domingo, 20 de abril de 2008

II.- Refexión

"Yo soy"

Yo doy un paso al frente para decir humildemente que "Yo soy la ascensión y la vida" y que me aúno contigo en el sentir profundo, de ser, entender y comprender la verdadera realidad que hay detrás de la expresión y vivencia del "YO SOY". Tal vez la única forma de experimentar el Ser, es en presente, y en primera persona, pero no como una mera palabra, sino como un sentir verdadero arraigado en la experiencia del SER. Si recuerdas bien, en la Biblia, y otros textos más antiguos, encontrarás la referencia "YO SOY EL QUE YO SOY", Pero déjame ir con la idea algo más allá, para decirte que la grandeza de Jesús, no solo está, a mi modesto entender en que el fuera, sea y será aquello que dijo, y que sus palabras ningún diluvio universal podrá destruir, ni siquiera mil big-bang o big-crunch -explosión y repliegue universal-. La explicación si es que puede hacerse algo así, es que desde la contemplación del Padre, como Jesús hablaba tal vez, lo que decía era la VERDAD Y LA VIDA (es VERDAD aquello que lo es en los tres tiempos, pasado, presente y futuro, y fuera del tiempo, en la denominada intemporalidad, eternamente. Pero como decía, el regalo de Cristo, el regalo del avatar, del ser, está en convertir a todos en su imagen y semejanza, más allá de cualquier otra realidad, para que desde el ser crítico, cada uno, cada ser, que es uno e igual, pueda vivir en plena unión, con el divino, con el profundo, con el Ser, con el Padre como lo llamó Jesús. Ese regalazo que Jesús hizo a la Humanidad está ahí, para que cada uno experimente en sí, la presencia y la esencia del Cristo, en comunión.

El "cristo femenino" -otros hablan del divino femenino-, pues su presencia se activaba en la conciencia (izquierda).

No es para mi importante el nombre sino la realidad detrás del nombre. Que todos puedan ser absorbidos, tocados y vivenciar al Cristo, al divino, a la paz profunda detrás y en el ser único que todos somos, desde cualquier visión cósmica, o más reducida en su esencia. Solo recordar que el Cristo interior y el Supremo, son uno y la misma cosa, una unidad fuera de la compresión, solo realizable por la experiencia directa en tu propio ser, y en todos.