico, educacional, cultural y espiritual no conocido hasta ahora. Cada uno de esos miembros ha llegado al pequeño territorio de la Ciudad-Estado con su fardo de capacidades y dificultades, alimentado por una fe y un sueño o, mejor, por la fe en su sueño: crear, en este mundo aparentemente invulnerable a todo cambio esencial, una sociedad nueva. Y, sin embargo, los aurovilianos saben bien que no puede existir una sociedad nueva sin un nuevo individuo; saben que no puede existir un nuevo individuo sin la plena manifestación de sus capacidades y la transformación de sus dificultades y limitaciones en nuevas potencialidades; saben que no puede darse tal transformación sin sufrir muchas muertes interiores, saben que el camino de la renovación pasa a través de la forja y el yunque; saben que no se puede soportar muchas muertes en la forja y el yunque sin una aspiración intensa y constante... y todas estas cosas que saben, y que intentan poner día a día, minuto a minuto en práctica, son ya los ladrillos y los mármoles de la Auroville interior, ese cuerpo colectivo asumido individual y subliminalmente que permite que la Auroville-Idea -la Auroville tal y como es, eternamente, en la Consciencia Suprema- fluya

poco a poco desde su propio plano de existencia intemporal hasta nuestro propio plano de existencia en el tiempo. Y si no hubiese, al menos, un germen de esa Auroville-Verdad descendiendo perennemente hasta esta Auroville-experiencia, ¿habría resistido la Ciudad-Estado del futuro veintidós años de lucha permanente y permanente obstáculo y dificultad?

Pero ¿por qué Auroville?, ¿por qué Auroville desde el pensamiento de Sri Aurobindo y Madre? La Madre formuló, un día, de este modo su sueño: “Debería haber algún lugar sobre la Tierra, un lugar que ninguna nación tuviese el derecho de reclamar como suyo; un lugar donde todo hombre de buena voluntad que tuviese una aspiración sincera pudiese vivir libremente como ciudadano del mundo sin obedecer más que a una autoridad: la verdad suprema...” Debería existir... Existe una consciencia más que humana y, sin embargo, al alcance del ser humano que contempla las cosas y los acontecimientos desde una perspectiva que trasciende lo puramente físico, una consciencia capaz de contemplar la repercusión que las acciones realizadas en este plano de la experiencia tienen en los niveles de existencia superiores y capaz asimismo de prever los efectos que los actos desarrollados en otros planos tendrán en el nuestro de la materia. Desde esta perspectiva, es decir, desde la perspectiva de múltiples planos que se interpenetran y repercuten los unos sobre los otros y que hacen posible cambiar la curva del Tiempo mediante la realización de un acto simbólico capaz de establecer el contacto con un plano de Verdad Superior y de hacer descender su Verdad, este ‘debería existir en la Tierra’ cobra una dimensión particular y fascinante y resuena como Palabra que promete, verdaderamente, una nueva Aurora.

Y, por otra parte, el yoga de Sri Aurobindo es una experiencia audaz que tiene como objetivo último la conquista de la Materia, la espiritualización de la Tierra, y esta conquista requiere la victoria en las dos dimensiones del hombre físico o material: la dimensión individual y la colectiva. A la experiencia divina le basta con el individuo divino, pero la Vida Divina requiere la comunidad divina, la Deva Shanga soñada desde los tempranos años veinte por Sri Aurobindo.

He aquí dos de los muchos posibles ‘por qué Auroville’.

Pero ¿por qué Auroville, por qué Auroville desde la perspectiva de todos aquellos que vivimos y actuamos y reflexionamos tan lejos de ese recóndito lugar en el sur de la India? En primer lugar, porque Auroville es un centro de irradiación de su propia experiencia, de su propia aspiración, de sus propias conquistas; una radiación sutil, subliminal, a la que hay que saber abrirse para que el esfuerzo de esos investigadores solitarios en busca de la vacuna contra la falta de unidad, la incomprensión, la manipulación de los unos por los otros, la agresividad y el egoísmo, no sea vano; una radiación desde un centro de aspiración espiritual en la Tierra a la que hay que saber abrirse para que la repercusión, la resonancia de sus logros sea lo más potente posible. En segundo lugar, porque Auroville, la Auroville- experiencia, la Auroville exterior, concreta, nos ofrece la oportunidad de colaborar, de uno u otro modo -cada cual sabrá hallar el suyo-, en una obra divina o, cuando menos, más que humana. Y, en tercer lugar, porque Auroville es, además, una realidad interior, una realidad que puede vivirse al nivel del individuo, del microgrupo, y que pide e invita a algo tan extremadamente simple y enormemente difícil como esto: ser a cada instante más sincero y menos autocentrado, ser a cada instante más consciente y menos condicionado, ser a cada instante más Individuo y menos individual, ser a cada instante más original y al mismo tiempo uno con el colectivo.

Un sueño, un sueño que habrá de transformar radicalmente la experiencia de nuestra enferma sociedad terrestre... Ese sueño, ¿se hará realidad?

-“Incluso si vosotros no creéis, incluso si todas las circunstancias parecen desfavorables, YO SÉ QUE AUROVILLE SERÁ. Puede que sea dentro de cien años, puede ser dentro de mil años, no lo sé, pero Auroville será porque está decretado” (Agenda, VII pg. 210).

AUROVILLE Y LA ETAPA ACTUAL

DE LA SADHANA POLÍTICA

DE LA HUMANIDAD

I

La Fase Actual de la Sadhana Política

de la Humanidad: el problema del nacionalismo.

Cualquier individuo que se halle en una senda de progreso consciente, es decir, cualquier ser humano para el que la vida haya dejado de ser la mera satisfacción de sus necesidades y deseos o la sola protección de sus miedos para convertirse en la oportunidad de realizar, de dar forma al proyecto que él mismo es para sí mismo y encarnar su máxima posibilidad como ser consciente, habrá debido volver la vista hacia sí mismo y en el análisis de su camino habrá descubierto que cada paso en su evolución va precedido por el emerger a su consciencia externa y vida de un tipo de obstáculos concreto o, más precisamente, de un mismo obstáculo reflejado en las diversas áreas de su existencia. Tanto es así, que los obstáculos no superados sino sólo evitados o pospuestos retornan una y otra vez con los ciclos temporales al frente de la consciencia del individuo como si su solución fuese, precisamente, lo que determina el camino de progreso real, el surco de la evolución verdadera, del mismo modo que sortearlos es lo que señala la senda de nuestros deseos, miedos y aceptadas incapacidades. Así, cada problema a resolver revela al individuo en progreso su limitación presente y, por ello, la naturaleza de la conquista de sí que debe realizar a continuación.

A nivel colectivo ocurre lo mismo, pues la humanidad en su conjunto se halla en un proceso de evolución de consciencia y, en esta dimensión de los opuestos donde tiene lugar nuestra existencia física presente, todo crecimiento es una alquimia de realidades y fuerzas contrarias: la materia prima es la dificultad, la desorganización, la imposibilidad; la piedra filosofal es la conquista y posesión de nuevos estados de ser, más plenos, más organizados, más poderosos. Y en el momento actual, un obstáculo con todo el carácter de lo imposible y de lo insalvable, con todo el poderío otorgado por siglos de existencia durante los cuales o no ha recibido soluciones verdaderas -sino sólo de compromiso- o no ha recibido soluciones completas, se ha alzado con toda su presencia como una amenaza para el futuro de la humanidad: el problema de los nacionalismos.

Si observamos en qué momento se ha vuelto urgente y violentamente notable este problema, veremos que se halla en el centro de un espacio donde coinciden tres importantes líneas de progreso hacia la unidad: la línea del deshielo, la línea del progreso del mundo árabe y la línea de la unidad europea. El deshielo, que ya ha producido sus frutos en la escena política internacional acabando tan fulminante como sorprendentemente con el viejo orden de grandes bloques y masas de gente enfrentadas, una vez haya culminado no podrá sino ayudar a una relación más transparente entre los pueblos y a una colaboración más estrecha, que constituye un paso inexcusable hacia la unidad humana. El progreso del mundo árabe, especialmente posible ahora que el integrismo -uno de los

principales factores de división interna y de recelo y amenaza hacia Occidente- ha sufrido un duro revés al ver desplomarse la fuerza que se había erigido en su representante y que los pueblos de Occidente, por su parte, han sido obligados por el mismo conflicto a reconocer la necesidad de una organización diversa de esa región y de las relaciones del Oeste con el mundo musulmán, es sin duda un factor importante en la construcción de un futuro de unidad porque facilitará la comunicación entre dos culturas cuyas relaciones han sido primordialmente violentas desde prácticamente el mismo nacimiento del Islam. El camino hacia la unidad de Europa, tal como señala Sri Aurobindo en su obra El Ideal de la Unidad Humana podría ser, en estos momentos, el experimento central de la Naturaleza en su construcción de una humanidad unida políticamente que sirviese de ejemplo y de foco de irradiación para otros experimentos similares previos a una Unidad mundial.

Pero en el centro de todo ello existe esa fuerza centrífuga y de separación que amenaza, por una parte, el desarrollo de las líneas de progreso y, por otra, les muestra sus retos más inmediatos. Amenaza porque una exacerbación del peligro de desintegración de la Unión Soviética, por ejemplo, podría llevar a los sectores más conservadores de ese país a una recuperación violenta del poder que, si tuviese éxito, no sólo interrumpiría el proceso de deshielo sino que llevaría con toda probabilidad a una situación más gélida que la precedente66. A su vez, esta situación de división, si no precipitase directa o indirectamente la conflagración por la apremiante necesidad de esos sectores conservadores de recuperar el terreno internacional perdido, se proyectaría cuando menos sobre el resto del mundo haciendo imposible soluciones concertadas. Una parte del mundo árabe, fundamental por sus recursos energéticos para la economía de Occidente, sería la primera en verse afectada, y la unión de Europa vería su paso estorbado por muchos más obstáculos que los que ahora tiene ante sí; entre ellos, la intensificación de los sentimientos nacionalistas de sus propios pueblos nacionales. Muestra sus retos más inmediatos porque la humanidad en general y la humanidad política en particular todavía está por descubrir el tesoro que supone la variedad de personalidades desde una unidad interior, está por descubrir la verdadera naturaleza de esas personalidades y la función de su diversidad, su poder para la manifestación, sus posibilidades de expresión y de creación, su inapreciable riqueza para la existencia, el crecimiento y el goce de la raza humana.

Porque la humanidad no lo ha comprendido, el nacionalismo es todavía un ideal mal formulado, peor vivido, y, en su forma actual, vacío de futuro. Porque la humanidad no lo ha comprendido, las fuerzas que encarnan la búsqueda de la Unidad luchan no contra una realidad, sino contra una sombra a la que toman por realidad, sus concesiones son concesiones a una sombra, sus golpes son golpes a una sombra; mientras, la realidad espera ser adecuadamente formulada y revelar que ella, en verdad, no se opone a la Unidad sino que constituye potencialmente un factor de cohesión interior y dinámica externa. Porque si algo merece ser encarnado por un pueblo y convertirse en la expresión duradera de una parte del alma de la humanidad no puede ser nada que exacerbe el ego, la separación y la violencia.

Si examinamos la formulación actual del nacionalismo en las sociedades de Occidente, vemos que pertenece a un estado de cosas viejo y caduco, ese estado en el que todavía resulta necesario preservar la individualidad de un pueblo mediante los métodos primitivos de la exaltación del propio ego colectivo y la repulsa y menosprecio de otras

66Esto es lo que no parecen tener en cuenta ni los dirigentes de las diferentes repúblicas soviéticas con sus intentos egoístas de forzar hasta el límite la maquinaria de la perestroika, ni los dirigentes de Occidente con su escasa colaboración al proceso democratizador de la URSS.

colectividades. La exaltación del propio ego colectivo se lleva a cabo de varias formas: es habitual la creación de señas de identidad superfluas e improvisadas o la exageración de algunas ya existentes donde una neblinosa semiconsciencia colectiva pueda reconocerse como Persona Grupal única -el mensaje más o menos implícito o explícito en esas señas es siempre el de “somos los mejores”. Es frecuente la improvisación de mitos culturales sobre la base de que lo producido en la propia tierra es lo mejor. Es posible también, donde las sociedades lo permiten, la proclamación de un optimismo económico o el convertir la riqueza interior en signo de identidad atribuyendo todos los éxitos en el terreno de la economía al poder autóctono y todas las dificultades y fracasos al poder exterior. Pero el fenómeno típico que acompaña a esta formulación del nacionalismo es el cerrarse de una lengua sobre sí misma, el convertirse no en un lugar de encuentro y en un foco de irradiación de consciencia sino en un muro de separación entre pueblos o colectivos y en una excusa para la imposición del ego de un colectivo o un pueblo a otro colectivo o pueblo. Todos estos métodos son interesantes y hasta cierto punto necesarios cuando una entidad nacional se halla sometida políticamente a otra porque le ayudan a preservar su carácter, su individualidad, su cultura y su esperanza de futuro, pero resultan empobrecedores de ese mismo carácter, individualidad y cultura cuando esa entidad nacional posee todos los medios a su alcance para enriquecerse con lo mejor de otras culturas y enriquecerlas a ellas con lo mejor de sí misma. Es más, cuando estos métodos caducos persisten innecesariamente, es decir, concluido el periodo de sometimiento u opresión, sólo revelan, por una parte, la incapacidad del nacionalismo para pasar del estado de supervivencia al de desarrollo libre y complejo y, por la otra,el compromiso establecido entre la ambición política de unos pocos que se identifican como nacionalistas y la profunda incomprensión de unos muchos respecto a lo que es verdaderamente el alma de su nación.

Si el nacionalismo no fuera más que su formulación presente, si el alma de un pueblo fuera a expresarse mejor por tener una administración y gobierno propios iguales a todas las administraciones y gobiernos exteriores, por hablar de una forma combativa y reivindicativa una lengua, por exaltar y exagerar el valor de todo lo propio por el mero hecho de ser propio, la humanidad haría bien en olvidarlo. Pero si el nacionalismo es el intento de expresar el alma de un pueblo, una parte y una especialidad y una manifestación particular del alma de la humanidad, si es el intento de desarrollar y alcanzar la máxima posibilidad de expresión de esa alma, si es una oportunidad para hacer de la evolución del cuerpo de la humanidad algo rico en su variedad y pleno en su complejidad, el nacionalismo debe ser reformulado en su concepto y en su experiencia.

El principio de exaltación del ego colectivo con esa apelación al aspirante a triunfador que parasita a toda alma individual y grupal debe ser substituido por el principio del descubrimiento del alma real que hace de un pueblo una entidad unitaria y con carácter propio. Porque si algo existe en la sangre de un pueblo que merezca ser expresado como manifestación de su propia individualidad, ese algo debe hallarse revelado, en una medida u otra, en todos esos momentos y realizaciones en los que un pueblo se aproxima a su ideal a lo largo de la historia. Y si está ahí, puede ser hallado, recuperado, encarnado y desarrollado hasta sus máximas posibilidades de manifestación. El principio de competencia y competición cultural, de autoexaltación cultural y menosprecio de lo no indígena, debe ser substituido por el de colaboración cultural, asimilación e inseminación cultural, con la plena consciencia de que los pueblos, como los individuos, son entidades evolutivas y que aferrarse a la tradición nacional separada para preservar la propia individualidad sólo puede conducir la cultura a un enquistamiento y provincialismo y

decadencia progresivos. La actitud lingüística también debe variar: las energías empleadas en la militancia, segregación y reivindicación lingüísticas deben ser dirigidas hacia un crecimiento del nivel de consciencia colectivo, que es lo único que propicia verdadera y orgánicamente un desarrollo de la lengua, pues éste ilumina las realidades y las relaciones entre ellas, revela la naturaleza de las cosas y proyecta espontáneamente esa iluminación y esa revelación en el horizonte lingüístico. Y en definitiva, la riqueza de una lengua no consiste en los millones de seres que se comuniquen a través de ella, no consiste tampoco en los miles de años de edad que tenga o en el protagonismo que posea, en un momento dado de la historia humana, en la escena internacional, sino en el nivel de consciencia que es capaz de organizar y expresar; y es ésta la razón de que el sánscrito, el chino, el griego y el hebreo clásico sigan siendo los verdaderos tesoros lingüísticos de la humanidad. Por último, el autogobierno y la autoadministración deben llegar como respuesta no a las ambiciones de un grupo político, no al vano deseo de ser una entidad separada con una bandera y unos privilegios que nos hagan sentir distintos en un mundo repleto de banderas y de privilegios a la vez distintos e iguales, sino como respuesta a las necesidades de la expresión vital de esa alma, que deberá organizarse peculiarmente en el terreno de la vida dando lugar a la existencia de lo verdaderamente propio, de lo propiamente distinto.

II

Auroville, la Unidad de lo Diverso

La sadhana actual de la humanidad cuenta con un poderoso foco de irradiación de unidad y progreso: Auroville. Desde una cierta perspectiva, Auroville es una ciudad-laboratorio -como lo es toda entidad individual o colectiva entregada al yoga o, lo que es lo mismo, a un proceso de evolución acelerada- donde todos los problemas de la humanidad se proyectan o se presentan o emergen como etapas necesarias de esa evolución. Auroville no se enfrenta directamente al problema nacionalista -lo reducido de su territorio tampoco permitiría la creación de grandes egos separados- pero sí a lo que constituye el alma de esa dificultad: el problema no de la unidad a pesar de la diversidad -que es, por otra parte, el enfoque que ha recibido en el mejor de los casos, cuando no lo ha sido ‘a costa de la diversidad’, el nacionalismo en Occidente- sino de la unidad enriquecida por la diversidad y de la diversidad sobre la base de la unidad. En Auroville conviven gentes de países diversos, de continentes diversos, de raíces culturales completamente distintas: europeos de diversas nacionalidades, americanos, indios del norte, tamiles, etc. Unos de otros están separados por herencia cultural y genética, patrones psicológicos y sociales, características raciales, es decir, todo aquello que conforma el pasado. Unos y otros están unidos por el proyecto de construcción de un espacio y una consciencia de una cualidad y un nivel superiores a todo lo que se ha manifestado de forma colectiva en la historia de la humanidad, es decir, por todo aquello que conforma el futuro. Y un ideal asumido, interiorizado colectivamente puede no cambiar de una forma notable el aspecto presente de una sociedad, puede no hacerla aparecer necesariamente mejor que cualquier otra, puede incluso hacerla aparecer peor y más conflictiva en su fachada exterior, pero eleva de forma definitiva la calidad de su dinámica interna y, si los elementos individuales son sinceros en la persecución de ese ideal, antes o después -cuando todos los planos interiores han culminado su proceso de preparación- la apariencia exterior es transformada y se torna capaz de revelar esa calidad y esa conquistada luz interna.

Levantar una ciudad en un terreno poco menos que desértico no es fácil. Que esa construcción se lleve a cabo por individuos la mayor parte de las veces no especializados, no indígenas, es menos fácil. Construir al tiempo un alma y una consciencia colectivas a partir de materiales extraños unos a otros es, quizás, lo más difícil; es, por lo menos, lo que el resto de la humanidad no ha conseguido jamás. Es evidente que, en una situación como la descrita, no sólo ya la exaltación de esa parte de los egos individuales relacionada con las cuestiones de raza y cultura sino el mero consentimiento con ella constituiría un obstáculo insalvable para la culminación del proyecto: el consejo o la asamblea de la ciudad no podría entenderse pues cada individuo o comunidad reivindicaría el derecho a expresarse en su propia lengua y, faltando los recursos para establecer los canales interpretativos adecuados, sería imposible llegar a un acuerdo. Resultaría imposible asimismo diseñar un modelo de escuela y educación que respondiese al espíritu de la ciudad, desarrollar una cultura propia, establecer siquiera las mínimas condiciones de convivencia y, por supuesto, en tal estado de fragmentación y de fuerzas encontradas, carecería de sentido no ya el mencionado proyecto de Auroville, sino el más humilde proyecto colectivo que pudiera imaginarse. Y es útil fijarse en qué ocurriría con determinados elementos y fuerzas en una situación crítica o urgente de un grupo humano porque nos ayuda a ver con claridad cuáles de ellos son esenciales y cuáles son meramente superfluos o existen sólo para responder a los requerimientos de nuestro ego más fatuo.

A una sociedad constituida por elementos tan plurales, si quiere avanzar por la línea de progreso que se ha marcado, incluso si quiere subsistir, no le queda más remedio que rechazar de plano todas esas reivindicaciones absurdas y convertir los materiales dispares en modos de encuentro y fuentes de diversidad y riqueza de consciencia y de cultura, llegar a un compromiso lingüístico flexible en el que una o dos lenguas sean un puente de comunicación aceptado por todos los individuos pero a las que satisfaga coexistir con otras muchas lenguas e incluso acepten fusionarse con ellas para dar lugar a nuevas vías de expresión -tal como parece estar ocurriendo entre las jóvenes generaciones de Auroville que, tímidamente, han empezado a desarrollar una especie de interlingua como la soñada por Ridley Scott en su obra cinematográfica Blade Runner. Una sociedad con este carácter y fundada en semejante proyecto tratará necesariamente de aprovechar los mejores elementos que le brinde el panorama humano a su alcance: la dinámica, el poder activo y formador de la personalidad, el fuerte carácter independiente de los occidentales tanto como la introversión, la sumisión y la desarrollada espiritualidad de los orientales; la extrema sensibilidad del tamil tanto como la poderosa mentalidad del francés y el germano; la espontaneidad y la extroversión y el ímpetu de las razas latinas tanto como la profundidad de consciencia de los asiáticos. Y los aprovechará no meramente acumulándolos en su mentalidad como las piezas de un exótico museo sin otra misión que presentar un panorama superfluamente abigarrado de la realidad exterior, sino comprendiendo en todos los niveles de su ser la función, el poder y el campo de aplicación de cada uno de estos elementos. Porque cada uno de ellos no es únicamente una nota de carácter escrita para romper la monotonía de la sinfonía humana, sino un modo y un ángulo de abordar la realidad presente, una fuerza viva para crear la realidad futura y un puente para recuperar el pasado o parte del pasado de la raza. El individuo completo no tiene por qué negarse ninguna de las notas de la sinfonía porque el individuo completo es el hombre plural, aunque elija en cada momento aquella expresión de sí mismo más acorde con su tendencia anímica. El individuo completo, aun poseyendo todas las notas de la sinfonía, aun siendo múltiple en sí mismo, no hace vana la existencia de la multiplicidad exterior pues cada nota recibirá un matiz distinto de cada instrumento y la sinfonía no

estará completa mientras le quede un solo tono por experimentar. Esto es precisamente lo que expresa uno de los más deliciosos aforismos de Sri Aurobindo:

“¿Y cuál es el fin de todo esto? Miel saboreándose a sí misma y a todas sus gotas juntas y todas sus gotas saboreándose una a otra y cada una a todo el panal como a sí misma, así debería ser el final con Dios y el alma del hombre y el universo.”

En un ocasión, un aurovilliano, al preguntársele si Auroville no se hallaba excesivamente concentrada en sí misma y si no revelaba esto cierto egoísmo, respondió: “Si unos científicos se encerrasen en un laboratorio en busca de una vacuna para una enfermedad mortal y se concentrasen primordialmente en su trabajo, ¿llamarías a eso egoísmo?” Esperemos, pues, que los científicos de Auroville tengan éxito pleno en el desarrollo de la diversidad sobre la unidad y que su vacuna ayude de uno u otro modo al proceso de construcción de una unidad verdaderamente pluralista y una pluralidad fundada en una unidad verdadera.

AUROVILLE

AND THE NEW CREATION

I

Inverting the Tower of Babel

There is an ancient legend, a legend as old as the Flood, which has been transmited by a people misterious and bold, the hebrew people: the legend speaks of the attempt by some men who tried to raise a tower upon earth, a tower which should reach the Heavens, a titanic construction in which to shelter themselves if the wrath of God turned to pour again upon the earth overwhelming her and drowning her life and leaving her sunk in a voiceless and invisible crying under the waters. But the tower never grew to be finished or, at least, it never did as the builders had planned; those found themselves one day beginning to speak different languages, so many and so unlike that they could not understand each other anymore. Men might have begun to look at each other as rivals that day, to fear one another. The greeting of one might have sounded as a malefic spell or a sombre omen to the other, the kind suggestion of the last might have seemed to the former an insult or an unfounded or cruel behest, the words of that one might have rung as beastly noises in the ears of the others. Confusion ruled and the project would have to be abandoned. Losing its unity of spirit and purpose, the tower lost the path to the Heights, perhaps rambling in vain through the air, perhaps falling flat. Maybe that was not the way suited to reach the Heavens; maybe the Heavens did not want man to reach Them for fear of Earth’s evils. What is indeed true is that man, thenceforth rich in his multiplicity, from then on poor in his fragmentation, remained with his feet on the ground to share matter’s destiny, its inconceivable miseries and its promised glory, to trudge its paths hemmed by thistles and nettles towards the dreamed orchards of scented fruits and epic roses. Since then, he looks spellbound -in his soul, in his imagination- at the ruins of that tower feeling that they are the source of a yearning secret, the symbol of a failed possibility, of a lost unity, a paradise which could have been and was not, and he listens with sacred fear or discredit to those who claim to be possible rebuilders of the tower.

The tower was erected in Babel, Babylon, Bab-Ilani, which in the tongue of the Assyrian people means The Door of the Gods. One came and said that the Door will open when it becomes a Ladder... for the Heavens to descend, step by step, to Matter.

II

On the Threshold again

History of man -and man is a mystic way of calling men- is full of that tempting and groping and fondling and skimming and treading maybe during few instants the radiant ground of the paradises; more sorrowfully full it is of its losts and yearnings. In fact, man’s history is not but the tale of his search for paradise and what is this but the space for Ananda’s free play, Ananda’s mansion, the Delight Supreme? and, as Delight seems to be the ultimate sense of men’s existence, what could paradise be but the

habitation of Man’s Self? Man’s history is the tale of the search for his self, his self as Joy, his self as the Totality without rifts that is the only thing which can provide that Joy more than human.

Toward his Totality, man walks from his fragments, which are his poorness. The Tower’s rebuilders had spoken of forsaking the fragments, those scattered morsels of himself as punished ruins; they had spoken -by symbols, in whispers- of secret vertical lanes to a supraterrestrial Unity: the lanes were narrow, men could cross them only one by one, turning their backs on the society of their brothers

and... in darkness, silently. But that other one, the one who astonished us with his suggestion of the Ladder for the descent of Heavens, assured that in man’s fragments, in the fragments of man’s society, there is an unknown power and richness, and a misterious Unity too, a unity of -and for- this broken Earth, a unity not denied by the multiplicity but founded precisely on it, which expresses by its many-sounding many-hued Maya the secret power of the One... the infinitely Multiple One.

That one, who conveyed in his name the pealing of Gold and Aurora’s light and the arcane of Bindu, the immaterial point which is the source of Cosmos, guided us anew to the threshold and made us contemplate with our sceptical eyes, our eyes weary of Time’s disillusions, the foundations of a new man, a new society; and there were the ruins of the Old Tower, all those scattered pieces of wood and metal and stone and marble and calcined ceramics and titanic yearning of Heights, all those strange sounds and new languages as prisms of the ancient Universal Language; all was there but in such a way arranged that it did not seemed anymore the old construction by which the Earth sought once to flee from herself: it was a Ladder for the Bridegroom’s descent and welcome, a rainbow bridge.

III

The Foundations of a New Society

To turn the Tower upside down means to re-think the world, society, to re-think man; not only to re-think him, but re-build him, re-live him, re-experience him, re-exist him. World, society and man are three dimensions of the same: the world is man’s vertical totality as society is his horizontal totality or, if you like, man is the world’s individualization and society man’s world or, still, the world is the apparently anarchic society of beings while man is the misteriously organized society of forces and energies of which he himself is unaware. To re-create man is to re-create all.

Sri Aurobindo and that one who accompanied him all his life and whose name was oil for kings’ ointment, Mirra -Myrrh-, but who would be called by that one which is akin to Matter, Mater, Mother, laboured together in this threefold direction and dimensionality. Their work in the World and in man we have treated on other occasions, this time we will speak of their work in society.

A society is the stage for a specifically human play of forces or, rather: up to now, animal-human. Our society reproduces, although disguised and deceived by the massive codes of a seeming justice, a law as ancient as Life itself: the law of the depredator; our society hides under its apparently solid, steady, organized structures, a

reality previous to the Orb: the chaos. Who has walked through the streets of an Indian city, let’s say Calcutta, let’s say the inefable Haridwar by the Ganges high, may have experimented something of the apocalypse. Let us understand here apocalypse in its etymological sense of revelation, but let us understand it too in its more common meaning: revelation of the deepest misery, confusion, revelation of the most outrageous illnesses and mutilations and deaths, revelation of the darkest dirtyness, limitation, inertia, horror. Who walks through a European city looking with his outer eyes will not see anything alike; true, it is not on its surface, but if one is attentive enough, if the gods are compassionate enough or cruel enough with one, one may perceive a rift on the make-up and discover behind it the old face. The miserable India is in Europe, in each one of her cities; here her horror is occult, her cry is voiceless, her pain is artificially anaesthetized, but it is the same... on other planes or levels. From Finisterre to Cape Comorin and therefrom to those other younger Indian lands, the Western Indias, society is a single jungle: a stage for the depredation’s play of forces giving place to an absurd chaos, a confused nonsense.

To re-think society means to re-create that play of forces, to seek a new centre for them, a new point of balance, a new direction and aim, a new dynamic. Here the centre is the person -persona-, that is, the mask, the surface being, the ego; here the point of balance, the unsteady point of balance, is a tolerable degree of tension between egos; here direction and aim -do a direction and an aim actually exist?- are the growth of what has to die and the accumulation of what is destined to be lost -the eternally recurrent Sisyphus’ stone-; here the dynamics is the veiled or manifested mastery of the other, his occult or shameless instrumentalization. There -but does a there exist?- the centre would be the soul, the truth profound in man, that which, as Dante said, we are in the eyes of God, we are in the Perfect Gaze; there, the point of balance would be the harmony of an endless progress; the direction and the aim, the growth of what is immortal and the gathering of the goods that never get lost: Wisdom, Strength, Ananda in a perfect Self-possesion; there the dynamics would be a permanent Apocalipse, a permanent Revelation of all those inconceivable treasures which the Supreme hides in the inefable Chambers of the Unmanifested.

But does a There exist?

IV

On Reconstruction’s Key

If I accept myself as I am and you accept yourself as you are, the conflict is certain... poorness and death too. If I accept myself as I am and you accept yourself as you are, we will be able to love each other only if each one admires in the other, all that with which he is falsely identified, that is, all that he is not -for the acceptance was false, it was of all that is not, that prevents BEING. For what are we, brother?, or rather, what are we not? A centre for the free play and manifestation of all the ignorant forces of Nature: depression and sorrow arrive, they sweep away the unsteady cheerfulness which we had lifted upon the sand of a satisfied vain desire and they install themselves in our emotions’ hut surrounded by a dim penumbra; pain arrives faithful to its seasonal cycle and lingers days or weeks or...; arrives, again, a happiness, fleeting as the flight of a bird and, then, a long indifference called well-being by some, called boredom by others. We

are -or rather, we are not, brother- a passing station where there is only a single faithful resident: Inconstancy. We are -or we are not, brother- sheer self-dispossession.

If I accept myself as I think I am, I will close my eyes to all I have just said or, more cleverly, I will speak of the nausea joining myself to the existencialist feeling or, with much more dignity, more noblely, more wisely, I will take the path of extinction, which follows the track of Buddha. If I do not accept myself as I think I am, I will have to question myself if there is a mean, whatever difficult, to transform in self-possession all that today is but sand between my fingers. If I answer yes, if I want it to exist, if I am disposed to the sacrifice that it exists, I will have found the key of reconstruction and begun the path of change. Inevitably, the path guiding to God or, if you want, to Consciousness. One may call this mysticism or yoga, relate it to far-off lands, exotic landscapes, look at it as something radically severed from life; but thus, those names render us a poor service. Mysticism and yoga start in a human, very human way: I possess not and I want to possess, I am not and I want to be; the rest, if it comes or when it comes -the opening to other planes, other forces, the conquest of Peace, of Knowledge, of an inviolable Delight; finally, the union with Who is all- is a logic consequence of that immaterial hunger.

If I do not accept myself as I think I am and you do not accept yourself as you think you are, we are already There.

But does a There exist?

V

There

We are going to speak of Auroville for those who already know it or for those which, without knowing it, do not need geographic, historical references, whys and whens and wheres -those who have enough, for the moment, with spiritual coordinates.

In its name peal also the Aurora and the Gold -Aurum-, and they do it as two bells of Light preluding a word which is sheer music: ville. Auroville is that there which is in the here of every heart who has started the way. I have heard many definitions of Auroville and many of those reflections which try to reveal with better or worse fortune something essential to the reality to which they refer; but recently I heard from the lips of an Aurovilian not a definition, not even a reflection but something said with the modesty of an occasional phrase which, neverthless, shed an unusual light upon what Auroville is: ‘There -he said- conflicts exist as in any other place, but you can address an Aurovilian appealing to his aspiration for Truth’. The fact seems unimportant, hardly worth consideration, but changes all the reality. You and I, brother, do not accept the mask, nor that precarious balance consisting in not offending what denies you while I try to dominate, use, waste what you ARE: we are on the way to the real, the deep, the authentic, and therefore, we do not lose the occasion to tear off the mask every time we find it veiling us the Face and to look into the Eyes of each other remembering that we are the same, seek the same, want the same.

A collective yoga, a collective sadhana? Let us call it yoga, sadhana if we can remember the humble vital origins -that insatisfaction, that ‘I am not, I have not’- of that process of transformation; let us use those names traditionally associated with the white Himalayas and the earthy Ganges and the tantric skin of the tiger and the orange garments, but let us bear in mind that they are but the translation, the conscienciation and the answer to that human, very human insatisfaction.

But, over all, collective, a process of collective transformation. Auroville can not be understood without this key. The old lanes of salvation were narrow, man went along them alone and naked, all labor left; Auroville outlines the August Way, the Via Augusta: all must be enlighted but all, previously, must be put in its place. Work, art, education, sport, economy, language... all must find its true reason, its power, its dimension beyond the competitive interests of the mask. Where? In those Depths or Heights where we were used to seeing work, art, education, sport, economy, language... cease in the absorbent embrace of Samadhi and Silence. For those Depths, those Heights, are destined to emerge, to descend upon Life, to divinize it.

But is the yoga of a whole society possible? -let us make it clear, not a monastery or an Ashram like the ones of old, where all are dressed or naked alike, all eat the same, all pray at the same time before the same sombre and suffering or radiant and calm, silent images, but a society with all its varied, rich, plural play of activities and individualities- is it possible? Because the Ideal is a goal, transformation is a way; to question oneself if it is possible to traverse it at the journey’s very beginning lacks totally of sense, for the answer is in ones own steps. At the end, why question oneself at all?

The journey’s image is not casual nor vain. If we do not understand it, we risk to fall in a not infrequent mistake. Auroville is a community on the way to Auroville, to its Self; Auroville is lead in the athanor of the Supreme Alchemist; Auroville is a pilgrim to the Compost-Stella of the New Creation. Auroville is not, it is on the making; Aurovile does not exist, it becomes, emerges, descends; Auroville is not, still, on Earth: there is its haven, its anchor, its wharf. To despise it on account of the distance to the Ideal is not to understand the reality of things: an Ideal can not be improvised, its conquest demands hard struggle and labor. And here, the Ideal has been formulated, the distance to It determined with greater or lesser margin of error and on the Way are being printed the steps: humble steps of a traveller who, because he has seen with the eyes of a greater Beginning, knows himself covered with dust, but steps which are the tokens of a new geography, the secret writing of a starting cycle: the metahistory.

VI

Sri Aurobindo, Auroville and the Renaissance of Culture

Every time a superb Personality, a Giant, illuminates the Earth and makes it tremble with his steps, embodying forces which men of the ages to come are destined to manifest and culminating individually processes that the future Earth in its totality is called to reveal, culture is invited to revive. New ideas, new powers, new sources of inspiration, new planes of consciousness enter the atmosphere of the Old World as

comets of irresistible light and make the things of the past appear as little, poor and petty before the eyes of the awaken men.

Sri Aurobindo is one of those Giants. After him, the world, society, man, which he re-thought, re-dreamed, re-made, must be re-experienced, re-existed, re-created. Let us unveil a single key -only one- and let us adventure ourselves through the tangled but fascinating lanes of re-thinking: Life Divine upon Earth.

Life is a set of activities which are done from different centres of consciousness -animal, human-; a Life Divine requires a centre divine, a divine dynamic consciousness, immerse in the play of forces of the World’s drama and at the same time beyond it -here resides its divinity. Between that divine and dynamic centre beyond the mind and the vital force and the physical structure, between it and life activities lies an interrelationship: the centre will not awake nor will it become dynamic if the activities do not aspire to their divinization, but the activities will not be divinized if the centre does not awake and becomes dynamic. It is not a vicious circle; preventing the snake to bite its tail, there is the aspiration and all the movement generated by it: the centre will awake as life with all its activities calls for it; life, on its own, will be transformed by that awakening.

One activity especially loved by Sri Aurobindo and which received a careful dedication from this XXth. century-Leonardo: poetry. To divinize poetry means to make it more conscious of that process which begins with a call from below or an awakening of a higher or inner source of inspiration and culminates with the embodiment in a sheath of words of a music beyond this Earth; divinize it would imply to awake planes and sources of inspiration higher and higher, deeper and deeper, turn it from emotional cry or intelligence’s play into a genesis of the higher imagination, vehicle of the enlightened inspiration, of the Intuition; finally, in Revelation and Mantra, anthem of the poet who has become a Seer and Hearer of Truth, kavayah satya_rutah. A long way from the poet that feeds himself with the acknowledgement of others and whose verses rarely overcome the horizon of his individuality in penumbra. The transformation is difficult but because it is difficult it is worth attempting it.

Let us take sports, the body’s culture: the way to the divinization of the body passes through making it conscient of the supreme Force, Strength, Flexibility, Elegance in the movement, Hability, Beauty. For all this sport is a path, no doubt, but if we remain in the old dynamic of a mind or a vital forcing the physical structure to exercise for a mere desire of power or money or fame or for mere compulsion and the satisfaction of the performed duty, we are still very far from the greatest possibilities which sports offer on the way to a higher physical consciousness. A body struggling without any other motivation but its aspiration to be a fit temple and habitation for the Light and Consciousness of the Highest, studying how tiredness stirs, how it comes before it, with which tricks it tries to subyugate and frustrate its transforming urge; a body overcoming, by that searching, the tamasic inertia proper to the physical semiconsciousness, fighting always against the Limit to be the worth vehicle of the Unlimited, insensitive to the vital motivations, not obeying to any mental program but moving and growing always from and by and for the aspiration of the soul that dwells in it; such a body, such a physical work out are the Integral path. A difficult path, no doubt, but because it is difficult it is worth attempting.

Let us dwell upon education: if the centre is no more the persona but is the soul, if the aim is no more the capitalization of knowledge which enables one to acquire a place of greater prestige in the social hierarchy but is the awakening of the will and aspiration to know and know oneself...; let us dwell upon medicine: if the centre and patient’s totality is no more his physical body, if the interrelationship between his different bodies or sheaths, material and subtle, is discovered; if it is found that the illness is a disagreement between the processes of the soul and the body, that pain is in essence an Ananda which the cells can not bear, that oldness and death are consequences of the material sheath’s incapacity to follow the progress’ rythm of the soul, that physical laws do not exist but only habits and accidents which can be neutralized by the intervention of a higher principle, that the very death is but one of those habits or accidents, that it is not the doctor who cures but the Spirit through him... Let us suppose such a change of centre, horizon and dynamic in politics, art, science, economy, interpersonal relationship. All this is difficult, but on account of this very reason it is worth attempting and conquering.

Starting from one single key of Sri Aurobindo’s thought we have found elements more than enough for a renaissance of culture. For culture is but the consciousness which we infuse in the activities of life to determine their character and nature. As they have been exposed here, it can not be said that all of them are completely new -the really new, already present in our atmosphere, must still find its language and formulations- but the renaissance passes many times, and this our humanists of the XIVth. and XVth. centuries knew very well, through the recovery of the best values of the past, which are the values of Eternal Time.

And, on the other hand, they are not mere ideas, still as sleeping birds on the higher boughs of the intelect’s tree: these ideas have a field for its action, for its development. The inner and outer Auroville is that field.

VII

Auroville and the Spiritual Revolution

His relationship with the Absolute has been called by man religion, word which someone has interpreted as re-ligare, to join again, a sense similar to the term yoga, of the sanskrit root yuj, english join, unite. But the relations between man and the Absolute have not always had as foundation that union. On the collective level they have been based on fear, on hypocrisy on the side of man, on discredit and negation; a symbiosis or bargain has also been attempted but, when it has been done, the Absolute has delegated to all those intervening forces and planes, over man but beneath the Divinity, and the result has been magic or spiritism or necromancy. In all cultures, in all times, men able to manifest in one or other degree a Higher Principle have appeared and reminded us not so much our duty with the Father as our imbecility for preferring still Circe’s nourishments to the Olympic treasures, being pigs on the witch’s piggery to swans at the heavens high. Man has proved he knows how to listen to them, but does not understand them. From their words and acts he has made a banner for a new way of separation and violence, a new excuse for hatred and masacre, domination and deceit. At the end of the XXth. century the religious mosaic is poor; its ministers, generally, show a level of consciousness akin to that of the commonest man; its heighest ideal is

ethics, that is, a rule imposed on life and body by a mind trying to believe what it does not understand or fearing to discredit what has been tought not to disbelieve; its fragments continue centred in all that stresses difference, in all that disunites, and give the image of textile enterprises in a war of competition. But these traffic in the vestments of the soul.

And neverthless, beyond churches and ethics and religious ministers and cults and superstition, beyond all this roof that prevents us from seeing the Sky and God in it among the high golden eagles, at the very core of each messiah’s word and act and symbol, there is a truth and a possibility and a weapon and a conquest which can be recovered to transform our nature and the world’s. For there is Christ with his word and gesture of love, with Love turned into weapon and principle of transformation and resurrection; there he is resuming in his person and feat Osiris and Adonis and Attis and Tammuz and Dionysus and Zagreus and Liber, his predecesors in Mediterranean lands, and symbolizing and conquering the immortal destiny of the Cosmic Man. There is Krishna with his word of devotion inaugurating the divine action, the labor entirely consacrated to God, establishing by the strength of his sword divine and his council a Dharmaraja, an empire of Dharma and truth upon Earth, and winning for man the planes and the consciousness of the gods. And there is Mahomet, with his message of islam -surrender- and force; and Buddha, opening for the man tired of the phenomenic world, the Door of the Eternal Silence, Nirvana, the only possible extinction. There is Ramakrishna reviving and realizing in himself the truths of the Tantra, Vedanta, Christianity and Islam. There are, finally, Sri Aurobindo and the Mother conquering for the Earth and Man the Truth-Consciousness and opening the way to a body and a matter divinized and immortal. And all of them, all these Heralds of the Ages to come and Bearers of Glory, are not there as jealous and confronted eminences but as a single group of pionners in a same terra incognita: the future evolution of man.

The spiritual revolution begins by the destruction of that roof: between each man and the Absolute there can be only one intermediary, his own soul. Thus, the spiritual revolution continues with the search and the awakening of the own soul, and the comprehension and realization and possession from it of all those spiritual conquests of the past, of all those powers and treasures of consciousness unearthed by them or brought from the heights of the Being. The spiritual revolution culminates in the entire divinization of the outer man and the Earth, there where Spirit and Matter are revealed as one and the same and the more adventured mysticism melts with the more radical materialism. And on the way to this revolution there is an empirism each time more minute, a scientifism each time more exacting and bold: that of the man who, not accepting any prejudgement or preconceptions, whatever be their ideological origin or native thought-region, has taken himself and his own consciousness as laboratory and substance for experimentation. And on the way to this revolution, there is also that community of experimenters with themselves and the Absolute: Auroville. For Auroville is the end of religions, the beginning of a new spiritual age.

VIII

The Supranational There

To understand and to experiment what spaces of the Higher Consciousness each spiritual message opens and with what instruments it provides us for the transformation of the outer and the inner being makes us conscious of the fact that all of them are but parts of a same organic totality instead of elements in conflict. In the same way, to understand and to experiment what possibilities of cultural and psychological realization each national soul offers us places us beyond the peoples’ confronted egoism and invites us to see each national character and each distinct culture as the necessary stones of a new and harmonic architecture.

Auroville is the meeting of cultures; so the Mother, its founder, wanted who in the fact that the nations collaborated in a project for unity, peace and creation saw a symbol and an occult power that should neutralize or al least balance so many programs of confrontation and destruction. If the world must be transformed, not only men must start walking: the nations too must develop their sadhana. And the sadhana of nations, as the sadhana of individuals, means to transcend their ego, their mask, their false identity, and discover and awake that which is essential to them: their soul, their truth profound. It is not possible to cast a glance at the world of this decade without comprehending that this sadhana of nations has already begun; for the first movement of every transformation’s process consists in bringing out all the elements in conflict which had found refuge in some inner penumbra and parasited, disguised or occulted, a static organism. Today, when on all sides gestures are made towards unity and the creation of macronations, the boundaries of half of Europe are in danger and peoples all around the world claim their right to their separate existence. Crisis rise, wars burst and in every place the cry of linguistic, territorial, competencial claimings is heard. Paradoxically, the men of this hipercommunicated world are more and more homogeneous in their culture: they have thoughtlessly and rashly assumed the myths and models of the rich countries and are becoming more and more alike in their way of dressing, moving, feeling, in their concerns and activities and way of seeing the world. If this process develops, those claimings will finish by being only but the embodiment of the local leaders’ ambitions; hundreds of languages will serve to say exactly the same without providing a single diferential hue to the perspective of reality, under distinct banners will flock identical men, and national anthems and symbols will be only useful to keep alive the illusion of a diversity that does not exist anymore and mask a monotonous universal uniformity. For this is the egos’ paradox, that the more they centre themselves on the surface and stress their separation and distinctive character the more their fields of consciousness become narrow and similar and less space remains in them for that expansion of the being which generates the true individual variation.

As the soul of the individuals, the souls of the nations must awaken to reveal what is in them authentically essential, what they have to provide to the individual’s, culture’s and world’s experience. It is not enough anymore appealing to historical origins diverse from other peoples, it is not enough shaking fanatically a banner or shelter oneself with absolute intelectual and human narrowness behind linguistic militancy: to be Tamil, to be Georgian or Basc or Waloon or Chinese or Arab or Japanese is much more, it must be much more. But it will be still more to have access to those psychological and cultural possibilities through inner identification with the Universal Soul, of which the national souls are but particular expressions.

Auroville is this search too. There -there is a There-, nationalisms shall abandon their emotional and mental regions to become, first, a mystic and at the same time

scientific archeology of the colective souls; afterwards, a precise and conscious expression of that diversity in conception, character and experience which does not deny but enriches and embellishes the fundamental Unity; finally, an outburst of inconceivable possibilities of being and becoming for a Supranational Man, a man who, as the banyan tree, sows its many roots under all of the earth covered by its sheltering shadow.

IX

Sri Auroville, the There Everywhere

If Auroville can be spoken of without saying where it is, how many inhabitants does it have, when it was founded, what its perimetre is, the character of its buildings, the nature surrounding it, the climate which blesses or punishes it -and I have done it until now-, it is because Auroville is everywhere. True, a physical Auroville exists somewhere in India; not only it exists, but there is in it a special concentration of Force -as it happens in every place where a group of men aspires and labors- and a special concentration of obstacles and difficulties -as it happens in every place where a group of men wants to grow and to change-. But if Auroville is important for us it is because It is already, in one way another, deep in the heart of all those who yearn for and walk towards the New Creation. Auroville, Sri Auroville, is a collective inner Personality trying to achieve a body, slowly and strivingly, through the imperfect human and material outer elements. Its success -or its failure- will not only be that of the more or less large group of those who recognize themselves as Aurovilians but, as every time an evolutive opportunity and higher future try to incarnate in the world enlightening and lifting it, it will be of all humanity. For it has a destiny beyond itself.

And there comes a moment in every speech when the word must return to the Silence for the act to begin and REALIZE.

ENTREVISTA A SRI AMAL KIRAN

A finales de Agosto de 1989, dos colaboradores del Matrimandir tuvieron la suerte de conocer a Sri Amal Kiran, uno de los discípulos más antiguos de Sri Aurobindo y uno de los intelectuales más valiosos de la India. Sri Amal Kiran ha escrito sobre los orígenes del pueblo Ario, sobre la historia de Israel, la filosofía de la ciencia, la civilización india, ha compuesto inteligentes ensayos sobre Shakespeare y Mallarmé, se ha dicho de él que era el comentarista político más

brillante de la India, pero es sin duda su propia obra poética y la profunda comprensión de la poesía de Sri Aurobindo revelada en muchos de sus libros lo que más estima este gran autor. Esta entrevista fue publicada entre los meses de Enero y Abril de 1990 en el Matrimandir, en el presente volumen la acompañan diversos textos de Sri Amal Kiran que ilustran y completan algunos de los aspectos sugeridos por él en el curso de la conversación.

BEL: Muchas gracias por recibirnos de nuevo.

AMAL KIRAN: Gracias a vosotros por volver.

B: He leído tu libro Overhead Poetry67...

A.K: ¿Sí?

B: ...y me ha parecido muy, muy interesante. Estoy seguro de que quien lea atentamente tu obra hallará sin duda respuestas a muchos de los interrogantes que los críticos se plantean acerca de la inspiración y...

A.K: ¡Sí, sí, con seguridad! Verás, Sri Aurobindo veía la poesía muy relacionada con los diferentes planos de consciencia... y, si puedes sentir el ritmo del verso y hacer que sea parte del flujo de tu sangre, te harás sensible a las diferencias entre los planos y entenderás algo del carácter esencial de esos planos. Es una buena manera de entrar en la vida espiritual a través de la consciencia estática... y las diferencias sutiles entre plano y plano, esto es importante saber sentirlo. Porque se puede escribir poesía desde cada uno de los planos y, si eres capaz de activar un plano encima de la mente o detrás de la mente, tu poder de expresión se perfeccionará. Sri Aurobindo mismo reescribió Savitri doce veces...

67K.D. Sethna, Overhead Poetry, Pondicherry 1972. Se trata de un libro apasionante que recoge un nutrido grupo de poemas de Sethna (el nombre ‘oficial’ del autor antes de que la Madre le diese el de Amal Kiran, que significa Rayo de Claridad) con las correcciones hechas por Sri Aurobindo y la explicación de la fuente de inspiración y plano sutil a los que pertenece cada una de las piezas. Constituye una excelente presentación del carácter y objetivos de este nuevo modo de hacer poesía cuya característica esencial, tal como decía el propio Sethna en una entrevista un año más tarde es la sensación de vastedad.

B: ¡¿Doce veces?!

A.K: Sí, cerca de doce veces. Y no porque cualquiera de esas versiones fuese de inferior calidad, sino porque alcanzaba cada vez planos de espiritualidad más altos y quería crear desde cada uno de ellos. Así, por ejemplo, hay un verso que recuerdo: “Unseen because too brilliant for our sight”68. Demasiado brillante y por ello no puedes ver a su través... ni siquiera soportarlo. Como verso, es una buena creación mental... Sri Aurobindo la cambió por:”Veiled by the ray no mortal eye can bear”69. Como ves, de golpe cambia toda la atmósfera, cambia el plano, cambia la visión y la experiencia espiritual que comunica es completamente distinta. El otro verso es de una fina expresión intelectual... “Unseen because too brilliant for our sight”. Pero ahora piensa en la otra: “Veiled by the ray no mortal I can bear”... Hay una gran diferencia... Y así fue elevando el nivel de la poesía cerca de doce veces y, si hubiera seguido ascendiendo, creo que habría reescrito Savitri aun otra vez.

B: ¿Cuál es el plano de consciencia que se expresa a sí mismo a través de la última versión de Savitri?

A.K: Verás, en el conjunto Sri Aurobindo dice que hay un predominio de la atmósfera Sobremental, que se concentra y se vuelve especialmente intensa en algunos pasajes. No hay nada puramente mental. Hay siempre una mezcla de algún tipo de mente interior o ser psíquico o algo así. Porque quería expresar los planos de consciencia que no habían sido trabajados hasta ahora en un amplio grado. Hay algunos pasajes en los que la Sobremente emerge de una forma clara; como, por ejemplo, toda la descripción de Savitri, más de setenta y cinco versos. Todo esto parece estar escrito por la pura Sobremente y tiene lo que podríamos llamar un efecto mántrico.

Ya te he hablado de esta clase de inspiración... no sé si te lo conté la última vez o no. Verás, yo había adquirido el hábito de salir de mi cuerpo, lo que era algo realmente maravilloso. Sales del cuerpo y te dedicas a explorar diferentes clases de mundos70. ¿Ya te lo he contado?

B: No.

SUJATA: No, yo quería que les explicaras algo de tus experiencias tanto en este terreno como en el de tu relación con la Madre.

A.K: Bien, cuando sales te encuentras en una dimensión completamente distinta. Hay cosas ahí y gente... toda clase de... quiero decir, todo un mundo. Y diferente de este mundo. Y hay cosas llenas de belleza ahí que no puedes encontrar aquí y es tan bonito, tan hermoso en color, en ritmo y en líneas... ¿Has visto, por ejemplo, el mar de Pondicherry? Es un mar precioso. Pero si vieses la contraparte física sutil de este mar... ¡qué cosa tan maravillosa es ésa!, ¿sabes?. Y los rayos sobre la superficie y las olas y sus colores, y el espacio a su alrededor... es algo mágico. El mar más hermoso que puedan imaginar los poetas es allí una realidad. Ahora bien, cuando sales de tu cuerpo te hallas en una región o mundo que no te resulta familiar y la gente allí es estupenda, gente hermosa,

68“No visto por ser demasiado brillante para nuestra visión”.

69“Velado por el rayo, no podía soportarlo ojo mortal”, Savitri pg. 57.

70Cf. ADDENDUM I

pero ninguno de ellos tiene lo que nosotros llamamos un alma. Son seres vivientes, se parecen a los seres humanos pero carecen de lo que llamamos ser psíquico o alma, porque el alma es algo que tiene que ver con la evolución, no pertenece a los mundos-tipo. En esos mundos no hay evolución, hay sólo organización y combinación de unos mismos valores. Sí, son mundos muy hermosos, pero no existe en ellos el toque psíquico, que viene directamente del Supremo. Sus habitantes viven para gozar del poder y el placer, y el que alguien se introduzca en su reino, naturalmente, no siempre les gusta. Porque, por ejemplo, puedes entrar en sus casas, ¿sabes?, abres las puertas, pasas adentro y miras por todas partes... De modo que a veces se molestan. Bien, recuerdo un día que estaba explorando uno de esos mundos, pasándomelo bien, por supuesto, y de repente algo me atacó por la espalda. Sentí como si me quebraran y caí de golpe en mi cuerpo, y cuando recuperé la consciencia tenía una sensación tan intensa de enfermedad... sentía como si se me hubiese roto la columna vertebral. Me preguntaba qué era lo que debía hacer. Porque si llamaba al doctor para que me examinase la espalda, me diría con toda seguridad que estaba bien, que todas las vértebras estaban en su sitio. ¿Cómo iba a entender él lo que me había ocurrido y que había algo roto en alguna parte? Entonces me acordé de un pasaje de Savitri, lo que Savitri es... es puro mantra... Así, en soledad, empecé a recitarlo y cuando llegué al verso “For even her gulfs were secrecies of light”71 me sentí absolutamente curado, otra vez entero. Y es porque Savitri tiene poder, incluso físico sutil. Si tu mente está deprimida o tu cuerpo se siente falto de energía o hay algún sentimiento en ti que no consigues analizar, algo que está mal... algo está mal... si lees ciertos pasajes de Savitri te curarás. Hay un poder en la poesía, la poesía tiene poder en cada plano. Cuando los planos superiores se han vuelto activos, la poesía es una fuerza verdaderamente formativa e iluminadora.

B: ¿Es posible encontrarse con otros seres humanos en esos planos?

A.K: No lo sé, no me he encontrado nunca con ningún otro ser humano en ellos. Esos planos están ocupados por seres no humanos, pero con seguridad otros seres humanos van... yo lo hacía. Así que otros también deben de hacerlo.

B: Pero...¿son mundos objetivos?

A.K: Por supuesto, son objetivos. Puedes tocar las cosas tal como las tocas aquí. Es una sensación distinta acorde con la experiencia de esos mundos. Encuentras habitaciones, encuentras muebles, encuentras mares, encuentras árboles, todas estas cosas. Y hay cosas allí que todavía no han descendido hasta nosotros. Verás, cuando la gente inventa, saca muchas veces la inspiración de esos planos... habitualmente sus ideas provienen de ahí, ¿sabes?. Y es tan fascinante explorar todos esos mundos... pero su exploración no es indispensable para la vida espiritual. Por ejemplo, después de la experiencia que te he contado, le escribí una carta a la Madre. En ese tiempo vivía yo en Bombay. Cuando estás aquí hay una mayor protección, pero allí la protección, aunque por supuesto existe, no es tan objetiva. Así que le escribí preguntándole si este tipo de experiencias era necesario para la vida espiritual. Respondió: no, si aparecen en el curso de la vida espiritual, está bien; pero si las buscas porque las encuentras divertidas, bien, eso no es siempre aconsejable porque entras en mundos no humanos y no tienes suficiente protección. Si eres un ser muy poderoso o si eres un ser de extrema pureza, automáticamente, la tienes; de otro modo, estás expuesto a toda clase de peligros. Pero es algo verdaderamente

71“Pues aun sus simas eran secretos de luz”, Savitri pg. 16.

fascinante. Encuentras seres extraños, diferentes modos de vivir y tantas cosas que no han descendido aún hasta nosotros... yo he visto tantas... floreros, por ejemplo. Había algunos de una forma que todavía no he visto aquí... una forma muy peculiar. Y relojes también... de muy diferente tipo... todas las invenciones vienen de allí. En el mismo Savitri, si lees el canto de los Mundos de la Materia Sutil, puedes hacerte una idea de todo esto, de todas las ideas e invenciones que vienen de allí.

B: ¿Existe una inspiración poética propia de esos mundos?

A.K: ¡Oh!, yo he visto libros por ahí... de eso estoy seguro. Porque recuerdo que cuando estaba investigando sobre unos sonetos de Shakespeare -he escrito todo un libro sobre esta materia72- me hallaba tan metido en el tema que mientras dormía acostumbraba a ir a ciertas bibliotecas, leía libros y cosas parecidas. Así, que estoy seguro de que hay ahí todas esas cosas, y poesía también... aunque no he entrado en contacto directo con ella.

B: ¿Toda poesía tiene poder mántrico o sólo la poesía Sobremental?

A.K: Por supuesto, la poesía Sobremental es la que tiene mayor poder, pero en toda poesía hay algo puramente espiritual... si la poesía es perfecta en expresión y tiene una verdadera substancia intuitiva, en ese caso, tiene poder. Seguro. La buena poesía de cualquier tipo tiene poder para cambiar todo tu ser. Alguien dijo: ¿Cuál es el propósito de la poesía, cuál es su poder? La poesía no puede salvar el alma, pero puede hacer el alma digna de ser salvada. Tiene un cierto poder sutil para refinar a todo el ser. Pero la poesía debe convertirse en algo vivo en ti, sólo entonces puede actuar realmente. Tienes que entrar en su verdadera atmósfera, tocar el auténtico manantial del que surge. Cuando logras hacer eso, sientes como si fueras tú quien acaba de componer el poema.

B: Pero...¿cómo puedes conocer ese origen?

A.K: Por la respuesta de tu ser...No, la fuente no es tan fácil de conocer a menos que tengas una gran experiencia de los diversos niveles y sus diferencias, pero algo de ese origen puedes llegar a sentirlo... y cómo el poema ha nacido y cómo se han trabado sus diferentes partes... todo eso puedes sentirlo. Para esto tienes que vivir con la poesía, tiene que fluir en tu sangre y convertirse en un modo de vida.

¿Qué más?

B: ¡Son tantas cosas!

...

S: Habla de tu colaboración con la Madre en poesía.

A.K: Bien, la Madre no trabajó conmigo en poesía... Sri Aurobindo sí.

S: Habla de esto entonces.

72K.D.Sethna “Two Loves” and “A Worthier Pen” -The Enigmas of Shakespeare’s Sonnets, New Delhi 1984.

A.K: Cuando quería escribir lo que Sri Aurobindo ha llamado la poesía sobremental, le mandé una nota pidiéndole que me enviase cuatro versos de manufactura puramente sobremental. Dame cuatro versos, le dije. Él respondió: ‘¡Cielo Santo!, ¿cómo puedo hacer esto?’ Entonces yo repuse: bueno, estoy seguro de que si hay una persona en el mundo que pueda hacerlo, ése eres tú; así que por qué no lo intentas. Él dijo: ‘Cielos, yo no puedo hacer lo que me pides por encargo, pero te daré unos versos a ver si eres capaz de encontrar en ellos algo sobremental’. Entonces es cuando empezó a pasarme su Savitri. Cada noche o cada madrugada, acostumbraba a copiar un pasaje de su obra y me lo enviaba por la mañana. Nolini73 solía traerme el sobre. Entonces, yo pasaba los versos a máquina, hacía mis anotaciones, escribía algunas preguntas y se lo devolvía. Al día siguiente, otro pasaje llegaba junto con las respuestas a las preguntas planteadas por mí. Pero me dijo que no debía hablarle a nadie sobre esto. Se suponía que era nuestro gran secreto. Sin embargo, yo estaba seguro de que Nolini sospechaba algo, porque traía el sobre cada mañana y tuvo que haber visto a la Madre cogiendo la hoja y poniéndola dentro y sellando el sobre. Así, cada mañana, cuando traía el sobre, acostumbraba a esperar unos segundos más de lo que hubiera tardado en entregar una carta corriente. Entregaba la carta, se quedaba de pie a ver si yo hacía algo con ella... y yo disimulaba como si se tratase de la cosa más banal. Y cada día, cada día, hacía lo mismo. De modo que al cabo de un mes le escribí a Sri Aurobindo diciéndole que estaba seguro de que Nolini iba a preguntarme algo uno de aquellos días: ¿Qué debía responderle yo? Entonces, Sri Aurobindo me contestó diciéndome únicamente: ‘Espero que no pregunte’. Al cabo de unos días, su curiosidad volvía a ser tan patente y era tan evidente que me preguntaría ese mismo día o al siguiente, que volví a escribir a Sri Aurobindo: Ahora va a preguntarme, así que, por favor, dime sí o no y no me digas que esperas que no pregunte. Entonces contestó: ‘Sí, pero dile que guarde el secreto’. Así, al día siguiente, le dije a Nolini: ‘Ven, acompáñame adentro. Esto es Savitri. Sri Aurobindo me lo está enviando y le pregunté si podía enseñártelo. Dijo que sí, de modo que te lo enseño’. Y él estuvo muy feliz. ¡Y mantuvimos el secreto durante diez años! Sólo en 1948, cuando se publicó mi libro La Inspiración Poética de Sri Aurobindo74, puse algo del Savitri. Todo el último capítulo trata sobre la nueva inspiración, así que le pregunté a Sri Aurobindo si podía incluir algunos de sus versos y publicarlos. Dijo ‘sí’. De modo que la primera vez que vieron la luz fue en mi libro. Para entonces Savitri había cambiado tanto, ¿sabes? Se había convertido en un poema enorme y Sri Aurobindo me escribió diciéndome que se había extendido tanto que apenas sería yo capaz de reconocerlo. Entonces me envió la nueva versión del Primer Canto del Libro Primero. La verdad es que a mí no me gustó demasiado. Estaba tan acostumbrado al antiguo comienzo de la aurora surgiendo ya en los primeros versos... Ahora había una larga descripción de la noche, mucho simbolismo. Le escribí que no sentía una gran atracción por estos versos y me respondió que era porque no estaba acostumbrado a ellos, que cuando me familiarizara con ellos me gustarían. Pero incluso ahora existe una gran incomprensión acerca de lo que Sri Aurobindo describe en ellos. Muchas personas creen que son una descripción del comienzo del mundo.

B: Así lo parece.

A.K: Pero no es verdad. Lo que realmente se describe en ellos es la noche antes de la aurora del día en que Satyavan debe morir. Es una noche física. Pero a través de esa noche

73Nolini Kanta Gupta (1889-1984), compañero de Sri Aurobindo durante su lucha política en Bengala y su primer discípulo en Pondicherry. Fue su secretario y, cuando Sri Aurobindo dejó su cuerpo, sirvió en esta labor a la Madre.

74 K.D. Sethna, The Poetic Genius of Sri Aurobindo, Pondicherry 1947.

física se ve algo que puede remontarse al origen del universo. La noche física es, así, como una ventana. Y se convierte en un símbolo. Tal como hay un símbolo Aurora, existe también un símbolo Noche. Él mismo utiliza la palabra símbolo, y así es como debe ser entendido.

B: Pero cada aurora es, en realidad, una nueva creación.

A.K: Sí, cierto, cada día es una nueva creación...

B: Sí.

A.K: Eso es verdad. Mira, todos los recuerdos del pasado son borrados, y es como si cada día empezara una nueva aventura. Eso es completamente verdad. Porque la noche acaba con muchas cosas. Incluso experiencias... muchas cosas que realizamos por la noche o que nos damos cuenta de ellas por la mañana se han perdido y nos despertamos totalmente en blanco. Pero si podemos llevar nuestra aspiración al sueño, en cierto modo, el sueño y la noche se convierten en vínculos en la vía de la sadhana. Pero si no podemos hacerlo perfectamente, siempre se pierde algo. En el Rig Veda, por ejemplo, a los habitantes de la oscuridad se les llama los panis, son los ladrones, ¿sabes?, son los que provocan la inconsciencia y debemos guardarnos de ellos; Sri Aurobindo, en Savitri, ha escrito sobre ellos. Ladrones, ahí se usa la palabra ladrones. Pani, ciertamente, quiere decir esto...

...

B: En tu libro, hablas de los versos como de algo individualizado.

A.K: ¿Hmm?

B: Hablas de los versos como de algo con individualidad propia, algo vivo.

A.K: ¿Qué versos?

B: No, los versos en general. Como si cada uno de ellos tuviese personalidad propia.

A.K: ¿Quieres decir que los percibes de este modo? Bien, en cierto sentido están vivos. Se trata de que sean portadores de una cierta fuerza espiritual. Unos versos son mejores que otros, con seguridad. La poesía acostumbra a venir de un modo extraño. En los viejos tiempos, venía a fragmentos, ¿sabes? A veces yo recibía lo que luego habría de ser el final y tenía que remontarme desde él hasta el principio. Esto no ocurrió, sin embargo, en mi libro La Aventura del Apocalipsis75. Empezó por el principio y se desarrolló hacia su final. Ésta fue la máxima experiencia poética que he tenido nunca. El libro está ahora agotado. Se llama La Aventura del Apocalipsis. Todo él constituyó una experiencia muy poderosa. ¿Sabes?, yo tenía problemas de corazón, y estaba hundiéndome y hundiéndome y hundiéndome muy profundamente y pensaba que iba a morir. Llamaba a Sri Aurobindo y a la Madre pidiéndoles que me sostuvieran, pero aun así la cosa iba tomando cada vez un cariz más grave. De modo que llamé a mi mujer y a mi madre y les dije que no había modo de curarme, que me iba... algo así. Un médico fue llamado y recibí una inyección

75K.D.Sethna, The Adventure of Apocalypse, Bombay 1949.

de morfina y atropina. Entonces, algo curioso ocurrió: sentí que todo el universo era el Divino, todo era divino, las sillas y las mesas... todo... yo me levantaba y me postraba delante de mi silla de trabajo y cosas por el estilo.

(Risas)

A.K: Sí, sí, toda la experiencia era así. Todo esto abrió el acceso a alguna región profunda. Y, por la noche, con los ojos cerrados podía ver cosas, ¿sabes? Y la poesía empezó a venir. Tenía unos fascículos de Savitri junto a mi cama, que leía cuando me iba a dormir. Entonces, de repente, los versos empezaron a venir. En los tiempos antiguos, la gente decía (de los poetas): ‘Videntes y oyentes de la Palabra de la Verdad’, ¿sabes? El ‘ver’ y no sólo el ‘oír’... algo así: los versos estaban ahí y yo podía verlos, eran míos y no eran míos porque estaban ahí, frente a mí. Muchos de ellos se presentaban ante mí de este modo. Yo me levantaba y, en la oscuridad, los anotaba en el reverso en blanco de las hojas de Savitri. Anotaba lo que podía recordar. Y otra vez me sumergía (en aquel estado de consciencia). Y otra vez me levantaba. Y toda la noche transcurría de este modo. Cada día un tipo nuevo de inspiración se presentaba. Y el doctor me había dicho: ‘Tienes un problema grave en tu corazón. Así que no te permito ni siquiera que levantes la cabeza de la almohada’. En lugar de obedecerle, pasaba el día sentado... y luego la intensidad de las noches. Era todo lo opuesto a lo que como paciente debía hacer. Pasaba los días sentado o levantado y en un gran estado de excitación. Pero yo sentía que esa excitación tenía un efecto curativo sobre mí... porque venía de lo más profundo de mí y de lo más alto. Cada día era así. Y el doctor venía cada mañana a examinarme y me decía: ‘Sí, ha habido una mejoría, te portas muy bien, eres un chico estupendo’. Mientras duró mi enfermedad no observé ni una sola de las reglas médicas. Cuando la poesía venía, estaba en un estado de excitación intensísimo y me ponía a escribir y a escribir... ¡todo el día! Y todo me provocaba la inspiración. Leía un periódico y cualquier cosa provocaba en mí la composición de un poema, mi abuelo entraba en la habitación para ver como estaba y decía algo y eso era el comienzo de un nuevo poema. Este estado de excitación duró tres meses.

B: ¡Tres meses!

A.K: Sí, algo así. Sí, era la estación más calurosa de Bombay. Yo vivía en Bombay en ese tiempo. Y toda esa estación, terriblemente calurosa, me pareció una bendición, sentía una tal felicidad, una apertura tan grande... fueron los tres meses más apasionantes de mi vida. Sí. Cada día enviaba mis composiciones a la Madre y a Sri Aurobindo, y la Madre me escribió y yo le contesté diciéndole que no estaba siguiendo ninguna regla médica sino todo lo contrario, lo extremamente opuesto, y aún así me estaba poniendo bien. Y ella me escribió: ‘Mi querido hijo, me alegro de que tengas fe en un Poder superior al poder de los médicos y que puede llevarte a través y a pesar de todos los sucesos catastróficos. Conserva esta fe y todo irá perfectamente’... algo así.

B: Cuando escribes sobre historia india o estudios poéticos, ¿escribes con la misma inspiración o desde otro nivel de consciencia?

A.K: Algún tipo de inspiración hay, por supuesto, también hay otro nivel, el nivel analítico está ahí en operación... ¿Te refieres a estudios literarios?

B: Sí.

A.K: Sí, el nivel analítico, pero también hay inspiración. Todo lo que escribo o que he escrito en el pasado ha sido interiormente dedicado a Sri Aurobindo... Y puede no concernir de ningún modo a la espiritualidad -yo estoy interesado en cientos de cosas, ciencia, filosofía, historia y todo esto- pero siempre hay esa dedicación interior a Sri Aurobindo. Y cuando Sri Aurobindo dejó su cuerpo, me sentí verdaderamente, verdaderamente, bloqueado. Me decía, ¿qué haré yo ahora?, ¿a quién le dedicaré lo que escriba?, ¿cómo voy a escribir siquiera?, ¿cómo conseguiré su ayuda? De modo que alguien le dijo a la Madre que yo me sentía de esta forma y el primer día que la Madre se encontró con todos nosotros cogió mi mano y me dijo: ‘Nada ha cambiado. Pide ayuda a Sri Aurobindo y la ayuda llegará como antes. Nada ha cambiado’. Entonces eso me dio ánimos... ¡estaba tan descorazonado por la partida de Sri Aurobindo! Y cuando me encontré con la Madre -me encontré con ella antes de partir para Bombay, donde dirigía la revista Mother India- le dije: Ahora miles de personas querrán una explicación mía de lo que ha ocurrido. ¿Qué ha ocurrido? La Madre respondió: ‘Está perfectamente claro para mí, pero no voy a decírtelo, deberás hallarlo por ti mismo’. Yo dije entonces: De acuerdo Madre, pero dame el poder para descubrirlo por mí mismo. Ella puso entonces la mano sobre mi cabeza. Yo partí para Bombay. Y me sentí desvalido al principio, sin vida, por la partida de Sri Aurobindo. Y no dejaba de decirme: ¿qué debo hacer ahora, qué debo escribir? Y le llamé diciéndole: Si no puedo escribir la verdad de lo ocurrido, todo lo que he escrito anteriormente es inútil. Si no puedo escribir realmente la verdad de lo que ha ocurrido, no me importará no volver a escribir nada en toda mi vida. Éste fue el reto que le lancé a Sri Aurobindo. Entonces, al cabo de quince días, algo empezó a llegar y escribí lo que me dictaba mi inspiración y se lo mandé a la Madre. Recibí, poco después, un telegrama de Nolini: ‘La Madre encuentra tu artículo admirable. Nada que cambiar’76. Supe luego que le había dicho a un colaborador mío que mi artículo era excelente, con probabilidad el mejor que había escrito nunca. Cuando me enteré de esto, dije: Es verdad, nada ha cambiado. Sri Aurobindo está ahí y puedo llamarle y puedo pedir su ayuda. Y esa ayuda me ha estado llegando hasta el día de hoy. Y cuando me hallo frente a un problema, cuando llego ante un obstáculo insalvable, por la noche, antes de irme a dormir, llamo a Sri Aurobindo: Mira, esto constituye un problema para mí ahora, por favor resuélvemelo. Y siempre, siempre, al día siguiente o al cabo de un par de días, encuentro la respuesta adecuada. Abro un libro y hallo una frase que me coloca en la línea de pensamiento correcta o algo me viene a la mente...siempre así. Y realmente, realmente, él me ha seguido ayudando como en el pasado. De modo que no puede decirse que se haya ido. Al fin y al cabo, nosotros le veíamos tres o cuatro veces al año. No teníamos con él el contacto que teníamos con la Madre. Por supuesto, estaban las cartas, que en ocasiones llegaban hasta tres veces al día. Todo eso se acabó, pero el contacto interior persiste, y su presencia está ahí.

B: ¿Cuál es esa explicación que encontraste...?

A.K: ¿Para qué?

B: Para la muerte de Sri Aurobindo... lo que escribiste en tu artículo.

76Se trata del artículo titulado El Tránsito de Sri Aurobindo, su Significación Interior y Consecuencia’ incluido en el presente volumen. La Madre halló este artículo excelente y ordenó 15.000 copias del mismo en forma de fascículo.

A.K: Verás, había un gran obstáculo en el camino y ese obstáculo no podía ser apartado a menos que ese cuerpo, que iba a ser divinizado, lo absorbiese. Y, absorbiéndolo, no podía sino sacrificarse. Sí, fue un sacrificio. Como si todo un mundo de obscuridad fuese tomado por ese cuerpo. Y un cuerpo que no estaba destinado a morir moriría. ¿Ves? Fue un incidente muy importante... parecido a esto. Y este sacrificio apartó definitivamente la obstrucción. Y la Madre me dijo, tiempo después, que en el momento en que Sri Aurobindo dejó su cuerpo, lo que él llamaba la Mente de Luz se realizó en ella. Así, ¿ves?, hubo un resultado inicial concreto, un avance, un salto, como consecuencia de dejar su cuerpo. La Mente de Luz estaba siendo formada de un modo lento y esporádico, algo venía y algo se iba... una y otra vez. Pero, al irse él, la Mente de Luz se estableció en la Madre. Y ¿qué es la Mente de Luz? La Madre decía que es la Mente física recibiendo la Luz Supramental. Yo escribí un poema sobre la Mente de Luz tal como la entendía. Y cuando le mostré el poema a la Madre, me dijo: ‘Los dos primeros versos son revelación absoluta. Esto es exactamente lo que ha ocurrido. El resto es una construcción rica e imaginativa, pero los dos primeros versos son pura revelación y mantra’. Aquellos dos versos eran: “El núcleo de un Sol Inmortal es ahora el cerebro

Y cada célula gris estalla en oro omnisciente”77.

Ella dijo que esto era exactamente lo que había ocurrido. Esto es la Mente de Luz. Y para hacerla descender y establecerla en la Madre, en su consciencia, Sri Aurobindo se marchó. Éste es el secreto de su partida. Tuvo que hacerlo aprisa, como si dijéramos. Así es como lo expliqué en el artículo de aquel tiempo, aunque la Mente de Luz no se menciona en él porque yo no sabía nada de ella entonces. Pero todo lo demás está ahí y el artículo se llama El Tránsito de Sri Aurobindo, su Significación Interior y Consecuencia.

B: ¿Lo publicaste en Mother India?

A.K: Sí, apareció en Mother India y posteriormente fue incluido en un libro mío que titulé El Espíritu Indio y el Futuro del Mundo, una colección de todos mis editoriales de Mother India que no tenían que ver con la política. Puede que todavía esté a la venta, no lo sé, hace muchos años que salió. Los artículos políticos no se han publicado todavía. Y estos artículos políticos tienen su importancia porque muestran cuál era el punto de vista de Sri Aurobindo respecto a los problemas nacionales e internacionales durante el período de un año y medio antes de que se marchase. Antes de que se marchase, Mother India había sido publicada durante un año y medio, era quincenal en ese tiempo. Los editoriales debían ser enviados desde Bombay a Pondicherry -yo trabajaba en Bombay por aquel entonces- y le eran leídos a Sri Aurobindo. Un telegrama llegaba:”Aprobado”. Sólo entonces el editorial podía aparecer. Si decía “No aprobado”, el editorial no aparecía. Existían estas dos categorías, “Aprobado” quería decir que su propio punto de vista había sido expresado. Así, todos los editoriales debían ser aprobados. Yo escribía lo que quería y del modo que quería porque luego los artículos le eran enviados a él. La Madre siempre veía los artículos antes de que apareciesen. Recuerdo que escribí un artículo sobre la China roja78. La Madre lo leyó y dijo que era muy violento, preguntó a Sri Aurobindo si lo aprobaba. Él dijo que sí.

...

77Cf. ADDENDUM II.

78The Folly of Recognising Red China (La Locura de Reconocer a la China Roja), Mother India, Octubre de 1949.

B: ¿Cuál fue ese elemento obscuro que el cuerpo muerto de Sri Aurobindo debió absorber para vencer el obstáculo del que hablabas?

A.K: No es que el cuerpo muerto lo absorbiese, su cuerpo lo absorbía y esa absorción causaba su muerte. En un sentido práctico puede decirse que su muerte determinó, en principio, el fin de la muerte. Algo se realizó en el mundo oculto que sería el fin de la muerte. Yéndose él, en principio, la muerte fue absorbida y neutralizada y anulada. Así, el principio de la inmortalidad del cuerpo, la transformación supramental, fue sembrado de este modo, un modo muy paradójico. Sri Aurobindo había dicho: ‘Marcharé hasta conquistar o perecer’. Y yo expliqué que esto había que reformularlo del siguiente modo: conquistar pereciendo... Algo nuevo se realizó. Y para mí fue una total sorpresa, porque Sri Aurobindo me había hecho entender siempre que él acabaría el trabajo que había venido a realizar. Fue completado en cierto modo, pero no del modo que todos nosotros queríamos. Él siempre me había hecho entender aquello, y cuando su tránsito tuvo lugar yo estaba simplemente aturdido... aturdido acerca de lo que había ocurrido.

...

B: ¿Has escrito siempre en inglés?

A.K: Sí, es mi lengua, aunque yo soy parsi, ¿sabes?, y se supone que el gujarati es nuestra lengua. Pero mi lengua siempre ha sido el inglés. En ella puedo expresarme mucho mejor.

B: Cuando recibes inspiración, ¿es en una lengua concreta?

A.K: Siempre es en una lengua concreta. Por supuesto. Su substancia pertenece a una lengua, puede ser cualquier lengua, pero si tu idioma es el inglés, la inspiración llega en inglés.

B: Y en el caso de Nirodbaran79, por ejemplo, que quiso escribir en una lengua que no era la suya, ¿cómo actúa la inspiración entonces?

A.K: Oh, Sri Aurobindo tuvo que esforzarse mucho para esto, y estoy seguro de que Nirod también trabajó duro. No, la poesía inglesa era parte de mi vida. Cuando llegué aquí, cientos de versos fluían a mi mente de un modo constante. Y una vez Sri Aurobindo me dijo: ‘Has aprendido muchas cosas, ahora debes desaprenderlas’, porque mi mente estaba completamente llena de cosas, ¿sabes?, tantas cosas ahí. Y si puedes volver tu mente silenciosa, calmarla absolutamente, entonces está bien todo lo que has aprendido; si no, todo ello obstaculiza el camino.

B: ¿Es la substancia de la lengua inglesa distinta desde que Sri Aurobindo escribió Savitri?

A.K: ¿Sí?

79Un médico bengalí llegado al Ashram en 1933. Se dedicó intensamente a la poesía y fue uno de los asistenes personales de Sri Aurobindo tras su accidente en 1938. Ha publicado diversos libros y a sus más de ochenta y cinco años todavía da clases de lengua y literatura en el Centro Internacional de Educación del Ashram.

B: Quiero decir, ¿la composición de Savitri ha transformado la substancia de la lengua inglesa?

A.K: Sí, lo ha hecho. Savitri sólo pudo verterse en inglés. El inglés es la lengua más desarrollada. A partir de un centro claramente delimitado puedes producir un excelente efecto expansivo de las palabras... el inglés es magnífico para esto: cuenta con todos los matices y en muy breve espacio puedes expresar muchas cosas. Además, el vocabulario es enorme porque no es sólo una lengua romance como el español, el italiano o el francés, ha absorbido mucho de las lenguas primitivas germánicas, del griego, del latín... hay en él todo tipo de influencias. Para cada objeto puedes encontrar en inglés hasta seis palabras sinónimas, cosa que no puedes hacer en español, italiano o francés. Por otra parte, tiene un doble carácter: puede ser monosilábico y polisilábico, lo que es algo muy raro en una lengua. El carácter monosilábico lo ha heredado del antiguo anglosajón y el polisilábico del latín y el griego. De modo que goza de todas las cualidades y se convierte, así, en un instrumento ideal para la expresión de una nueva aspiración espiritual. Por ello no puede decirse que fuese azar el que la lengua madre de Sri Aurobindo fuese el inglés, ni que fuese llevado a Inglaterra en su infancia y viviese allí muchos años. Hay como un destino en todo ello. Ahora bien, a partir de la iluminación del inglés todas las lenguas pueden ser iluminadas. En cada lengua hay una posibilidad de desarrollo, aunque las lenguas indias no están tan desarrolladas como el francés, el italiano o el español. Me refiero a las vernáculas. El sánscrito sí lo está y probablemente también el tamil. El tamil es una lengua muy antigua, es la lengua viva más antigua de la India. Hindi, gujarati, bengalí son lenguas modernas. Pero por supuesto el tamil es muy difícil de aprender. Incluso para Sri Aurobindo. Como sabes, Sri Aurobindo tenía grandes facultades lingüísticas, era un maestro en griego y en latín... y en sánscrito también, pero en el tamil hallaba cierta dificultad.

...Yo sé alrededor de una docena de palabras en tamil: ir, venir, comer, beber, izquierda, derecha... esto sí lo sé.

(Risas)

S: Me gustaría que compartieras con ellos algunas de tus experiencias con la Madre.

A.K: En 1938, cuando partí hacia Bombay para una breve visita, la Madre me dijo: ‘Este año estamos esperando que ocurra algo importante’. Era 1938. Yo le dije: Si algo ocurre, por favor infórmame y yo dejaré lo que esté haciendo, sea lo que sea, y volveré. Ella respondió: ‘Sí, te lo prometo, no te preocupes, si algo ocurre te informaré inmediatamente’. Allí en Bombay tuve un extraño accidente: tomé una tremenda sobredosis -cuarenta veces la dosis normal- de una medicación80. Y habría muerto si no hubiese sido por la ayuda de Sri Aurobindo y de la Madre. Cuando me estaba reponiendo, escribí a Sri Aurobindo -era a principios de Agosto de aquel año y yo había llegado a Bombay en Febrero- diciéndole que no había recibido ninguna llamada de la Madre y que quería saber si el acontecimiento de importancia que estaban esperando había tenido lugar o no. Me escribió contestando que no, y que no debía apresurarme a volver debido al estado de mi corazón. Me decía en la carta que me quedase en Bombay y que, si ocurría algo, cuando volviese podría verificarlo -si estaba lo suficientemente abierto para ello. Pero lo que tenía que ocurrir no había ocurrido todavía, aquel Descenso universal que

80Cf. ADDENDUM III.

esperaban no se había producido. Muchos años después, en el mes de Febrero de 1956, me hallaba nuevamente de viaje a Bombay. Antes de partir, la Madre me había dicho que quería que estuviera de vuelta antes del 29 de Marzo porque pensaba que algo fundamental estaba a punto de ocurrir. Me fui a Bombay. Estaba solo en el compartimento del tren de Madrás a Bombay. Y tuve un sueño. En el sueño, veía un amplio espacio abierto y en el centro de aquel espacio estaba sentada la Madre. Y muchas personas querían acercarse a ella, se apresuraban hacia donde ella estaba para hacerle pranam y recibir sus bendiciones. Yo estaba en medio de la multitud y también quería correr hacia ella. Intentaba quitarme las sandalias pero una de ellas no quería salir. Lo intentaba y lo intentaba pero no había manera. Al final me desperté. Entonces, al abrir los ojos, me encontré a la Madre delante de mí, en el lado opuesto del compartimento: un ser transparente y radiante. Me pregunté cómo era posible que ella estuviese allí y yo la viese con los ojos abiertos. Cerré los ojos y volví a abrirlos y allí seguía ella. Me dije, ¡esto es fantástico, probaré otra vez! y, cuando los volví a abrir, la Madre ya se había ido. Cuando llegué a Bombay, escribí a la Madre contándole lo que había visto en el tren a las ocho y media de la tarde de aquel 29 de Febrero. Ella no me respondió. Entonces recibí noticias de que algo había pasado realmente algo estupendo, pero que nadie sabía explicarme. Volví, en efecto, antes del 29 de Marzo y lo primero que hice fue preguntarle a la Madre qué era lo que había ocurrido, qué tipo de acontecimiento se había producido al fin. Yo creía que se trataba de una aparición de la Supermente, pero ella me dijo que no, que aquello era lo que yo pensaba pero que no era así. La consciencia, la fuerza y la luz supramentales habían entrado en el Universo. Me dijo que había sólo cuatro personas que tuviesen cierta idea de lo que había ocurrido -no exactamente el conocimiento de la manifestación supramental pero sí que algo fundamental había tenido lugar- y que entre las cuatro personas estaba yo. ¡¿Yo?!, inquirí, ¿cómo es eso? ‘¿No te acuerdas de lo que me escribiste que te había ocurrido la tarde del 29 de Febrero?’ Sí, respondí, te vi en el tren en el que viajaba, ¿qué hacías allí? ‘¿No recuerdas que hace dieciocho años te prometí que, si lo que esperábamos ocurría, te avisaría? pues bien, fui a informarte’. Yo me sentí tan abrumado... la Madre había recordado aquella promesa y había venido a informarme a mí, ¡pobre de mí! Le dije: Madre, estoy tan agradecido que no tengo palabras para expresártelo. Ella respondió: ‘Bien, ése es el significado de la experiencia que tuviste’. Ella podía hacer todo tipo de cosas, ¿sabes?

B: ¿Qué era exactamente lo que había ocurrido?

A.K: Manifestación supramental. La luz, la fuerza y la consciencia supramentales habían irrumpido en el Universo... no en el Universo físico, sino en el físico sutil, lo que la Madre llamaba ‘la atmósfera de la Tierra’. Todavía no ha llegado al físico material. Si hubiese sido así, muchas cosas habrían cambiado ya. Pero cuando todo aquello llegó, fue tragado por la obscuridad de las edades y cubierto por ella. Es como un recién nacido completamente cubierto por las tinieblas... pero un recién nacido omnipotente. De modo que vencerá a pesar de todas las tinieblas, pero eso llevará un tiempo. Sin embargo, algunos de sus efectos ya están presentes, efectos muy sutiles81.

B: Esta manifestación de que hablas, ¿tuvo algo que ver con la Segunda Guerra Mundial? Porque has dicho que era en 1938 cuando debía haberse producido.

81Cf. ADDENDUM IV.

A.K: En efecto, la Segunda Guerra Mundial fue la acción de las fuerzas hostiles para impedir la creación del Nuevo Mundo de Sri Aurobindo... uno podría decirlo así. Y eso fue en parte responsable del retraso de la manifestación: lo que se suponía debía ocurrir en 1938, tardó dieciséis años en producirse. La guerra acabó con muchas cosas y hubo tal explosión de maldad y crueldad... sí, puede decirse que fue un gran obstáculo para la Nueva Creación.

B: ¿Qué significó la manifestación de 1956?

A.K: Había dos cosas que la Madre y Sri Aurobindo querían que se produjeran: un establecimiento general del principio supramental en nuestro ser y, en segundo lugar, una transformación directa, individual del cuerpo. Esto último no tuvo lugar... completamente, quiero decir: fue realizado a nivel físico sutil, pero no a nivel físico material. En 1959 yo escribí que en Sri Aurobindo la Supermente iba y venía sin estar totalmente establecida, pero la Madre me dijo que no, que eso no era verdad, que la Supermente estaba ya en Sri Aurobindo pero no se había manifestado a través del físico material. Me dijo también: ‘A mí me ocurre lo mismo’. Yo le dije: Madre, espero vivir lo suficiente para ver tu transformación supramental. Ella respondió: ‘Ten fe y lo que tenga que ocurrir, ocurrirá’.

COMMUNITY AND COLLECTIVE CONSCIOUSNESS

Being the ideologies dead, out of fashion the patriotism because of the excesses and insufficiencies to which it gave place, ruled the nations by generation after generation of corrupt politicians which are a scandal for the multitudes and invite to an irretrievable distrust in the State, the relationship between the individual and the collectivity is becoming more and more defined in the West by a motto which, in practice, is accepted by all: to get the maximum benefit from the community at the least personal and material cost. This unsolidary individualism, last and fierce stage in the creation of the marked and characteristic occidental individuality, is justified by the absence of integral collective projects in which the individual can see satisfied, in addition to his material needs and longings, his deepest cultural and spiritual aspirations. Nevertheless, in spite of its vast diffusion, in spite of giving the peculiar colour and atmosphere to the rich societies of the West, we find out an increasing number of human beings which, having reached certain degree in their individual growth, feel that their development cannot continue if they do not share their achievements with other members of mankind, being at the same time enriched by the capacities and conquests of the others. They feel, moreover, that many of the possibilities and ideals they have begun to envisage on that summit of their personal maturity can never materialise without the right ecosystem for their cultivation and development. An idealist in a materialist and pragmatic society is a Quijote or a Hamlet: a useless and deluded activity or an inactivity nourished by a fruitless reflection are their two possible destinies. If he wants to be useful, fertile for himself and the others, he will have to find or create the environment and the group where these new envisaged human possibilities can be experimented, put to the test, refined and manifested in the complex and multidimensional field of man’s life. This is, in essence, the beginning of the collective thinking and feeling.

Now, from the very first moment of its conception, a community, if it wants to have in its hands the possibilities and tools necessary for its success, must define itself in relation to three orders of things: the aims, the kind of balance between individual and community, and the kind of relationship with the human unities larger and smaller than the community. Its size, other of its fundamental aspects, will be conditioned at the beginning, to a great extent, by the values given to the three former questions.

As for the aims, the communities can belong to three major types: those constituted with the only purpose of simplifying the life and making it cheaper, sharing a set of vital utilities as the kitchen, the laundry, the transport, the parkings and storerooms..., and, taking as an excuse the common activities resulting from all of it, facing the challenge of a wide human interrelationship in the interior of the domestic space; those others which, not conforming to this first practical objective, search also for a community in the superior activities of man -physical, intellectual, aesthetic, spiritual development...- approaching the life in common overall as a platform for the mutual enrichment and profiting the best capacities of each individual to inseminate, stimulate and motivate the collectivity; and those others, finally, which add to all that the will to transcend the egoistic consciousness by the process of building a collective consciousness. And it is necessary to take into account that what is really important is not the programmatic definition that a community may adopt, but how that community will define itself day after day in the practice; because without a big dose of iniciative, sincerity and dynamic force, be the conceived ideal as higher as it may be, the centre of

experience will gradually and irretrievably shift to the most external and elementary dimensions.

There is no doubt that each one of these types has in front of it difficult challenges that have to be faced; but only the third can aspire, eventually, to the creation of a real collective consciousness, endowed with higher levels than those of the immediate and quotidian practical vitality. In a certain way, it is the creation of a collective consciousness what determines the success of a community because, not being that developed, there is no such community, but a sum of individuals in an environment marked by relationships of conflict and collaboration, united in a project that the most part of the times causes difficulties much more important than those practical aspects which it tries to simplify, and ends in an irrecoverable tiredness of the collective experience.

But, on the other side, what is a collective consciousness, this entelechy which has served as a conceptual disguise for so many ghosts? A collective consciousness is the supraindividual entity formed by the links of collaboration, love and mutual enrichment of the individuals which constitute it, an organism one and manifold, with capacity for self-perception, to know its needs and ends, and to express them through the best lights of its different cells-individuals; an organism capable of autonomous and harmonic functioning, of ripening and growth, with a defined personality and prepared to establish creative relationships with other human unities. Certainly, this cannot be improvised, it is not a beginning; a set of norms, common aspirations and guidelines are not enough to establish it; it is the result of a complex toil, that requires a considerable iniciative and dynamic force, and in which the individual surrenders part of his individuality to recover it increased and transformed in the collectivity. And as every process of trascendention of the egoistic consciousness, it is painful.

Before the integration of individual and collectivity in that supraindividual and conscious entity that we have defined as the result of a process, the balance between the two poles is uncertain. The place of the individual in the community is in principle determined by two factors: the distribution of the physical space and the communitary norms, either they exist in the explicit form of a manifest or in the implicit form of a “petty moral” of the group. If the group wants to respect, wants to help to create and wants finally to profit from the best capacities of the individual, it must offer him the possibilities for the development of an individual life: its space, its time and the necessary understanding for the silence, isolation, reflection, meditation and privacy, as well as those tasks and activities which require these important foundations for their development. It should be prepared to accept the existence of individual resources -even important resources-, whose exclusively personal use and management are many times necessary for a good organisation and profiting from them; and it must be immensely cautious in judging individual attitudes trying not to do it from the typical prejudgement of the classic collectivism.

One of the traditional prejudices, almost consubstantial with the idea of communal life and many times founded on a misunderstood igualitarism, is that of simplicity of life. But this is a dangerous and multi-edged criterion: while a member of the group, for instance, rejects the individual transport in favour of the collective one, other one will reject every motorize transport and will claim the use of cycles... or horses; one will see luxury in beauty, in every decorative element, and will condemn

any building not in the fashion of the most Spartan utilitarism, but for others the true simplicity will not be achieved but in mud huts with keet roofs; there will be those who reject the domestic appliances for consuming too much energy and others, with a very different point of view, will apply the ecological criterion to the field of human procreation and will see children as a product of excessive energetic requirement and with highly polluting consequences. Once we begin to apply in this way the prejudice of simplicity, there is no logical reason to stop here or there, and life can be systematically reduced to an austere return to the caverns. Nevertheless, in a community of integral type, which aims to a maximum individual and collective growth, the development criterion cannot be founded in such a prejudice: abundance of resources at the service of the ideal and used with the highest possible degree of consciousness and sincerity must be its guiding principle.

On his side, the individual, if he wants to respect, help to create and finally take advantage of the capacities of collective life, will fully assume that his personal resources are something which only belong to him in the measure they help him to grow; he will endeavour to revert his own capacities to the community, encouraging and inseminating the others, and becoming a source of dynamic force for the whole; besides, he will help to the creation of a collective consciousness finding his own role in the communal life and making the effort of transcending the limits imposed by his egoic shell; he will assume the responsibility of growing and share his growth, and will try to build up, starting from the most intense and true and creative links, the relationships with the rest of the members of the whole.

But individual and community are only two terms in a wider gradation of human unities. Above the community are the different collectivities of village, city, region, nation, etc; below it, but above the individual, are the various forms of human association as the couple, the biological, emotional or spiritual family, and the groups of diverse order: ideological, proffessional, etc. Also regarding to these major and minor, external and internal unities the community defines itself. Actually, a community is but an opportunity to deal, in a scale bolder than the familiar one but still within the reachings and immediate capacities of the individual, with the problem of human interrelationship, that is, the problem of being at the same time man and humanity, one and multiple, and to solve in an external way the knot of the ego.

Other of the prejudices of the classical collectivism, nourished already from its beginings by Fourier and his project of the phalansteries, has been the idea that for the health of the collectivity it was necessary to prevent as far as possible the existence of intermediate associations between individual and community. Couples, families, too closed friendships or trends of oppinion are seen from this concept as potential threats for the community or as things of the past, links that still impede a bolder leap towards a more desattached, spontaneous and new life. Doubtlessly there is in this view an interesting perception of Truth which is that human maturity, with its blossoming of the vastly loving psychic consciousness, with its blossoming of the supremely free and powerful true vital, with its blossoming of higher mental and aesthetic functions, will end with those links founded on the mere emotional dependence, the legal compromise or the definitions with which we tacitly tie ourselves to other human beings. Nevertheless, when couples, or friendships or families or ideological groups -when under these definitions there is a true base for the experience, in a very reduced scale, of love and surrender and adhesion and admiration and creativity and many other values

which are indispensable for the creation of a steady collective reality, when this happens it is desirable that the community offers here also the necessary space and time and understanding for the development of these micro-associations; for it is in true friendship and love -if one can rightfully distinguish these two concepts- where the individual will find the proper model to create his best links with the rest of the collectivity’s members.

Doubtlessly, in the process of individual and communal evolution, eventually the definition and implicit codes which subconsciously ballast frienship, couple, group or family, changing them into systems of human interrelationships much less flexible of what is required by the need of integral growth, will have to disappear; but more enriching than the suppression or mutilation of differentiated personal relationships and the leap towards a diffused and impersonal collective love it will be an opening of those microassociations to ampler realities in which the best of its feelings are progressively extended giving place to a net of true and loving collective comradeship. For, though it is a common tendency to turn to the idea of community to disolve in it unsatisfactory, traditional or ill conceived personal links, and try to resolve in the undifferentiated whole the insuficiencies of personal relationships, hardly will triumph in his love to the Totality -and only by love one forms part of the whole, one enriches the whole, and one becomes creative in the whole- he who permited himself to fail in his love to the part.

Finally, what kind of relationships will the integral community we have described with the greater collectivity and with other external human unities? Be these what may be, they will be founded on the respect to whatever other for of association or dissociation. In the measure this community has reached a speciality of life, a differentiated individuality, it will be able of enriching the whole; in the measure it has resolved in its own scale the problems of interrelationship -and among others those of property, creativity, diversity and differenciation in unity, reciprocal motivation...-, it will be able of offering its achievements to the rest of the individual or collective personalities of its environment; in the measure it has attained a unified consciousness and a harmony of functioning it will be able of acting creatively in the general frame as a Person in which the capacities of each of its members find themselves increased by the organic sum of all of them. In short, it will be able of aspiring to integrate itself in a higher reality melting with it and bequeathing to it all its conquests or keeping its defined personality and participating in the construction of the greater organism, where its own ideals will find a vaster scale for their development.

The world is too diverse for all the individual to have to pass through a small-scale communal experience in the process of their ripening. But before or later, the human subject that is sincere with his integral growth will have to reach matures and creative relationships with the collectivity, which will not be able of giving the best of their secret posibilities without the two poles having established the tissue of a wide net of love. Be it in a small, middle or grand scale, in its relationship with the community, the individual will always find itself in the centre of two mighty streams: on one side, the natural tendency of the smaller organisms to increase and transcend themselves in the greater ones; on the other, the almost insuperable difficulties borne from the clash of the egoisms and the diversity of individualities. Not even for a moment can he dream that he will rise to a conscious collective dimension without personal effort, and in all the stages of the path initiative, sincerity, capacity for innovation and renewing, and over all faith in the others, will be his indispensable tools; but, at last, the triumph in

communal life is only promised to one type of human beings: those who have the capacity to face problems, be it what it be the bulk of the difficulty, not as insuperable obstacles or personal offences for which the Destiny makes a target from us, but as the opportunity to rise to a higher level of organization, to a more complex degree of harmony.

AUROBINDONIAN INSPIRATION AND SCOLASTICISM

There are personalities in the history of human creativity which, by their intelectual height, the grandiosity of their vision and the depth of their teaching, compel culture, or at least some of its fundamental aspects, to be rethought. Be it for the best or the worse, the XXth century ows in great measure what it is to three important personalities which from the fields of biology, economy and psychology respectively effected a transcendental revolution in the thought of the West with notable, and sometimes disastrous, when carried to their extremes, practical consequences: Darwin, Marx and Freud. If the XXIst must be a century of hope, if the next decades must constitute an advance towards human unity and a reencounter with the individual and collective spirit, if man must become more and more conscient of his evolution in the times before us and find for it a sense beyond the purely material and biological, the personality to which the next hundert years will feel indebted will be without doubt Sri Aurobindo.

Darwin, with his evolutive idea, upset the foundations sustaining the soberane position of man upon Earth, wounded theology and changed the face of philosophy, history, biology, sociology and even psychology, endowing them with new perspectives and concerns. Marx, with his dialectic materialism, gave a new turn to all these disciplines, bursted into the fields of literature and art, plundered them even, arriving at last at the point of conditioning the organization of diverse States and the life of millions of beings. Freud, from his psychoanalisys, still revised all these cultural fields forcing them to produce new harvests, deepened in man’s psyche with the dim lights in his possession and prepared the theoretical basis of the sexual revolution that took place at the beginning of the second half of this century with such important effects for the formation of occidental individuality and character. Nevertheless, Sri Aurobindo, in spite of the relatively scant diffussion of his teaching and its the few visible consequences, widely overcomes the whole work of these three thinkers.

Certainly, Sri Aurobindo has given a new and profound meaning to human life establishing the theorical basis and the practical requierments for an integral transformation of the human being, which last consequences would be that of a radical organic change finishing with the terrible limitations and precariousness of man’s mind and life. Sri Aurobindo has given a brilliant and hopeful meaning to history showing it as a progressive manifestation of Spirit upon Earth and teaching us how to see the collective personalities, the nations, as fundamental aspects of the human Soul whose diversity and individuality are as necessary as their unity for the play of life and culture. Sri Aurobindo has given an intimate and powerful meaning to poetry presenting it as consciousness embodied in word and rhythm, and discovering for us the fountains or planes of reality from which descend the seven rivers of inspiration to the heart or the mind enamoured with the muses. Sri Aurobindo has given a bold meaning to medicine considering illness and pain as practical exercises of Nature in its seeking of a more complex organic harmony and organization, and reveling the last expedients by which every individual can return autonomously to health profiting every physical crisis for awaking more and more an independent consciousness of the body. Sri Aurobindo has given a vast meaning to sport suggesting it as an efficient, almost inevitable means of contributing to the developement of the physical consciousness. Sri Aurobindo has enriched the meaning of education, psychology, sociology, biology, phylosophy,

linguistics and vedic studies in an inmeasurable way, and there is not even one field of human experience and culture which, when put under his fascinating light, does not gain in height, amplitude and depth.

Each of Sri Aurobindo’s incursions into the different areas of human thought has become an open door for culture and an invitation for the heirs of his teaching to explore the fields beyond. Now, such vast personalities, personalities who have widen so much the limits of the sheepfold in which man’s mind had got accostumed to feel comfortable, bring about many times in their continuators an effect opposite to what was expectable: instead of constituting a bold incitement to go always beyond the last explored and established concepts, their vastness weights sometimes as a huge cloud of superstitious fear. A brood of ‘intelectuals’ appears whose members dedicate themselves to the busy labour of organizing the teachings of the master according to formulae and criteria which make them digestible for the majority; thematic anthologies come up with paragraphes and sentences which adquire the unappealable cathegory of biblical versicules or vedic riks; a big amount of mental energy is wasted in making understandable what for many seems unreachable, giving place to a process of divulgation that in practice is many times but reducing to astounding levels of mediocrity great and bold ideas; and quotations from the master, arbitrarily extracted from here and there, become missiles with alleged conclusive power. Some write two or three hundert volumes full of obvieties after filtering through their ambiguous lights the original Idea; there are those who get scandalized when the master is compared with other cultural revolutionaries, and still there are who feel skocked when the name of the master appears in a book’s table of contents with the same seize of that of his continuators.